La devoción mariana creció con el individualismo del s.XVI, señala la historiadora Gabriella Zarri

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La historiadora Gabriella Zarri

Gabriella Zarri, directora de la revista Archivio Italiano per la Storia della Pietà, es una veterana estudiosa de la vida consagrada y también de las devociones populares.

Ha hablado de algunos elementos que relaciones la devoción popular y la religiosidad mariana en una entrevista al suplemento ‘Donne Chiesa Mondo’, que en español difunde la revista Vida Nueva.

La historiadora señala en esa entrevista que «con el Renacimiento y la creación del Estado moderno, la religiosidad comienza a tornarse más individualizada y se acentúa la devoción a la Virgen María. Las imágenes marianas se difunden por las iglesias, los hogares, las calles de las ciudades o en las ermitas en medio del campo».

Antes, en épocas medievales, podía haber mucha devoción mariana, pero se articulaba más bien a través de cofradías, quizá de los miembros de un mismo gremio, o de una población completa, en bloque.

De las devociones medievales a las apariciones del siglo XIX

«En la época medieval, el culto mariano está principalmente ligado a la veneración de imágenes milagrosas encontradas, a menudo por casualidad, por laicos o niños. Durante el siglo XIX, sin embargo, se manifiesta un nuevo protagonismo de la Virgen y comienza una larga teoría de las apariciones, cuyos destinatarios son todavía niños o jóvenes, –desde Francia, hasta España e Italia–, y más recientemente en Europa del Este. Este fenómeno se concreta según los cánones de la devoción al santuario: erección de una iglesia en el lugar de la aparición, peregrinaciones y exvotos por las gracias recibidas», añade.

«La devoción popular se manifiesta sin esperar la autorización de la Iglesia. Este es uno de los aspectos más típicos: la atención a la aparición y la escucha de lo que dirá la Virgen, que también tiene un poco de aspecto de profecía, de sobrenatural. A veces la Iglesia no lo aprueba ya que se han producido intentos de engaño, también en lo que se refiere a la fama de santidad», advierte la investigadora.

Con el paso del tiempo los santuarios marianos, al recibir romerías y peregrinaciones anuales, se convierten en una tradición cívica. «Con la pandemia, el recurso a la Virgen que protege la ciudad, ha vuelto como elemento de tranquilidad colectiva», señala la historiadora.

La devoción femenina se orienta más a Cristo

Zarri comenta que, curiosamente, «la devoción femenina es más cristológica que mariana: se manifiesta no tanto hacia la Virgen María como hacia Jesús. Como ha demostrado la historiadora Alessandra Bartolomei Romagnoli, al examinar la hagiografía medieval, las santas o las mujeres veneradas por ellos, tienen visiones de Cristo; la Virgen, como mucho, les presenta al Niño Jesús. Santa Brígida tuvo una visión del Pesebre, de la Natividad, mientras que Catalina de Bolonia, una clarisa que vivió en el siglo XV, es una de las primeras en haber visto la presentación del Niño que hace María».

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