Hace unos días ha llegado a Orio al Serio (Bergamo), una reliquia de Bernadette Soubirous, que en los próximos meses recorrerá treinta y cuatro diócesis italianas. Pues bien, ¿qué es lo que nos quiere decir hoy esta extraordinaria santa? Se lo ha preguntado Costanza Signorelli a Vittorio Messori en una entrevista de La Nuova Bussola Quotidiana, que nos revela por qué el mensaje de la Virgen de Lourdes es más actual que nunca:
Como el Cielo, o como un espacio sin límites ni obstáculos: así fue Bernadette Soubirous para la Virgen. Fue su pedazo de Cielo en la tierra, donde Ella pudo moverse en total libertad con el fin de llevar a cabo su plan de Salvación por las almas y el mundo entero. Tal vez fue por esto que, con la pequeña santa de Lourdes, «la Señora» se sintió como si estuviera en casa.
Además, «si se conoce a Bernadette, es imposible no enamorarse de ella y no pensar en el Paraíso», afirma Vittorio Messori que, en relación a las dieciocho apariciones de la Santa Virgen en Lourdes, ha escrito uno de los ensayos más completos que se han publicado nunca en materia. Es más: Messori sigue siendo, por propia admisión, uno de los más fervientes devotos del Santuario mariano y, también, de la «pequeña analfabeta sobre cuyos hombros pesa toda la verdad de este acontecimiento sobrenatural».
Por todo esto, le hemos pedido que nos hable de esta extraordinaria Santa, en vista de que su reliquia -una costilla de su cuerpo incorrupto- recorrerá nuestro país.
– Messori, en estos días una reliquia de santa Bernadette recorre las diócesis italianas. Esto me lleva a preguntarle: en su opinión, ¿qué quiere decirnos, hoy, Bernadette?
– Le respondo con una anécdota. Cuando, en plena noche, Bernadette llegó al convento de Nevers, donde vivió encerrada hasta el final de sus días, elevó la mirada al cielo y dijo: «He venido aquí a esconderme, la Santa Virgen se ha servido de mí y después me ha puesto, justamente, en mi lugar y yo soy feliz por ello». Después de años de clausura, un día le propusieron a Bernadette volver durante un tiempo a su amada Lourdes. Rápidamente respondió: «No volveré nunca. Yo no soy importante, sólo la Señora es importante, por eso no quiero quitarle la luz a la Señora, ni siquiera por un día. Mi lugar está aquí, no entre la multitud«. Por eso no sé si a Bernadette le gustará que una parte de su cuerpo incorrupto esté dando vueltas. Sin embargo, ciertamente estará contentísima si esto sirve para atraer toda la atención posible sobre la Virgen de Lourdes y sus mensajes. Por lo demás, a Bernadette lo único que le gustaría es desaparecer.
-¿Se puede decir que este permanecer en la sombra fue uno de los signos más grandes de su santidad?
– Ocultarse fue, sin duda, uno de los caracteres principales de la santidad de Bernadette. Decía que ella sólo era un instrumento, «la escoba que ha utilizado la Virgen para, después, ocultarme detrás de la puerta», y ni tan siquiera comprendía por qué había sido elegida una persona como ella. Bernadette, una vez dicho lo que le habían pedido que dijera, habría querido callar para siempre. De hecho, en Nevers obtuvo la garantía de que no habría vuelto a hablar de Lourdes. El día después de su llegada al convento, la superiora reunió a todas las monjas del monasterio y de los pueblos cercanos; la santa entonces contó su encuentro con la Virgen de Lourdes, tras lo cual todos fueron obligados a permanecer en silencio, con gran alivio por su parte. A pesar de que muchos iban a Nevers para verla, Bernadette recibía, obligada por las monjas, sólo a los obispos. Y a sus preguntas, sólo repetía: «Haced referencia a las cosas que he dicho en cuanto las he escuchado». Mantuvo esta voluntad de ocultación incluso después de su muerte.
– ¿Qué quiere decir?
-Todo el que entre en la iglesia del convento de Nevers, no verá enseguida a Bernadette. De hecho, sólo buscándola podrá ver su cuerpo incorrupto, en un altar lateral: «Si realmente me queréis enterrar en la iglesia, dijo poco antes de morir, ponedme en un lugar escondido». Y ciertamente no está contenta con la urna en la que la han puesto, demasiado lujosa para ella.
– Pasemos al mensaje de Lourdes. Lo primero que la Virgen le dijo a Bernadette fue: «No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro…».
-Y así fue. Bernadette pasó su vida en el dolor físico. Murió con 35 años, entre grandes sufrimientos, pero nunca se quejó. Nunca buscó el dolor, desde luego no era masoquista, pero siempre lo aceptó y acogió. En una ocasión, en los últimos momentos de su vida, en los que le costaba tanto respirar, se le escapó decir: «Me gustaría que alguien me abriera el pecho para poder respirar mejor». Se arrepintió inmediatamente porque pensó que se había quejado. Otro día, que transcurrió por enésima vez en la enfermería, Bernadette dijo: «Mi oficio es estar enferma». Bernadette vivió en la fe verdadera, es decir, aceptó siempre y voluntariamente todo lo que el Cielo le pedía, sin pedir nunca ni más ni menos.
