Así ven Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco la festividad en la que María oró el Magnificat

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Este sábado 31 de mayo el calendario litúrgico nos recuerda la celebración de la Fiesta de la Visitación de la Virgen María, instituida oficialmente por el Papa Urbano VI en el año 1389. En esta visita María recita el cántico de alabanza conocido como el Magnificat (Lc 1, 46-55):

«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

La Santísima Virgen María, tras escuchar del ángel Gabriel que su prima Isabel esperaba un hijo, la fue a visitar para ayudarla y así llevarle las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella.

Además, María no fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.

San Juan Pablo II, en su catequesis del 2 de octubre de 1986, señalaba que “la dirección del viaje de la Virgen Santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús”, y mencionó que ”Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente”.

El Sumo Pontífice Emérito de Roma, Benedicto XVI, en sus palabras del 31 de mayo del 2011 dijo que “al meditar hoy la Visitación de María, reflexionamos precisamente sobre esta valentía de la fe. Aquella a quien acoge Isabel en su casa es la Virgen que ‘creyó’ al anuncio del ángel y respondió con fe aceptando con valentía el proyecto de Dios para su vida y acogiendo de esta forma en sí misma la Palabra eterna del Altísimo”.

El Papa Francisco en su reflexión el 31 de mayo del 2013 destacó que María “afronta el camino de su vida, con gran realismo, humanidad, concreción”, y subrayó que “tres palabras sintetizan la actitud de María: escucha, decisión, acción; palabras que indican un camino también para nosotros frente a lo que nos pide el Señor en la vida”.

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