Las doce cosas que todo católico debe saber sobre la festividad y el dogma de la Asunción de María

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Jimmy Akin es un popular bloguero católico norteamericano, texano que fue educado en el protestantismo e incluso quiso ser pastor evangélico cuando tenía 20 años. Al profundizar en el estudio de la Biblia, descubrió que cuanto más conocía las Sagradas Escrituras, más le parecía que era la Iglesia católica la única fiel a ellas. Fue así como se convirtió al catolicismo. Ya recogimos en Cari Filii sus didácticas «ocho cosas que todo católico debe saber en la fiesta de la Inmaculada Concepción de María«, y hacemos ahora lo propio con esta sencilla presentación de la festividad de la Asunción.

«¿Qué es la Asunción de María, cómo llegó a ser definida y qué relevancia tiene en nuestras vidas?», se pregunta: «He aquí 12 cosas que saber y compartir», que presentó en National Catholic Register.

1. ¿Qué es la Asunción de María?
La Asunción de María es la enseñanza según la cual «la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste» (Pío XII, Munificentissimus Deus, 44).

2. ¿Qué nivel de autoridad tiene esta enseñanza?
Esta enseñanza fue definida infaliblemente por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la bula Munificentissimus Deus. Como explicó Pío XII, es un «dogma de revelación divina«. Esto significa que es un dogma en sentido estricto. Por tanto, es una materia de fe que ha sido divinamente revelada por Dios y que ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia.

3. ¿Significa esto que es una afirmación ex cathedra y que tenemos que creerla?
Sí. Puesto que es un dogma definido por el Papa (y no por un concilio ecuménico, por ejemplo), es también una afirmación ex cathedra («desde la silla» de Pedro). Puesto que ha sido infaliblemente definido, exige el asentimiento definitivo de los fieles.

El Papa Juan Pablo II explicó: «La definición del dogma, de acuerdo con la fe universal del pueblo de Dios, excluye definitivamente toda duda y exige la adhesión expresa de todos los cristianos» (audiencia general del 2 de julio de 1997).

Todas las enseñanzas infaliblemente definidas son cosas que estamos obligados a creer, aunque no estén definidas ex cathedra (por el Papa actuando como tal).

Los obispos del mundo, cuando enseñan en unión con el Papa (en un concilio ecuménico o de otra forma) también pueden definir materias infalibles, pero no se denominan ex cathedra, porque este término se refiere específicamente al ejercicio de la autoridad papal del sucesor de San Pedro (la cátedra o silla de San Pedro simboliza la autoridad papal).

4. ¿Nos exige el dogma creer que María murió?
Es doctrina común que María murió. En su obra Manual de Teología Dogmática, Ludwig Ott la califica como sententia communior («opinión más común»).

Aunque es creencia común que María murió, y aunque hay referencias a su muerte en las fuentes citadas por Pío XII en Munificentissimus Deus, él deliberadamente evitó definir esto como verdad de fe.

Juan Pablo II comentó: «El 1 de noviembre de 1950, al definir el dogma de la Asunción, Pío XII no quiso usar el término «resurrección» y tomar posición con respecto a la cuestión de la muerte de la Virgen como verdad de fe. La bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celeste, declarando esa verdad «dogma divinamente revelado»».

5. ¿Por qué podía morir María si estaba libre del pecado original y su mancha?
Estar libre del pecado original y de su mancha no es lo mismo que ser glorificado sin haber muerto.

También Jesús estaba libre del pecado original y su mancha, pero podía morir y lo hizo.

Expresando una opinión común entre los teólogos, escribe Ludwig Ott: «Para María, la muerte, dado que estaba libre del pecado original y de todo pecado personal, no fue consecuencia del castigo del pecado. Sin embargo, parece conveniente que el cuerpo de María, que por su naturaleza era mortal, debía someterse, como el de su Divino Hijo, a la ley general de la muerte».

6. ¿Cuáles son las más antiguas referencias que se conservan de la Asunción de María?
Juan Pablo II explicó que «el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados Transitus Mariae, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de fe del pueblo de Dios».

