El Papa Francisco quiso hablar el pasado 17 de marzo a los sacerdotes confesores que participaban en un curso en la Penitenciaria Apostólica sobre una leyenda mariana que le marcó de joven y de un libro de San Alfonso María de Ligorio.
En su discurso, que recogía Aciprensa, decía el Papa: “A mí me hizo mucho bien cuando, de joven, leí el libro de San Alfonso María de Ligorio sobre la Virgen Las glorias de María. Siempre, al final de cada capítulo, había un milagro de la Virgen, con el que él entraba en medio de la vida y ejemplificaba las cosas”.
Francisco se refirió luego a una “leyenda, una tradición que me contaron existe en el sur de Italia: La Virgen de las mandarinas. Es una tierra donde hay muchas mandarinas, ¿cierto? Y dicen que es la patrona de los ladrones (risas). Dicen que los ladrones van a rezarle. Y la leyenda – como la cuentan – es que los ladrones que rezan a la Virgen de las mandarinas, cuando mueren”.
Luego “van a la fila ante Pedro que tiene las llaves, y abre y deja pasar a uno, luego abre y deja pasar a otro, y la Virgen, cuando ve a uno de estos les hace una seña para que se escondan y luego, cuando ya todos han pasado, Pedro cierra y se hace de noche y la Virgen desde la ventana lo llama y lo hace entrar por ahí”.
El Pontífice dijo que “es un relato popular pero muy bello: perdonar como la Madre, perdonar con la Madre”.
El Santo Padre hizo esta reflexión tras explicar tres aspectos que pueden ayudar a un sacerdote a ser buen confesor, y alentó a los presentes a recordar que “esta mujer o este hombre que viene al confesionario tiene una Madre en el Cielo que le abrirá la puerta y le ayudará al momento de entrar en el cielo. Siempre la Virgen, porque la Virgen nos ayuda también a nosotros en el ministerio”.