El «Magnificat» de María, fuente de esperanza para los conflictos cotidianos, dice el arzobispo de Asunción

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Edmundo Valenzuela, arzobispo de Asunción (Paraguay), presidió la celebración patronal y procesión de la Asunción de la Santísima Virgen María el pasado 15 de agosto. El prelado basó su predicación en el canto del Magnificat y expuso que el misterio de la Asunción, primicia de la gloria prometida por Cristo a sus fieles, debe iluminar las metas, anhelos y proyectos humanos.

«¡Felicidades Asunción… el Paraguay… la Arquidiócesis de la Santísima Asunción… la Universidad Católica… y cuántas más instituciones llevan el nombre de la gloriosa Mujer elevada al cielo!», exclamó el arzobispo en su homilía. «Traemos hoy nuestra historia, tejida muchas veces de alegría y de pena, de logros y fracasos. ¡Pero estamos seguros, en la esperanza, del triunfo de la Vida, del Bien y de la Verdad!» El prelado destacó que en la Santísima Virgen se cumple en plenitud la obra de la gracia divina que conduce a la santidad y por esto es elevada a ser la Mujer vestida de sol del Apocalipsis, en directo contraste con el dragón.

«La lucha del cielo ya anunciada desde el principio de la creación creará la tensión permanente en el Reino de Dios, entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, entre la fuerza destructora de la corrupción y la dinámica armónica de la libertad de quienes optan en la fe por el Hijo de Dios, Jesucristo», proclamó monseñor Valenzuela: «¡Dios enaltece a los humildes y seguirá destronando a quienes se mofan de su Hijo Jesús y su Iglesia!».

«Hoy en día, la Iglesia sigue con dolores de parto: las grandes ideologías que combaten la fe y la Iglesia; la pérdida de valores humanos y cristianos, la destrucción de la familia, de la vida, la banalización del sexo, la difusión de la drogadicción, el alcoholismo…», lamentó el arzobispo, quien relacionó el desánimo pastoral, la disminución de las vocaciones y la promoción de ideologías contrarias a la naturaleza y la vida con la obra del Maligno.

La esperanza, en el Magníficat

«Pero debemos subrayar», añadió, «que la persecución que realiza el dragón, la serpiente antigua, no triunfará jamás, aunque sea poderosa y con muchos tentáculos de mal e injusticia. Como dice el texto del Apocalipsis: es Satanás que quiere atrapar a Cristo, pero al resucitar escapa del poder del mal». Ante esta lucha el Magníficat de la Santísima Virgen es un llamado a la esperanza «para quienes experimentamos conflictos, lucha cotidiana, frustraciones, tentaciones y atractivos del mal, porque como María creemos en la victoria del amor, en el poder de Dios que ‘derriba a los poderosos y enaltece a los humildes'».

MAGNIFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, 
acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

El prelado destacó el cumplimiento de esta promesa en la vida de los santos, tanto los conocidos y venerados por la Iglesia, como quienes han vivido una santidad oculta y humilde, «mamás, papás, catequistas, jóvenes y abuelas, quienes han afrontado las luchas de la vida, llevando en el corazón la esperanza de los pequeños y humildes».
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La humildad de la Madre de Dios fue puesta como ejemplo, ya que ella, siendo la más grande de las criaturas humanas, es la más humilde de todas: «Ella, que es la Madre del Mesías, refiere toda la grandeza y toda la gloria a Dios, que ha hecho maravillas… Este cántico es especialmente intenso allí donde el cuerpo de Cristo sufre hoy la pasión. Donde está la cruz, para nosotros los cristianos hay esperanza, siempre»…

«Que el dogma de la Asunción al cielo de María Santísima, ilumine las metas, anhelos y proyectos humanos que nos impulsan a reafirmar los valores evangélicos del diálogo, la transparencia, la participación y los acuerdos éticos basados en la paz, la justicia y la libertad como reza nuestro escudo patrio», concluyó monseñor Valenzuela.

Con información de Gaudium Press.

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