Aunque volcado en su trabajo cinematográfico (tras El misterio del Padre Pío y Renacidos, prepara una tercera película sobre Karol Wojtyla), el periodista José María Zavala no descuida su faceta como escritor. Tras profundizar en El secreto mejor guardado de Fátima, recientemente ha publicado El cuarto vidente de Fátima (Martínez Roca). Se trata de una aproximación a las apariciones desde la perspectiva del sacerdote que fue encargado de la investigación en el momento y lugar de los hechos: Manuel Nunes Formigao (1883-1958).
-¿Cuál es la importancia del padre Formigao en la historia de Fátima?
-Crucial. El entonces obispo de Leiria le encargó investigar las apariciones de Fátima mientras se estaban produciendo. Formigão había estado en Lourdes y quiso ser su apóstol en Portugal, pero la Providencia le reservó otro cometido. Fue muy escéptico al principio y muy prudente.
-¿Fue decisivo para convencerle el milagro del Sol, que presenció personalmente?
-Por supuesto que sí. Fue un sacerdote que acudió a Cova da Iria, vio y finalmente creyó. Entre otras cosas, por eso mereció el apelativo de «El cuarto vidente de Fátima». Formigão ejemplifica al sabueso eclesiástico que debe actuar siempre con la mayor objetividad posible, atento a cualquier indicio sospechoso de falsedad o trampa, observador ecuánime, paciente, meticuloso como un entomólogo… Un hombre, en su caso, de profunda oración y fidelidad a la Iglesia que interrogó reiteradas veces a los pastorcitos mientras aseguraban ver a la Virgen y que fue el primer director espiritual de Sor Lucía.
-¿Quién impulsa su proceso de beatificación?
-El Papa Francisco aprobó el 14 de abril de 2018 el Decreto de Virtudes Heroicas del Siervo de Dios. Las religiosas de la Congregación de las Hermanas Reparadoras de Nuestra Señora de Fátima que él mismo fundó rezan por su pronta beatificación. Es probable que exista ya algún milagro por su intercesión.
-Jacinta es la otra gran protagonista de este libro…
-Escribir este libro-instrumento me ha servido para comprender por qué Jacinta es una de las más grandes santas en la historia de la Iglesia. La acción del Espíritu Santo y la mediación de la Virgen María obraron maravillas en una niña de nueve años, dotándola de una madurez sorprendente que daba incluso consejos, sin duda inspirada, a la propia Madre Godinho que la atendía en el hospital donde murió. Decía Jacinta, por ejemplo: «No hables mal de nadie y desconfía de quien habla mal». La pequeña debió escucharlo de labios de la Virgen.
-¿Nos centramos demasiado en los misterios de Fátima o en su interpretación política, con preferencia a su mensaje de conversión y aviso a los pecadores?
-Es cierto en parte, porque no debemos perder de vista que en los llamados secretos de Fátima o en las partes de un mismo secreto, como se prefiera, se encierra ese mensaje clave de la conversión. Sin ella nada tiene sentido. Nuestra Madre nos avisa de la necesidad ineludible de abrir nuestro corazón a Cristo sin condiciones para amarle y hacerle amar. Precisamente lo que no se hace hoy en tantos estratos de la sociedad mundial. Y eso acarreará consecuencias terribles que Dios no desea y su Madre tampoco. Fátima representa por eso el presente y futuro de la Humanidad y de la Iglesia. No el pasado.
-¿Qué impacto causó a los niños la visión del infierno?
-Fue estremecedor. Hubieran hecho lo indecible por no ver aquello. Y pese a ello, entendieron entonces solo una mínima parte del sufrimiento de Dios por cada alma que se condena porque quiere. Dios es infinitamente misericordioso, pero también es infinitamente justo. El infierno existe. Es un dogma de fe. Y por desgracia, muchas almas van allí si no se convierten. Ese es el mensaje central de Fátima, insisto: la necesidad de una conversación sincera y perseverante hasta el final.
-Es sorprendente la cantidad de curaciones que tuvieron lugar en Fátima, menos conocidas que las de Lourdes…
-En menos de 12 años, entre mayo de 1925 y diciembre de 1937, se registraron casi 15.000 enfermos en el despacho médico del Santuario de Fátima. Algunas curaciones inexplicables a la luz de la ciencia se recogen en el libro. Hoy siguen produciéndose. Hay personas que comunican las gracias concedidas en el Santuario y dejan allí diferentes ofrendas, desde medallas hasta crucifijos o alianzas.
-Padre Pío, Madre Esperanza, Isabel la Católica, Formigao… Se ha convertido usted en un experto en «Positios» y otras investigaciones eclesiásticas. ¿Qué conclusiones saca al respecto?
–La credibilidad es absoluta. Pienso en los centenares de testimonios y documentos de la Positio que pude manejar para componer mis libros del Padre Pío o de Isabel la Católica y puedo asegurar que es desbordante. Lo mismo me sucede ahora con Karol Wojtyla. La película que estoy dirigiendo con motivo del centenario de su nacimiento, el próximo mes de mayo, va a revelar sucesos tan impresionantes como desconocidos de su vida respaldados por documentos incontestables. Tampoco puedo olvidar mi vocación de periodista que, aun después de trabajar más de treinta años en redacciones de periódicos y agencias, sigo ejerciendo hoy.
Me uno al Rosario diario