Una crónica del sacerdote Álvaro Cárdenas.
Acabo de llegar ayer por la noche de peregrinar a Garabandal, acompañando a cincuenta peregrinos, la mayoría de Madrid, pero también de Sevilla, de Badajoz y de Mallorca, varios de ellos convertidos recientemente después de muchos años alejados de Dios y de la Iglesia. Todos con un gran deseo de Dios, de paz y de esperanza.
Santuario de la Gran Promesa de Valladolid: pausa en el camino para encontrarnos con el Corazón de Dios y arrojarnos a Él
Pasamos primero por la Basílica Nacional de la Gran Promesa de Valladolid, corazón de la devoción y culto al Corazón de Jesús en España y en todos los territorios de ultramar que formaron parte de la Monarquía Hispánica.
En este Santuario el novicio jesuita beato Bernardo de Hoyos, descubrió las revelaciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita, se enamoró del Corazón de Jesús y el Señor se le manifestó como a Santa Margarita en Francia:
Me mostró su Corazón encendido de Amor.
Tras una cordial acogida, el Santuario nos situó en el extraordinario lugar en el que nos
encontrábamos, ofreciéndonos una preciosa presentación sobre el Corazón de Jesús, la historia de la revelación de su Corazón, y particularmente allí al beato Bernardo de Hoyos, novicio entonces de la Compañía de Jesús, quien recibió la revelación particular llamada desde entonces «La Gran Promesa»:
Reinaré en España con especial predilección.
El Santuario de la Gran Promesa de Valladolid es el Paray-le-Monial de España, desde donde se extendió la devoción y el culto al Corazón de Jesús por el mundo entero.
Además, si la cruz del Calvario es el altar en el que el Señor nos ha entregado su Corazón, el altar de este Santuario es, en palabras del Papa Pio XI, ¡el tercer altar más importante de la Cristiandad! El primero el Calvario, el segundo Paray-le- Monial, el tercero el del Santuario de la Gran Promesa de Valladolid.
El Santuario de la Gran Promesa, lugar elegido por el Señor para revelar de nuevo su Corazón aquí en España, y desde aquí llegar a toda nuestra geografía española y a todos los rincones donde la presencia española llegó con su impulso civilizador, misionero y evangelizador, es el motor de la sencilla devoción que más tarde se ha convertido en un verdadero culto litúrgico y en la espiritualidad que como han enseñado reiteradamente los Papas, constituye el corazón de toda nuestra vida cristiana.
Si Portugal tiene su Fátima, donde nuestra Madre la Virgen nos ha mostrado y nos ha
dejado su Corazón Inmaculado, y Francia tiene su Paray-le-Monial donde Jesús mostró y dejó su Corazón, España ha sido escogida por el Cielo para en su Santuario de
Valladolid mostrarnos su Corazón, dejárnoslo en herencia, y confiarnos la altísima misión de anunciar primero en sus vastísimos territorios y después al mundo entero los tesoros inagotables encerrados en su Corazón.
Tras acoger el tesoro escondido en este discreto, desconocido para muchos, pero precioso relicario de nuestra geografía espiritual nacional, que abrió nuestros corazones a este Corazón encendido de Amor, que es el Corazón de Jesús, celebramos su presencia, su amor y su entrega a nosotros en el Misterio de la Eucaristía con la celebración de la Misa en la capilla de la Congregación del Santuario, en aquel tiempo capilla privada de la Compañía de Jesús y en donde comenzó el culto público al Corazón de Jesús en España, incluyendo toda la América hispana (Central, del Sur y Caribe, y del Norte hasta Alaska), sin olvidar Filipinas y todos los archipiélagos del Pacífico que fueron descubiertos y evangelizados por los misioneros españoles, territorios que formaban parte de la Monarquía hispánica y que en aquel entonces constituían nada menos que ¡un tercio de toda la Cristiandad!
Tras la celebración de la Misa pudimos comer en el mismo refectorio del Santuario en el que comía el beato Bernardo de Hoyos y sus compañeros novicios jesuitas.
Ha sido una gracia extraordinaria para nosotros.
María, Madre nuestra
Después de la cena, ya en Garabandal, les hablé del significado de Garabandal como la escuela de María. En cada lugar nuestra Madre se aparece con un título que la distingue. En Lourdes: la «Inmaculada Concepción»; en Fátima el «Inmaculado Corazón de María»; en Garabandal la Virgen se aparece a las niñas y a todos sus hijos en la advocación de la Virgen del Carmen, pero diciéndonos: «Yo soy vuestra Madre»;. Se presenta simplemente como Madre nuestra, Madre de todos los discípulos de su Hijo y de Madre de todos, como Madre cercana que está con sus hijos, se interesa por todas sus cosas, y como maestra de la vida los enseña a ser buenos, a rezar, a recibir y a adorar a Jesús en la Eucaristía, a comprender el valor y la fecundidad de la obediencia, del trabajo hecho por amor, de la solicitud por los enfermos, los ancianos y los pobres, a interceder en la oración por los difuntos, a meditar y venerar la Pasión de Jesús, a comprender el valor de la cruz y de los sacrificios ofrecidos a Dios. ¡Incluso, como verdadera Madre, juega con sus pequeñas elegidas! Su mensaje nos ha ayudado a todos a acoger más conscientemente a nuestra Madre en nuestra vida y a desear dejarnos educar por ella, como educó a su Hijo Jesús y como educó a sus pequeñas escogidas de Garabandal, y a través de ellas también a nosotros.
