Cuando las puertas de la parroquia de Santa María Magdalena de Dos Hermanas (Sevilla) se cierran después de otra frenética jornada de vísperas, María Luisa Díaz Núñez vuelve a estar muy cerca de la Virgen.
Ella es la camarera primera de la Santísima Virgen de Valme desde hace años, tantos que ni ella misma acierta a concretarlos.
«Ni me acuerdo del tiempo que llevo de camarera, no sabría decirte», reflexiona mientras hace cálculos para intentar recordar cuándo fue aquella primera vez. Lo cierto es que son más de 40 años los que lleva de camarera, primero ayudando a otras mujeres en esta labor y luego llevando ella misma las riendas.
Como viene haciendo desde tiempo atrás, María Luisa será la encargada de vestir a la venerada imagen fernandina con el manto que lucirá para la romería.
«Es cierto que soy la persona que está más cerca de la Virgen físicamente pero siempre digo que, espiritualmente, hay mucha gente que está también muy próxima a ella», asegura esta camarera, natural de Dos Hermanas, que se dedicó durante su vida profesional a trabajar en la guardería local de la Milagrosa.
Un honor ser camarera
«La verdad es que es un honor ser la camarera de la Virgen de Valme, un honor muy grande que no se sabe por qué te llega», reconoce.
Empezó a acercarse a la venerada imagen en su juventud, cuando ayudaba a su hermana en estas labores de vestir a la Protectora de los nazarenos, hasta que, poco a poco, acabó convirtiéndose en la segunda de a bordo como aprendiz y ayudante de la camarera Teresa Alonso, su «maestra», tal y como ella la recuerda.
En 1978, un aciago accidente de tren ocurrido a la altura de la estación de Manzanares (Ciudad Real) acabó con la vida de esta camarera nazarena y su esposo, Francisco Gómez, quien fuera también hermano mayor de Valme.
«Aquello fue muy duro, vestir a la Virgen sin ella resultó muy doloroso», recuerda María Luisa, que fue nombrada a partir de aquella desgraciada pérdida como camarera primera de Nuestra Señora de Valme.
Orgullosa de ser catequista
Desde entonces todos los hermanos mayores que han pasado por la hermandad han confiado en ella, manteniéndola en esta labor. Por esta tarea y por muchas otras que realiza en torno a la hermandad y la parroquia, María Luisa es conocida y muy querida por todos aquellos que la conocen, ya que es también catequista desde hace mucho tiempo, una función de la que asegura sentirse muy orgullosa.
Raro resulta no verla cerca de la Virgen en los cultos o besamanos, siempre en un segundo plano pero muy próxima a su venerada imagen.
Colección de mantos de la Virgen
En 2013, la hermandad de Valme decidió concederle la medalla de oro de esta corporación por su labor a lo largo de estos años y por haber custodiado también en su propia casa durante décadas la extensa colección de mantos que tiene la venerada imagen.
«En casa teníamos una habitación que la llamábamos la habitación de la Virgen porque solo había cosas de ella», explica, al tiempo que detalla que en su hogar la Protectora «está en todas partes».
En su muñeca lleva varias pulseras con los colores de la hermandad, una de ellas con una medalla de la Virgen y otras dos más de la romería, una con la inscripción de este año y otra con la de 2015.
«La del año pasado la llevo puesta para que este domingo pueda llegar hasta Cuarto conmigo, si Dios quiere, ya que el año pasado no se pudo por lluvia», aclara.
Con gripe, pero sin dejar de acudir de romería
Y es que, pese al paso de los años, María Luisa no ha faltado nunca a la romería de cada tercer domingo de octubre. «Una vez, siendo joven, estuve mala con gripe y mis tíos vinieron a recogerme a casa porque me dijeron que no me podía quedar en la cama estando la Virgen en Cuarto», recuerda.
El camino al lado de la carreta de la Protectora lo volverá a recorrer cuando a partir de las ocho de la mañana la imagen sea trasladada desde el altar mayor hasta la carreta rumbo al Real Santuario de Cuarto.
«La Virgen siempre ha estado conmigo y yo con ella», asegura mientras dirige su mirada a la imagen y sonríe emocionada.