«Pidamos a María, Virgen de la Dulce Espera, que nos enseñe a ‘velar y orar‘ para no distraernos en el seguimiento de su Hijo y para descubrir su presencia salvadora en los acontecimientos de nuestra vida cotidiana»: así escribió Francisco en Twitter como mensaje en las horas previas a la Navidad.
Una alusión a la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, antes de la Pasión, cuando pide a sus discípulos: «Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26, 41). Pero también alusión a la parábola de las vírgenes prudentes, que tenían sus lámparas preparadas para salir a recibir al esposo: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora» (Mt 25, 13) era la lección inscrita en el Evangelio.
Es la actitud de María y José en el portal de Belén, aguardando el momento del nacimiento del Hijo de Dios: “En el corazón de María y José había una serenidad subyacente, que venía de Dios, venía del conocimiento de estar en su voluntad, de buscarla juntos, en la oración y en el amor mutuo”, había dicho el Papa el jueves en el Aula Pablo VI, al reunirse, según es tradicional en Navidad, con los empleados del Vaticano y sus familias.
Esa misma serenidad de la Sagrada Familia se la deseó a todos ellos, que no significa, como prueba verles a ellos ante el pesebre, que no haya dificultades, sino «fe en Dios» y confianza en su ayuda, y «rezarle y darle gracias«.
