La Virgen sin ojos de Nagasaki: un monje trapense la conservó y veneró en secreto durante 30 años

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El 9 de agosto, 71º aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Nagasaki, una procesión con mil antorchas encendidas honró a la Santísima Virgen con una procesión entre la catedral de Santa María o catedral de Urakami y el Parque de la Paz.

La imagen que se trasladó estaba constituida por los restos de la estatua que quedaron tras la explosión de 1945, y tras los cuales se esconde una milagrosa historia de devoción recogida por Epic Pew.

El padre Keamon Noguchi era un monje trapense que se había criado junto a la catedral y solía rezar ante esa imagen cuando era niño. La estatua de Nuestra Señora estaba hecha de madera y tenía los ojos de cristal, y había sido traída hasta el templo catedralicio de Nagasaki desde Italia tiempo antes del ataque nipón a Pearl Harbor.


Al fondo, la nueva catedral de Urakami, de donde nació la procesión.

El padre Noguchi ingresó en un monasterio en el norte de Japón y fue ordenado sacerdote en 1939, pero fue movilizado en 1943. Regresó a Nagasaki cuando la ciudad ya había sido arrasada por Fat Man, la segunda bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre territorio japonés.

En cuanto llegó a la ciudad acudió al lugar donde había estado la catedral con la idea de encontrar algo de allí que pudiese llevar de vuelta a su monasterio. Pero no encontró nada. Rezó a la Madre de Dios pidiendo ese hallazgo, y justo entonces, surgida de no sabe dónde, vio "la santa faz de la Virgen ennegrecida por el fuego, mirándole con aire sombrío".

Luego él contó que habían sido los ojos de cristal de la imagen los que le habían conducido hasta sus restos, a pesar de que habían sido fundidos por el calor de la explosión.

El padre Noguchi se llevó la cabeza de la Virgen consigo al convento y rezó ante ella durante los siguientes treinta años como había hecho de niño. En 1975 la devolvió a la catedral, pero afirmó que la había encontrado "un soldado". Sólo en 1990, en una carta, reconoció que ese soldado había sido él mismo.

Finalmente el rostro sin ojos de Nuestra Señora volvió a su lugar central en la nueva catedral de Urakami, detrás del altar, para recordar los horrores de la guerra en el mismo lugar donde aquel 9 de agosto de 1945 le rezaban los dos sacerdotes que estaban en el templo y los treinta fieles que guardaban la cola para confesarse, víctimas instantáneas de la bomba.

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