La Inmaculada aplasta la cabeza a la serpiente… y el padre Betancourt lo vivió en un exorcismo

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En la fiesta de la Inmaculada Concepción, la Iglesia recuerda la lectura de Génesis 3,15 en que Dios maldice a la serpiente y le dice: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza y tú le herirás en el talón».

Para la Iglesia esta profecía es un símbolo del poder de la Virgen María Inmaculada, inmune al pecado original que sí afecta a todos los demás hombres. Pero esa experiencia la tienen a veces los exorcistas cuando invocan el nombre de María.

Un caso que involucra a María, el demonio y la serpiente lo contó el sacerdote colombiano de la diócesis de Brooklyn Darío Betancourt, uno de los más famosos predicadores de la Renovación Carismática, fallecido a los 82 años el pasado viernes 3 de diciembre de 2021 en Estados Unidos, a causa del coronavirus.

Darío Betancourt fue predicador itinerante durante unos 50 años, predicó en más de cien países en español, inglés, francés, italiano y portugués. Nació en Medellín, Colombia, en 1939 y pasó allí su infancia. Su familia, muy religiosa, se mudó a Estados Unidos y estudió en Nueva York, Psicología en la Universidad de Fordham de los jesuitas, filosofía y teología en la Universidad Gregoriana de Roma y Teología Moral en la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma.

En 1967 conoció la Renovación Carismática y la efusión del Espíritu a través de un grupo de puertorriqueños en Nueva York a los que había tratado con desdén pero que oraron por él. Como predicador carismático, su obispo le dio permiso para dedicarse a un apostolado viajero e itinerante. Era popular sobre todo por su ministerio de oración de sanación corporal o interior, y a veces de liberación, pero no solía realizar exorcismos.

Cuando en una entrevista en TeleAntioquía (Colombia) le preguntaron por el caso espiritual más difícil que había abordado contó la historia que vamos a relatar.

Un joven endemoniado

«A un joven casado una mujer le hizo un maleficio. Le dio a beber algo y pidió que le entrara el diablo. Él lo tomó y sintió como su fuera licor, se le puso la cara caliente, caliente. Sintió en ese momento atracción por esa mujer y eso dañaba a su matrimonio. También le afectaba al trabajo, a su empresa. Era un muchacho creyente y buscó un sacerdote», explica Betancourt en esa entrevista.

«El caso es que el cardenal de Nueva York me mandó al joven y me dijo: ‘hágale un exorcismo’. Es la única vez en mi vida que hice un exorcismo. No se pueden hacer sin autorización del obispo. Empecé a hacerle la oración. Estuve con eso una semana. Ya el sábado, cansado, a las 7 de la noche, dije: ‘ay, Virgen María, madrecita, ayúdanos en esto, que yo ya no sé qué rezar», recuerda el sacerdote.

Apenas dijo eso, el endemoniado empezó a proferir blasfemias:

– A esa hija de… ni la mencione, porque la odio – decía el poseído, o el demonio dentro de él.

– Ah, ¿y por qué es eso? – preguntó el sacerdote.

– Porque me quebró la cabeza. A todos los he podido engañar. Ella solo es humana, no ningún dios, pero a ella no la he podido tocar. Yo estoy encima de ella, yo soy ángel, ella sólo es humana. Pero no la pude engañar. Me siento fallido, me siento humillado por ella.

– Ah, así que te quebró la cabeza y te humilló… -comentó el padre Betancourt. Y entonces empezó de nuevo las oraciones pero esta vez invocaba también a la Virgen.

¡Llagas y sangre de Jesús, hijo de María, ayudadnos! -rezó el sacerdote.

«Y ahí sí el joven pegó una carrera hasta el baño y en el baño dijo: ¡¡padre Darío, corra, corra! Mira lo que salió’. Y en el baño, dando vueltas en la taza había una culebra verde tan gruesa como este dedo. Le vi que tenía los ojitos negros. Y le dije: ‘¡la Virgen María te vuelve a aplastar la cabeza con las llagas y la sangre de su hijo Jesús’. Y cuando dije eso le estallaron los ojitos negros y se volvió la taza negra. Tuve que buscar un machete para partirla y que se fuera», explica el sacerdote.

Betancourt recomendaba invocar el poder de las llagas, de la sangre, del nombre de Jesús («porque Él dijo: ‘en mi nombre curarán enfermos y expulsarán demonios’, y su nombre es Jesús; Cristo o Señor son títulos, Él pide usar su nombre, Jesús») e invocarlo como ‘hijo de María’ «porque el demonio a la Virgen María le tiene pánico, como acabo de decir».

El P. Betancourt contó esta experiencia en esta entrevista en TeleAntioquía, a partir del minuto 12

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