«María no es un apéndice tierno y generoso, sino que representa lo que algún teólogo italiano ha denominado el método de Dios, su manera de venir a nosotros y de salvarnos«: con estas palabras inició su intervención el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, durante la concurrida ceremonia de entrega de los Premios Cari Filii, que tuvo lugar en Madrid este jueves.
Había abierto el acto el presidente de la Fundación Cari Filii, Luis Cort, quien hizo un repaso de la actividad de la Fundación en el último año y del impacto de algunas de las noticias más relevantes publicadas en Cari Filii News. Algunas de ellas, muy relacionadas con los premiados en la gala de este año, como la historia del abortero converso John Bruchalski, que supera las cuatrocientas mil lecturas, o la de la pequeña Maki y su confianza en la Virgen durante su grave enfermedad, acercándose a las doscientas mil. Cort recordó también la participación de la Fundación Cari Filii en la financiación de Fátima, el último misterio, dirigida por Andrés Garrigó para Goya Producciones, y considerada la mejor película documental sobre el centenario de las apariciones.
La mediación de una madre
Tomó la palabra a continuación monseñor Sanz Montes en torno a María y su mediación en las bodas de la vida, título escogido para su charla.
Cuando oramos a María en la Salve Regina como «abogada nuestra mientras vivimos en un valle de lágrimas», afirmó monseñor Sanz al empezar su exhortación sobre la mediación de Nuestra Señora, «no se trata de una plegaria derrotista y desesperanzada, sino de la oración humilde que se eleva a quien puede acompañarnos como verdadera Madre, pues como hijos suyos fuimos engendrados en la persona del apóstol Juan al pie del Calvario».
Esa «función mediadora» es nuestra «ayuda, luz y consuelo» en virtud de «la gracia que el Señor nos regala a través de ella».
El arzobispo de Oviedo quiso dibujar «tres trazos» sobre el «lienzo» que constituía su conferencia, sendas evocaciones de la Anunciación, de la Visitación y de las bodas de Caná. Nuestra Madre, «cobijo en medio de todas nuestras intemperies» es, sintetizaría después, «la que hizo imposible lo que parecía imposible, la que salió al encuentro llevando el tesoro de Jesús, la que está atenta sin ninguna distracción ante los vinos que nos faltan».
«María representa todo esto, el horizonte y la acogida. ¿Quién no necesita de esto en su vida?«, reflexionó el prelado, madrileño de origen, aprovechando para explicar que es eso también lo que van a buscar a Covadonga los devotos de la Santina, en un entorno natural cuyo impacto en el alma describió con bello estilo poético.
«Verdad que no traiciona, bondad que jamás se envilece, belleza para siempre lozana«: eso es lo que trae la Virgen a nuestra vida, como María llevó, al encuentro con su prima Isabel, su mejor tesoro, el Niño que llevaba dentro. Es lo que debemos llevar nosotros también al encuentro con los demás, y no «lo peor de nosotros mismos», como hacemos en ocasiones. Pero con ello «no podremos construir algo que valga la pena para el bien común y para el bien personal y que dé gloria al Señor nuestro Dios», advirtió el obispo.
Al contrario, nosotros hemos de llevar el «consuelo de paz que levanta nuestra esperanza», como en las bodas de Caná, «donde María estuvo presente con una mediación que la consagró para siempre como mediadora de la gracia y consuelo de los afligidos«. Al ordenar a los sirvientes aquel «Haced lo que Él os diga» que transformó el agua en vino, María «les propone lo que, en el fondo, ha sido su vida entera, algo que no le es extraño, ni prestado ni aprendido, la entraña de su actitud ante Dios, lo que ella desde siempre ha vivido».
¿Y qué vino es ese que se transforma por su petición, «el vino que falta en nuestro mundo, en estas bodas que es nuestra vida misa»? Es «el vino de la paz, el de la ternura, el vino del cariño y la comprensión, el vino de la esperanza y del amor… el vino de la fe«.
«Cuando faltan estos vinos», prolongó el símil monseñor Sanz Montes, «la vida se avinagra, porque no es igual brindar con vino generoso que tiene denominación de origen de las viñas de Dios que hacerlo con el licor tramposo de nuestros egoísmos, nuestras pretensiones e intereses, de las cosas que tienen nuestro pobre horizonte y nuestra mezquina medida». Frente a esas «aguas insalubres e insípidas del endurecimiento, las desconfianzas y las rencillas», necesitamos «un vino generoso, el vino del amor y la esperanza, que germina en la fe«.
«Solo en este caso, y sin que sirva de preferencia, preferimos el vino a la sidrina asturiana», bromeó el arzobispo de Oviedo.
Tres aportaciones de gran valía
Antes de concluir, se refirió brevemente a los tres premiados, en particular a la asociación Más Futuro, que «apuesta por la vida amenazada en esa batalla que se libra en el seno de madres tentadas de abortar al hijo de sus entrañas»: «Solas, presionadas, usadas y luego tiradas, necesitan una ayuda cercana para que puedan abrazar la vida«.
A continuación el presidente de la Fundación Cari Filii, Luis Cort, fue anunciando los nombres de los ganadores de los Premios Cari Filii 2017, cuyos diplomas acreditativos entregó monseñor Sanz Montes .
El Premio Especial, a Marta Velarde Mayol, presidenta de la asociación católica Más Futuro, que ayuda a mujeres que están pensando abortar y las acompaña durante el embarazo y el parto y educacion de sus hijos, y también en la recomposición espiritual de sus vidas. Al acto acudieron numerosos jóvenes Rescatadores Juan Pablo II, rama de Más Futuro que lleva a cabo la dura labor de asistencia a las madres a la puerta de los abortorios.
El Primer Premio, a Carmina Coloma Miró, por el artículo María, nuestra gran Esperanza, donde relata la presencia palpable del consuelo de Nuestra Señora en la vida de su hija Maki, la pequeña que a los tres años, como consecuencia de una grave enfermedad, tuvo que padecer una extirpación parcial de cerebro, y que hoy continúa creciendo con una vida prácticamente normal.
El Segundo Premio, a José Manuel García Galán por su escrito María, Consuelo de los Afligidos, una profunda reflexión sobre el lema objeto de los Premios inspirada en la fe de las personas que acuden al santuario de Nuestra Señora de Lourdes a llevarle sus aflicciones.
Tras una cerrada ovación a monseñor Sanz y a los premiados, Cort agradeció a los presentes su asistencia y el arzobispo de Oviedo clausuró el acto antes de regresar a su diócesis.
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