La Virgo Lactans de Montevergine, en el Vaticano: una Virgen románica que da el pecho

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La Virgo Lactans de Montevergine ha estado unos días en el Vaticano en los oficios papales
La Virgo Lactans de Montevergine ha estado unos días en el Vaticano en los oficios papales

Riccardo Luca Guariglia, abad benedictino de Montevergine, monasterio del sur de Italia, ha explicado la simbología y significación del gran icono de la Virgo Lactans, una imagen románica, del siglo XII, que muestra a María dando el pecho al Niño Dios.

Esta imagen se expone a la devoción de los fieles durante unos días en la basílica vaticana y se ha exhibido en las misas con el Papa del 31 de diciembre y el 1 de enero.

Se celebran 900 años de la fundación de ese monasterio por parte de San Guillermo de Vercelli, italiano de familia noble, pero austero y devoto desde muy joven, ya que se sabe que a los 15 años llegó en peregrinación a Santiago de Compostela. Fue un fundador de monasterios y comunidades tras varios años de vida ermitaña.

«Nosotros, monjes benedictinos virginianos, nos sentimos idealmente representados por nuestro antigua cofrade representado a los pies de Nuestra Señora sentada en un trono, implorando de ellos la luz de la gracia, el fortalecimiento de la fe y el consuelo de la esperanza en el seguimiento de los divinos preceptos de su Hijo», comenta el abad.

La Virgo Lactans del siglo XII de Montevirgine es peculiar por ser una Reina lactante
La Virgo Lactans de Montevirgine, del s.XII, es peculiar por ser una Reina lactante

Una imagen universal, pero también cristiana

«Una madre que amamanta a su hijo es la imagen misma de la ternura: en todas las épocas, en todas las civilizaciones, en todas las latitudes. Tanto más para nosotros, cristianos, que vivimos los días conmemorativos de la Navidad del Salvador, de la extraordinaria y estremecedora verdad de la Encarnación, la de un Dios que se hace hombre por amor«, añade.

«Esta ‘Virgen de la leche’ se presenta a nuestros ojos como una imagen de belleza conmovedora y popular, a pesar de la solemnidad de la pose y la riqueza de la ornamentación, y es capaz de traducir para nosotros, como lo fue para todos nuestros antepasados, la impenetrabilidad del dogma en un lenguaje inmediato y universal. Es la imagen de un milagro cotidiano y compartido, el del nacimiento y el crecimiento, lleno de emoción y asombro, pero no exento de riesgos y peligros, como lo fueron la venida del Señor al mundo y la primera infancia. Podemos pensar, al contemplarla, en cuántas miradas de madres agradecidas o suplicantes se habrán dirigido hacia ella a lo largo de los siglos, y cuántas manos temblorosas habrán levantado hacia ella niños envueltos en pañales, implorando la protección divina», apunta el abad.

El benedictino recuerda las palabras que resuenan en el Evangelio de Lucas: «¡Bendito el vientre que te llevó y el pecho del que tomaste leche!» (Lc 11, 27). «La alabanza que la mujer del pueblo dirige a la madre de Jesús es reflejada vivamente por el autor desconocido de Campania en el icono de la Madre de Dios», añade. «Como los pastores, contemplamos el icono del Niño en brazos de su Madre, sintiendo crecer en nuestro corazón un sentimiento de inmensa gratitud hacia Ella, que dio al mundo su Salvador».

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