Alfonso X, conocido como «El Sabio» fue rey de Castilla y de León entre 1252 y 1284. Bajo su reinado la Reconquista siguió su curso y pudo recuperar Jerez y Cádiz. Pero además, este monarca castellano ha sido reconocido por la gran obra literaria, científica, histórica y hasta jurídica realizada por su escritorio real, del cual él supervisó e incluso participó directamente con su propia escritura y de su labor inició en buena medida la prosa en castellano.
Y un hecho muy relevante es que el propio Alfonso X se definía como el “trovador de la Virgen” pues el mismo rey elaboró de su pluma y letra las Cántigas de Santa María, una de las colecciones de canción monofónica más importante de la literatura medieval occidental. Se trata de un conjunto de 417 composiciones en honor a la Virgen María. La mayoría son cantigas que cuentan milagros sucedidos con la intervención de María.
Recientemente, Patrimonio Nacional ha inaugurado un espacio digital para la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en la que se han publicado de dos de los manuscritos que contienen las Cantigas de Santa María de Alfonso X.
En el Diario de Sevilla, Pablo J. Vayón, crítico musical y experto en este ámbito, profundiza sobre la belleza de las Cantigas de Santa María escritas por Alfonso X El Sabio:
Alfonso X, trovador de la virgen
Ha sido noticia reciente la inauguración que Patrimonio Nacional ha hecho de un espacio digital para la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial con la publicación online de dos de los manuscritos que contienen las Cantigas de Santa María de Alfonso X, los conocidos como Códice Rico y Códice de los músicos.
Las Cantigas representan la gran aportación española a la lírica musical del medievo, a la que pertenece la vasta literatura trovadoresca, con la que las unen lazos muy estrechos. Y es que en el mismo Prólogo de la colección, el rey Sabio se proclama trovador de Santa María, hasta llegar a confesar que desde ese momento dejaría de trovar por cualquier otra dama, lo cual parece confirmar que en su juventud el rey había escrito ya (o recopilado) canciones de carácter profano, hoy perdidas.
El gusto por la música ha quedado bien recogido en toda su obra, incluso en las Partidas, en las que se recomienda que los reyes empleen su tiempo de ocio en música “ca los cantares non fueron fechos sinon por alegria, de manera que reciban dellos placer et pierdan los cuidados”. Eso no significaba que el monarca no considerara la música una actividad intelectual, pues ese mismo Prólogo comienza así: “Porque trovar es cosa en que yace entendimiento, por eso, quien lo hace ha de tenerlo, y razón bastante”.
No hay duda de que las cantigas nacieron por iniciativa del propio rey, cuya participación personal parece incluso atestiguada en las nueve de carácter autobiográfico que se incluyen en el corpus de 420 que se han conservado. Aunque hay quien eleva su participación hasta en un centenar de piezas, lo único confirmado es que esas cien cantigas constituían el plan original, que luego fue poco a poco ampliándose.
Las obras forman parte de una tradición europea en la que se incluyen figuras como las de Gautier de Coinci (c.1177-1236), poeta y músico del norte de Francia que estuvo en contacto con los troveros y con los compositores de la escuela de Notre Dame, o nuestro Gonzalo de Berceo (c.1198-c.1264). Si para la mayor parte de su obra jurídica o histórica Alfonso X escogió el castellano, para las cantigas eligió el gallego, acaso por la tradición lírica de esa lengua, que se asocia también a las cantigas de amigo, un género del que se han conservado centenares de poemas, pero sólo seis con música.
Las Cantigas de Santa María se agrupan por decenas, que empiezan por una de loor a la que siguen nueve de milagros extraídas de leyendas europeas, aunque son mayoría las que transcurren en la península Ibérica. Siempre se ofrece un breve contexto histórico para pasar luego a la narración, que termina con la intercesión milagrosa de la virgen. En esta tarea, algunos nombres de los colaboradores del rey Sabio han trascendido, como el poeta gallego Airas Nunes o el trovador provenzal Giraut Riquier. Formalmente, la mayoría de las cantigas responden a un modelo de canción con estribillo, que es característico tanto del virelai francés como del zéjel andalusí: el estribillo suele ser un pareado al que siguen los versos de la mudanza (por norma, un trístico monorrimo) y un verso de vuelta que rima con el estribillo que se repite tras él.
La escritura de música original debió de ser excepcional. Las cantigas se construyeron mayoritariamente mediante el procedimiento del contrafactum, esto es, despojando a obras preexistentes de sus textos originales, para ponerles otros. Maricarmen Gómez Muntané, gran especialista española en música medieval, ha identificado hasta seis fuentes diversas: canto gregoriano, escuela de Notre Dame y epígonos, trovadores, troveros (como Gautier), repertorio lírico español antiguo (desconocido casi por completo) y contrafacta de las propias cantigas.
Las Cantigas de Santa María se han conservado en cuatro tomos distintos, que en realidad pertenecen a tres proyectos. La Biblioteca Nacional de Madrid conserva una copia de las cien cantigas originales en un volumen en pergamino procedente de la catedral de Toledo, con un apéndice que incluye veintidós cantigas más. No tiene ilustraciones y estaba disponible ya online a través de la Biblioteca Digital Hispánica.
Las dos copias conservadas en la Biblioteca de El Escorial, que ahora se exhiben vía digital por primera vez, contienen en cambio ricas iluminaciones que dan información valiosísima sobre las formas de vida de la época, los instrumentos musicales y las relaciones entre los propios músicos. El llamado Códice Rico recoge 194 cantigas, precedidas de índice, prólogo e introducción. Las miniaturas ocupan páginas completas y siguen la narración en forma de viñetas. Quedó incompleto, exactamente igual que el tomo que pareció concebirse como su natural continuación, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Florencia con 104 cantigas que tienen el pautado ya trazado, pero sin la notación musical. El Códice de los Músicos parece haberse concebido como una versión más modesta de este gran manuscrito de lujo, ya que las ilustraciones (en todos los casos, imágenes de músicos) se reducen a la cabecera de las que hacen múltiplo de diez. Es en cualquier caso, la fuente más completa, ya que recoge un total de 416 cantigas (nueve están repetidas), precedidas de índice, introducción y prólogo.
María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros.