Año 1099, primera cruzada. Los cristianos asedian las murallas de Jerusalén ocupadas por el islam, henchidos por el grito de Deus Vult pronunciado años antes por Urbano II en Clermont. En pleno combate, el cruzado Géraud de Graves elevó la mirada al Cielo y prometió que, de salir con vida, la dedicaría a María como ermitaño en un oratorio construido por él mismo. Mil años después, el santuario de Nuestra Señora de Verdelais es conocido en todo Francia por los cientos de milagros allí producidos, que encuentran su origen en una pequeño icono de María hallado en la reconquistada Jerusalén.
Tras regresar con vida a su Aquitania natal, de Graves erigió un oratorio en la localidad de Verdelais, donde residió junto a la pequeña estatua de María. Tras la muerte del cruzado, se cedió el actual territorio de Verdelais a una orden religiosa fundada por Saint Etienne de Muret , los monjes de grandmont, que construyeron un convento cerca del oratorio de Géraud y donde permanecieron desde 1160 hasta principios del siglo XVII. Les seguirían los celestinos, los maristas, los pasionistas y, por último, los marianistas.
Hicieron falta unas pocas décadas para que se extendiese la devoción popular a la que hoy es conocida como Nuestra Señora de Verdeláis, cuyo oratorio se encuentra consagrado a la advocación de Consuelo de los afligidos.
Y los milagros comenzaron a suceder. El primero tuvo lugar en 1185 con la curación de un ciego. Desde entonces no han parado. Un libro del siglo XVII reeditado por el snatuario, Le sácre désert de Verdelais, recoge cientos de casos registrados de sanaciones y curaciones milagrosas producidas en el santuario o por intercesión de la Virgen.
Uno de los momentos de mayor actividad fue el siglo XIX, cuando se registraron 133 intervenciones milagrosas en poco más de 60 años (1819-1883), en los que sordos, mudos, inválidos y paralíticos, ciegos, enfermos o marineros fueron salvados y los habitantes de la región, convertidos.
El santuario donde los cojos y lisiados caminan…
Y muchos de ellos tienen familia, nombre y apellidos. Es, por ejemplo, el caso de Arnaud Pagard y su esposa, fieles de la parroquia de Beautiran. Su hijo, inválido de todo el cuerpo y víctima de fuertes dolores y convulsiones, no encontraba la salud en ningún remedio humano. Desesperados, los padres recurrieron a María y prometieron que si su hijo sanaba, lo llevarían en agradecimiento a visitar la capilla de Verdelais. La respuesta no tardó en llegar, atestiguada por fieles como Catherine Claverie, Marguerite y Jeanne Pagard y ratificada por el notario real, Sieur Jean Chanteloux, junto con el párroco Jean Chafting el 20 de septiembre de 1626.
El interior del santuario de Verdelais, durante la celebración de la vigilia de Pascua el pasado 8 de abril.
También fue el caso de Claude Defcoux, otro lisiado que se vio sanado por completo de una parálisis que le invalidaba por completo, llegando a perder el habla y encontrándose desesperado, convencido de que no sanaría sin intervención divina. Nada más hacer el voto de visitar Notre-Dame de Verdelais, se vio completamente sanado, según atestiguaron el párroco y otros fieles. O de Blandine Duvet, esposa del obrero Pierre Bosch, que el mismo día de su boda cayó en ua parálisis que le impedía caminar o hablar. En Verdelais, tras una noche velando en oración y comulgar en la Misa de la mañana, se vio completamente sanada, pudiendo llegar a su hogar por su propio pie. El milagro, ocurrido el 29 de mayo de 1636, fue atestiguado por más de 50 personas y suscrito por sacerdotes de la diócesis de Touluse, Bazas o Burdeos.
Los milagros beneficiaron tanto a humildes campesinos y trabajadores como a nobles. Fue el caso de Marguerite de Boudeille, viuda del señor de Castelieu. El 5 de enero de 1641, tras ponerse sin éxito en manos de los mejores médicos de la región buscando la sanación de una parálisis invalidante, prometió visitar la capilla de Verdelais y ofrecer a la Virgen una buena cantidad de plata por su sanación. De nuevo, quedó sanada por completo, lo que ratificaron el padre sacristán o las testigos Marie Coulon y Marie Naucase.
Las sanaciones también supusieron el reconocimiento de los milagros por parte de algunos partidarios de la reforma protestante. Algo que muestra el caso de Jeanne Laveau, cuyo hijo fue víctima de «una maldición el día de su boda», quedando gravemente afectado. Laveau prometió ir con toda su familia a Verdelais a rogar por la salud de su hijo, que quedó completamente sanado. El milagro se produjo ante la mirada atónita de varios calvinistas, que no pudieron evitar considerarlo un aintervención milagrosa.
… y los mudos hablan
Los milagros no solo se dirigieron a lisiados. El caso de Verdelais es una clara muestra de la sentencia evangélica que describe a la gente «maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían».
Marguerite Dumas es una de esas mudas que acudió a la intervención divina, pero en 1645. Aquel año acudió a Verdelais junto a sus padres para pedir la intercesión de la Virgen para recuperar su voz, lo que resultó de inmediato. No fue un caso exento de testigos: más de dos mil personas presenciaron su sanación, contándose entre ellos el mismo notario real, Sieur Picart, el benedictino Dom Eutrope Tabourin, o el señor Aubrin, abogado del Parlamento de Burdeos, siendo autorizado y aprobado por los vicarios generales de la sede de Burdeos e impreso por el artista Gillaume de la Court en Burdeos.
Uno de muchos otros mudos que recuperaron milagrosamente el habla fue Guillem Dulaut, cuando visitó el santuario aconsejado por el obispo de Bazas para triunfar «sobre las debilidades de la naturaleza e inutilidad de los remedios». Tan pronto como llegó quedó sanado un 23 de marzo de 1643, volviendo a visitar la localidad junto a su hijo en agradecimeinto a la Virgen.
Pintores y beatos sanados por la Virgen
En Verdelais también fue sanado Odilon Redon, destacado pintor de la corriente simbolista del postimpresionismo y precursor del surrealismo. Nacido en 1840, tenía solo 6 años cuando acudió junto a su madre para pedir su sanación de frecuentes ataques epilépticos. Tras su sanación inmediata, Redon regresaría al santuario menos tres veces a lo largo de su vida para agradecer a la virgen de Verdelais y dar testimonio de la continuidad del milagro.
Otro destacado milagro de Verdelais fue el que sanó al fundador de la Congregación de Hermanos y Hermanas Marianistas, Guillaume-Joseph Chaminade. Nacido en 1761 cerca de Burdeos, asistía al colegio-internado de Mussidan, de la institución San Carlos, cuando fue víctima de una lesión en el pie en una salida con 12 años. Con la ayuda de su hermano sacerdote, Jean Baptiste, recorrió los 80 kilómetros que separaban la ciudad del santuario, donde agradeció la recuperación «milagrosa» a sus ojos que sufrió. Desde entonces dedicó su vida al servicio a su fe y a la Virgen y en 1817, ya ordenado sacerdote, fundó en su honor la Congregación de los Hermanos de María. Fue beatificado el 3 de septiembre de 2000 por el papa Juan Pablo II.
A día de hoy, la devoción a esta advocación mariana está extendida por todo el país y son muchas las peregrinaciones de scouts, jóvenes, adultos y religiosos que se realizan cada año al santuario de Verdelais, pidiendo especialmente por la intercesión de María ante dolencias y afecciones.