Los canónigos de Cléry se reunieron a rezar y la Virgen y el Niño se transformaron: un milagro con notario

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Nuestra Señora de Cléry, una imagen del siglo XVII, protagonizó el milagro hace 350 años

En el siglo XVII había cierta costumbre de levantar acta notarial o documental de los milagros, como demuestra el caso de San Juan de Lagos en México en 1623, el Milagro del Cojo de Calanda en 1640, la Virgen de los Lirios en Alcoy en 1643 o la multiplicación del vino en Alcobendas en 1677.

Este afán notarial no se daba sólo en España, sino también en Francia, como atestigua el caso de la transformación milagrosa de la Virgen y el Niño de Nuestra Señora de Cléry-Saint-André, cuyo milagro sucedió en Pentecostés de 1670, por lo que cumple ahora 350 años.

Una imagen milagrosa del siglo XIII… y otra del siglo XVII

En 1280 unos campesinos que araban sus campos en Cléry (hoy diócesis de Orleans) encontraron una imagen de la Virgen. En ese lugar se construyó la Iglesia, que atraía peregrinos porque había fama de que la Virgen allí hacía milagros.

Los ingleses destruyeron esa iglesia en 1428 y la reconstruyó el rey Luis XI entre 1449 y 1485. Allí fue enterrado el monarca (que en España es conocido por alentar la guerra civil en Cataluña en el siglo XV y quitar Rosellón y la Cerdaña al padre de Fernando el Católico).

En 1562 una hueste protestante tomó la zona, destruyó la tumba del rey y también destrozó la imagen de la Virgen. En 1622 Luis XIII hizo construir una tumba más modesta para Luis XI (la destruirían luego en la Revolución Francesa) y una nueva imagen de la Virgen de mármol blanco, obra del artista y arquitecto Michel Bourdin d’Orléans.

Imagen milagrosa del s.XVII que cambió de forma
«cobrando vida»

Esta imagen de 1622, una Virgen sentada, con Niño, es la protagonista del milagro de 1670. Era el mismo año en que el filósofo y matemático católico Blaise Pascal publicaba sus famosos Pensamientos.

«La figura de la Virgen y el Niño cobran vida»

Los hechos sucedieron el 26 de mayo de 1670 por la tarde, Día de Pentecostés. Duraron varias horas y los primeros testigos (canónigos del templo) hicieron sonar las campanas atrayendo más testigos.

Un notario de la ciudad registró el testimonio de 41 personas presentes, en el marco de la investigación que inició la autoridad religiosa.

«Son aproximadamente las cuatro y las siete de la tarde aproximadamente cuando se produce el milagro; durante el espacio de al menos dos horas, la figura de la Santísima Virgen y la del Niño Jesús cobran vida, cambian de color, pasan en diferentes ocasiones desde pálido mortecino a un enrojecimiento muy brillante, cubriéndose de sudor y derramando lágrimas».

Así lo narraba en su librito divulgador de 1926 el canónigo Lucien Millet, entonces párroco de la basílica. Millet, en su librito, recoge palabras de Marie-Thérèse Bonamy quien, en 1882, recordó haber escuchado a un antepasado suyo que había visto a la Virgen «sonrojarse y llorar». Millet insiste en la importancia de «las actas de los testimonios auténticos de este milagro, que tuvo lugar el 26 de mayo de 1670. Certificados marcados con un evidente sello de veracidad y fe».

Sucedió cuando los canónigos se habían reunido para rezar la oración de la tarde. Fue entonces cuando vieron que el rostro de la Virgen y el Niño se ponían pálidos, y luego se cubrían «de sudor y lágrimas”. Los canónigos tocaron las campanas y los lugareños acudieron a verlo.

Millet escribe: «Para que la certeza del hecho esté mejor establecida, Dios permite que un personaje se atreva, en voz alta, a presumir de escéptico e incrédulo«. Es un escudero jefe de los guardias del duque de Orleans. Este testigo, después de haber explicado el fenómeno como un efecto de la reverberación del sol «ve a las figuras de la Santísima Virgen y el Niño Jesús cobrar vida, cambiar de color y a las lágrimas correr de sus ojos. Sobrecogido, el «el escudero se arrodilla para rezar y se esconde detrás del altar para llorar sin ser visto».

Millet cree en el siglo XX que la Virgen lloraba por los pecados del rey Luis XIV y los de su corte, pero perfectamente podría llorar por los de mucha otra gente, o por muchas otras cosas tristes. Sí es cierto que, como tumba real e imagen encargada por un rey anterior, el templo tenía una conexión con la realeza.

Este año se puede celebrar el 350 aniversario del milagro, pero se ha hecho con mucha sencillez, en plena desescalada del coronavirus, y teniendo en cuenta que al coincidir con Pentecostés el obispo y el clero tienen tareas añadidas. Cléry-Saint-André es en la actualidad una pequeña población de 3.400 habitantes, envejecida como tantas otras del campo francés.

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