El 17 de noviembre se estrena en España El Latido del Cielo, una película sobre el beato Carlo Acutis, los asombrosos milagros eucarísticos que investigó (con visitas a los testigos presenciales, clérigos y científicos, que hoy cuentan los hechos en Tixtla, Lednica o Sokolka) y con atención a su devoción mariana, especialmente a través de Fátima y los santos pastorcitos, importantes en su vida de fe.
La película la dirigen Borja y José María Zavala, y en cierto sentido complementa su anterior filme, El Cielo no puede esperar, también sobre este joven beato, que fue visto en cines por más de 200.000 espectadores, casi 40.000 en España.
Un primer tercio de la película se centra en los milagros eucarísticos, la segunda parte habla de la devoción del joven por la Eucaristía, y en el tercer tercio eso enlaza con su devoción mariana e incluso sus peculiares experiencias y visiones.
Quiso hacer una exposición sobre apariciones
La película explica que tras su visita al santuario de Fátima en 2006, varios meses antes de morir, Carlo Acutis sintió el deseo de hacer una exposición sobre apariciones de la Virgen, igual que había realizado una sobre milagros eucarísticos.
Según detallan su madre y sus biógrafos en esta película, Carlo decía: «Fátima es catequesis de 360 grados», porque, explicaba, incluía toda la visión: el cielo, el infierno, la santidad, la eucaristía, la confesión…
La película recoge con cierto detalle y con unos dibujos de animación adecuada, los primeros hechos de Fátima: la visita del ángel a los santos pastorcitos en 1916. El ángel les preparó a tener devoción a la eucaristía (sólo Lucia había hecho la Primera Comunión, los otros era pequeños aún). De forma mística, o en visión, les dio de beber de un cáliz y los niños quedaron durante varios días en un estado de abstracción casi mística.
Siendo ya Lucia religiosa, en 1925, ella tuvo una visión en la que veía a Cristo en la Trinidad, sangre bajando de la herida de su costado a un cáliz, y la Virgen de pie a su lado. Veía también una cascada en la que se leían las palabras «gracia» y «misericordia». Recibió también el encargo de fomentar la devoción de comulgar los 5 primeros sábados de mes.
Carlo relacionaba Fátima y devoción eucarística
Carlo, aprendiendo de estas visiones, veía reforzada su devoción eucarística. «Mi hijo se lamentaba de que hubiera colas para entrar al fútbol o a un concierto, y no para la eucaristía», señalan sus padres. Todas esas enseñanzas de Fátima sobre la eucaristía, piensan, son formas en que Jesús pide más devoción eucarística, incluso reparación, porque «la eucaristía no es comprendida».
Por lo general, Carlo conseguía ir a misa cada día, y también rezar el rosario cada día: era su oración cotidiana.
Un día, su párroco lo vio contemplando la peculiar sonrisa de la escultura mariana bajo el ambón de las lecturas en la parroquia. Cuenta en la película que le preguntó por esa sonrisa de la Virgen, entre sorprendida, dulce y pícara. «Esta sonrisa es el secreto de lo indecible, al encarnarse el Hijo», le explicó el sacerdote.
La Virgen de Fátima puso su corazón en él
En la película, la madre comenta un par de experiencias marianas más de Carlo Acutis: que en cierta ocasión sintió que la Virgen de Fátima se detuvo ante él y le puso su corazón en el pecho. Y también que recibió mensajes celestiales de los pastorcillos desde el Cielo.
La película no concreta mucho más, pero sí lo hace el libro de Antonia, la madre del muchacho, titulado Mi hijo Carlo: Carlo Acutis a través de los ojos de su madre (también es español como El secreto de Carlo Acutis: Por qué mi hijo es considerado un santo).
Antonia cuenta que cuando Carlo tenía unos 8 años fue con él a una procesión en una iglesia y que el pequeño tuvo una visión según la cual la Virgen de Fátima se detuvo ante él y le puso su corazón en el pecho. Antonia detalla además que la Virgen pidió a Carlo que se consagrara al Corazón de Jesús y a su Inmaculado Corazón.
En Fátima, Carlo habló con el postulador de los pastorcitos
Sobre el viaje que hicieron a Fátima y a España en 2006, meses antes de morir el joven, explica que hablaron con el P. Luis Kondor, postulador para la causa de canonización de los pastorcitos Francisco y Jacinta, que aún no habían sido canonizados.
Este sacerdote les mostró una exposición con fotos inéditas sobre las apariciones de la Virgen de Fátima en 1917 y de los tres videntes (la película de El Latido de Dios se ilustra con muchas fotos de esa época y de los pastorcillos que se guardan en Fátima).
La madre de Carlo dice que en esos meses su hijo recibió muchas señales de ellos. Por ejemplo, soñó que Francisco le pedía ofrecer reparación y sacrificios «para que las personas pudieran amar y honrar más la Eucaristía». Hoy muchos resumen su espiritualidad eucarística con su popular frase: «La Eucaristía es mi autopista para el Cielo». La consideraba el camino más recto y seguro a la santidad.
Carlo soñó con Sor Lucia
Antonia también explica que su hijo soñó con Sor Lucia en 2005, poco después de que muriera la religiosa. «Ella le dijo que la práctica de los cinco primeros sábados del mes podía cambiar el destino del mundo», afirma la madre.
Ya antes de ese viaje Carlo había estado intrigado por las figuras de los pastorcitos de Fátima. Cierto día, leyendo con sus padres los diarios de Sor Lucía, quedó impactado cuando los niños preguntaron a la Virgen si irían al Cielo y esta les pidió rezar más rosarios.
«Si Francisco, que era tan bueno, tan noble y simple, tuvo que recitar tantos Rosarios para ir al Paraíso, ¿cómo podré merecerlo también yo, que soy tan poco santo en comparación con él?», comentó el muchacho a sus padres.
De Fátima tomó siempre en serio la idea de rezar y hacer sacrificios ofreciéndolos especialmente por los pecadores y el Papa, y también durante su enfermedad ofreció sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia.
Pido se revise la fecha de la VISIÓN de la Santísima Trinidad en Tuy. No fue en 1925, sino en 1929.. Muchísimas gracias.
Manuel de Santiago, sacerdote y autor de Sor Lucia en Tuy. En este libro el autor escribe una primera aproximación a a Visión de Tuy. Está editada en la Editorial Sanroman, Madrid.
Con todo respeto,
Manuel de Santiago y González