7. ¿Cómo se desarrolló en Oriente el reconocimiento de la Asunción de María?
Como explicó Juan Pablo II, «a continuación se fue desarrollando una larga reflexión con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús, en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María».

8. ¿Cómo preparó Pío XII la definición de la Asunción?
Según recuerda Juan Pablo II: «En mayo de 1946, con la encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los obispos y, a través de ellos, a los sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la asunción corporal de María como dogma de fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo seis respuestas, entre 1.181, manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad».

9. ¿Qué fundamento tiene esta doctrina en las Sagradas Escrituras?
Como explicó Juan Pablo II: «El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo, en su asociación al sacrificio redentor, no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo».

Hay, por tanto, pasajes en la Escritura en consonancia con la Asunción, aunque no la expliciten.

10. ¿Qué pasa con algunos pasajes concretos del Antiguo Testamento?
El Papa Pío XII señaló varios pasajes que han sido utilizados legítimamente «con una cierta libertad» para explicar la creencia en la Asunción, lo que significa que estos pasajes concuerdan con ella de varias formas, pero no suponen una prueba explícita: «Frecuentemente se encuentran después teólogos y sagrados oradores que, sobre las huellas de los Santos Padres para ilustrar su fe en la Asunción, se sirven con una cierta libertad de hechos y dichos de la Sagrada Escritura. Así, para citar sólo algunos testimonios entre los más usados, los hay que recuerdan las palabras del salmista: «Ven, ¡oh Señor!, a tu descanso, tú y el arca de tu santificación» (Sal 131, 8), y ven en el «arca de la alianza», hecha de madera incorruptible y puesta en el templo del Señor, como una imagen del cuerpo purísimo de María Virgen, preservado de toda corrupción del sepulcro y elevado a tanta gloria en el cielo. A este mismo fin describen a la Reina que entra triunfalmente en el palacio celeste y se sienta a la diestra del divino Redentor (Sal 44, 10, 14-16), lo mismo que la Esposa de los Cantares, «que sube por el desierto como una columna de humo de los aromas de mirra y de incienso» para ser coronada (Cant 3, 6; cfr. 4, 8; 6, 9). La una y la otra son propuestas como figuras de aquella Reina y Esposa celeste, que, junto a su divino Esposo, fue elevada al reino de los cielos» (Munificentissimus Deus,26).

11. ¿Qué pasa con algunos pasajes concretos del Nuevo Testamento?
Pío XII continuaba: «Además, los doctores escolásticos vieron indicada la Asunción de la Virgen Madre de Dios no sólo en varias figuras del Antiguo Testamento, sino también en aquella Señora vestida de sol, que el apóstol Juan contempló en la isla de Patmos (Ap 12, 1s.). Del mismo modo, entre los dichos del Nuevo Testamento consideraron con particular interés las palabras «Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres» (Lc 1, 28), porque veían en el misterio de la Asunción un complemento de la plenitud de gracia concedida a la bienaventurada Virgen y una bendición singular, en oposición a la maldición de Eva» (Munificentissimus Deus, 27).

12. ¿Cómo podemos aplicar esta doctrina a nuestra vida diaria?
Según el Papa Benedicto XVI, «contemplando a María en la gloria celestial, comprendemos que tampoco para nosotros la tierra es una patria definitiva y que, si vivimos orientados hacia los bienes eternos, un día compartiremos su misma gloria y así se hace más hermosa también la tierra. Por esto, aun entre las numerosas dificultades diarias, no debemos perder la serenidad y la paz. La señal luminosa de la Virgen María elevada al cielo brilla aún más cuando parecen acumularse en el horizonte sombras tristes de dolor y violencia. Tenemos la certeza de que desde lo alto María sigue nuestros pasos con dulce preocupación, nos tranquiliza en los momentos de oscuridad y tempestad, nos serena con su mano maternal. Sostenidos por esta certeza, prosigamos confiados nuestro camino de compromiso cristiano adonde nos lleva la Providencia. Sigamos adelante en nuestra vida guiados por María» (audiencia general del 16 de agosto de 2006).

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