Hará falta casi un milagro para desencallar la actual coyuntura política en Cataluña. Será por eso, por lo que la Generalitat no ha dudado en adquirir una obra de arte vinculada con lo más sagrado. Es lo que pasó cuando en mayo el Departamento de Cultura de la Generalitat compró en una subasta una arqueta procedente del monasterio de Bellpuig de les Avellanes (Lleida) en la que se conservó, durante siglos, un objeto bien particular: una de las sandalias de la Virgen María; sin duda, una de las reliquias marianas más destacadas de toda la Península Ibérica, con milagros documentados desde el siglo XVI, y que fue objeto de veneración hasta su desaparición en la Guerra Civil.
La Generalitat pagó 10.994 euros por la arqueta que ha depositado en el Museo de Lleida. Un buen precio, según los entendidos.
Hay piezas que tienen valor por ellas mismas; otras por la función que han tenido o siguen teniendo. Algunas por las dos cosas, como ocurre con esta arqueta, un pequeño mueble del cual se conocen solo medio centenar en todo el mundo, que pese a que la sala de subastas la presentaba como una pieza italiana de finales del siglo XV o comienzos del XVI, para Albert Velasco, técnico del Museo de Lleida, no hay duda de que se trata de un trabajo barcelonés de comienzos del XV.
Esta arqueta nació como regalo de bodas entre esposos o novios; después, donada a la Iglesia, servía de relicario
“La obra se corresponde con otras ejecutadas en ese momento en Barcelona, que el novio entregaba a la novia en la boda. De madera policromada y decorada con escenas de amor cortés, de ahí su nombre de amatorias, estas piezas llevan unas pequeñas patas y unas asas, además de una característica tela azul interior con estrellas blancas. Eran objetos de prestigio, que sus propietarios acababan donando a la iglesia que las reaprovechaba para contener reliquias”, explica el experto que asegura que la Generalitat seguramente no la habría comprado si no se hubiera documentado su procedencia y su contenido.
“No hay duda de que esta es la arqueta que estuvo en Bellpuig hasta la desamortización de 1834, porque coindice con la descripción que hizo de ella Jaume Caresmar en 1761 y, sobre todo, con la inscripción que el dibujó realizada con letras góticas que se conserva en los latones de cuatro ángulos”, prosigue Velasco.
Y si es la misma arqueta, en su interior guardó la llamada “Santa Sandalia de Bellpuig”, un objeto que aparece en las fuentes por primera vez en 1503, cuando Fernando el Católico firmó un documento en Barcelona en el que se decía que en el monasterio se conservaba una “sandalia de la Virgen María que brillaba con luz propia de los muchos milagros que había hecho” y daba indulgencias para el que la venerara.
Sin embargo, según Velasco, en las crónicas del monasterio se afirma que la pieza llegó en 1204 de la mano del conde de Urgell Ermengol VIII, que la habría ofrecido poco después del saqueo de Constantinopla.
“Unos hechos que llenaron de reliquias Europa, traídas por los cruzados y los que viajaban a Tierra Santa”. Una historia creíble para el técnico que plantea otra posible llegada de la reliquia: “
A principios del siglo XV la entregó el conde Pere de Urgell y su mujer Margarida de Montferrat, unos apasionados de las reliquias, que tuvieron incluso un fragmento de la túnica de Cristo, dos elementos al alcance de muy pocos”. La fecha de creación de la arqueta, que ha restaurado Núria Gilart, coincide con esta época.
De la sandalia no se conoce fotografía alguna. Caresmar, un enamorado de la misma, que no dudó en enterrarse en Bellpuig junto a la reliquia en la misma capilla donde se conservaba, la describió con precisión: “se parece a las denominadas chinelas o chapines y solo tiene suela y empeine”, escribió, además de destacar que medía un palmo y que no estaba gastada por el suelo.
Junto con el Santo Trapo, el pañal del Niño Jesús que se conservaba en la catedral de Lleida, del cual hoy solo perdura un hilo en manos de una familia de la ciudad; la sandalia de la Virgen fue una de las reliquias más veneradas de toda Lleida.
La historia de esta pieza se conoce hasta su desaparición en la Guerra Civil, tras haber sido trasladada en el siglo XIX al Seminario de la Seu de Urgell por orden del obispo del momento.
“Si no se quemó durante el conflicto, algún devoto pudo llevársela y conservarla desde entonces, por lo que puede aparecer ahora que se ha recuperado su arqueta. Si las cosas no se destruyen, acaban saliendo, antes o después a la venta”, comenta Velasco, que no deja de recordar que son diversas las sandalias de la Virgen que se conservan en media Europa. “Al menos ocho, y lo curioso que no son todas del mismo tamaño de pie”.