-Volviendo a la aparición: la Virgen habló de la Vida eterna -el «otro mundo»- como promesa de felicidad…
-Un día, una hermana le dijo a Bernadette: «Sufres mucho, pero de todas formas estás segura de que irás al Paraíso, porque la Santísima Virgen te lo prometió». Bernadette, que había ocasiones en los que sabía ser severa, respondió secamente: «¿El Paraíso?», ya que no estaba segura de merecérselo. Esto demuestra con qué conciencia de la Vida eterna vivió Bernadette cada día en este tierra.
-A menudo se considera que Lourdes es un lugar de sanación física; sin embargo, en realidad la Virgen no habló nunca de «enfermos o enfermedades» del cuerpo…
-La Virgen ha venido para ayudarnos a sanar en el espíritu. Lourdes, en su esencia, no es una clínica del cuerpo, sino una clínica del espíritu. La misma Bernadette no pidió nunca la curación física, sino que pedía sin cesar la de su alma. Sin embargo, una cosa tiene que quedar clara: las curaciones físicas concedida por el Cielo son valiosas y son la prueba material de la veracidad de estas apariciones marianas. Además, hay que decir que Lourdes es el único santuario en el mundo que tiene un dispensario medico en su interior, donde se han verificado muchos milagros. A pesar de lo cual, es necesario subrayar que la Virgen, en sus dieciocho apariciones, habló de pecado, de penitencia como reparación al mal espiritual, y nunca habló de enfermedad y curación física. A este respecto, es muy significativo lo que le sucede al cuerpo de Bernadette después de su muerte.
– ¿Qué sucedió?
– Cuando murió en 1879, a los 35 años de edad, parecía que tenía más de 70 de lo consumido que estaba su cuerpo a causa de los males que lo habían destrozado. Pues bien, no sólo la muerte no consiguió nunca corromper su cuerpo, sino que lo transformó, haciendo que fuera bellísima. Las monjas ancianas que habían vivido con ella y asistieron a la exhumación de su cuerpo, se quedaron asombradas porque vieron con sus ojos que la muerte la había transfigurado. Dos de ellas se desmayaron por la emoción.
– Volvamos a las palabras que la «Señora» profirió durante las apariciones. El miércoles 24 de febrero de 1858 dijo: «Penitencia, penitencia, penitencia. Reza por la conversión de los pecadores». ¿Qué significaba «hacer penitencia» para Bernadette?
– El Papa Bergoglio ha dicho en varias ocasiones que quiere que la Iglesia sea como un hospital de campaña. Pues bien, Lourdes es exactamente un hospital, pero (¡no lo olvidemos!), sobre todo y en primer lugar para las enfermedades espirituales. La Virgen, en Lourdes, vino para ayudarnos en el espíritu, para curar el alma. Entonces, esta «penitencia» invocada tres veces sirve para recordarnos esto precisamente: tenemos que rezar mucho, tenemos que alejarnos con firmeza del pecado y tenemos que cuidar los bienes del espíritu. Hoy existe la peligrosa tendencia a concebir la Iglesia como una realidad horizontal y no vertical; se quiere reducirla a una ONG, es decir, a una organización comprometida en sanar los males materiales del mundo. Pues bien, la Virgen, en Lourdes, a través de Bernadette nos recuerda que la misión principal de la Iglesia es conducirnos a la Vida eterna. Las obras de caridad materiales son necesarias y valiosas, pero sólo si son una consecuencia de la fe.
– Una última pregunta: ¿por qué, entre todas las apariciones marianas, la que está más cerca de su corazón es precisamente Lourdes, y santa Bernadette?
– Nací el 16 de abril, que es precisamente el día en que Bernadette nació al cielo. También es el cumpleaños del papa emérito, Joseph Ratzinger, con el que siempre nos hemos alegrado de haber nacido el mismo día que la santa de Lourdes. Pero, aparte de estas anécdotas, lo que siempre me ha atraído de Lourdes es esta evidencia, que se impone: los planes de Dios no son los de los hombres. Pensemos en esto: cuando nosotros, los hombres, queremos anunciar algo verdaderamente importante, elegimos al personaje más cotizado, más conocido, con más títulos. Al contrario, cuando María ha querido hablarnos, ha elegido de verdad a la última entre los últimos: no había ninguna más ignorante, más enferma, más pequeña, más ignorada, menos apreciada, más sospechada: su padre había sido denunciado por hurto, su madre tenía fama de borracha. Ella misma, en sus oraciones a la Virgen, dijo: «Si hubiera habido en la tierra una niña más ignorante y estúpida, Tú habrías elegido a esa». Conociéndola de verdad, es imposible no enamorarse de ella: en Bernadette vive el Evangelio en estado puro. Es la más pobre, pero a la que se le da todo lo que importa. Yo veo en Bernadette la realización más radical del Evangelio. Por esto, cada noche le pido que interceda por todos nosotros.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
María, Puerta del Cielo, ruega por nosotros