El don incomparable de la Eucaristía
Por la mañana hemos tenido una enseñanza sobre el don de la Eucaristía, uno de los puntos fundamentales del mensaje de Garabandal: «A la Eucaristía se le da cada vez menos importancia«. El milagro de la comunión eucarística de Conchita también pone a la Eucaristía en el centro del mensaje de la Virgen dirigido a todos sus hijos.
Terminamos participando en la celebración de la Misa parroquial de Garabandal, celebrada dignamente, con fe y con profunda adoración, por su párroco Don Rolando. Al finalizar, se nos dio a besar un crucifijo venerado en la parroquia, que fue besado incontables veces por nuestra Madre: «la joya más preciosa de Garabandal», en palabras de Conchita, una de las videntes, al párroco.
Contemplando con los ojos de la Madre, en Los Pinos, los misterios de la vida del Señor
Por la tarde rezamos un precioso Rosario en los Pinos con los hermanos y hermanas del Hogar de la Madre y algunos otros peregrinos. Pudimos acompañar a nuestra Madre y con ella contemplar los misterios gloriosos de la vida de su Hijo, mientras desgranábamos las cuentas de nuestros rosarios. Fue un momento en el que muchos de los que estábamos rezando allí pudimos experimentar interiormente la presencia de nuestra Madre y la paz que a todos nos envolvió.
Adorando al Señor
Antes de la cena tuvimos una hora preciosa de adoración al Santísimo, contemplando al Señor con nuestra alma, adorándole con nuestro silencio, dirigiéndonos a Él con nuestra palabra y nuestros cantos, y alabándole con nuestros labios y nuestro corazón. Por su parte, como hace cada vez que le recibimos en la comunión o lo adoramos en la adoración eucarística, Él nos abrió su Corazón, nos sumergió en el ardiente fuego de amor de su Corazón, y nos encendió en la llama viva de su Amor.
Para terminar, lo acerqué a cada uno de los bancos para que como hace dos mil años pudiera pasar ante cada uno, y cada uno pudiera experimentar también su asombrosa cercanía, su mirada sobre ellos, y su generosa bendición. Fue un momento lleno de fe y de gozo sobrenatural. Muchos, al pasar el Señor delante de ellos lo miraban llenos de amor, se llenaban de profunda conmoción, sin poder evitar en muchos casos que por sus mejillas corrieran lágrimas de amor. Esto es lo que podía ver en los fieles en adoración y lo que ellos mismos testimoniaron después. ¡Qué sentiría el Corazón del Señor así acogido, así adorado, así alabado, así querido, en comparación con tantas ingratitudes, indiferencias, cuando no blasfemias y sacrilegios con que es tratado tantas veces en este sacramento!
Oración de Misericordia por nuestra sanación
Durante las apariciones de Garabandal, y después de ellas también, se han sucedido sanaciones tanto físicas como interiores. Si Garabandal ha sido para muchos el lugar donde han encontrado salud para sus cuerpos, mucho más para sus almas. Tras la cena tuvimos una oración de Misericordia para pedirle al Señor por nuestra sanación. Fue una sencilla oración dirigida desde el corazón a su Corazón, reservado en el sagrario, pidiéndole que se acercara a cada uno de nosotros, como tantas veces lo hizo durante su vida pública, y contemplando lo que nos pesa en nuestra vida, nuestras heridas, dolencias y sufrimientos del cuerpo y del alma, nuestras soledades, inseguridades, miedos y ansiedades, extendiera su mano sobre nosotros y nos liberara y sanara de todo ello con su amor y con su gracia.
Durante nuestra oración invité a compartir su testimonio a un amigo mío que
peregrinaba con nosotros, convertido ocho años antes tras 40 años fuera de la Iglesia. Hoy este amigo mío es miembro de la comunidad de las Hermanitas del Cordero. Le pedí que diera testimonio de su curación, al participar en una oración de sanación en Madrid. Poco tiempo después de su conversión le diagnosticaron un cáncer de próstata en estado tan avanzado que los médicos ya no podían hacer nada. Desahuciado y sin esperanza humana de curación, asistió a la vigilia de oración. Quien dirigía la oración anunció que alguien con cáncer de próstata estaba siendo curado por el Señor. En aquella vigilia yo sostenía la custodia y acercaba el Santísimo a todos los fieles que se hallaban en el templo. Aquel día, Domingo quedó completamente curado. Los médicos confirmaron después que inexplicablemente todos los tumores habían desaparecido y que estaba perfectamente sano.
Tras el conmovedor testimonio de mi amigo y compañero nuestro de peregrinación terminé la vigilia de sanación invitando al grupo de peregrinos y al resto de fieles de la parroquia que habían venido a la celebración a que se acercaran para imponerles las manos, como había hecho tantas veces Jesús, ungiéndoles en la frente con aceite bendecido traído de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, haciendo sobre cada uno de ellos el signo de la cruz. Mientras los bendecía, cantábamos al Señor, lo alabábamos, e invocábamos al Espíritu Santo. Estuvimos casi dos horas de vigilia.
Los peregrinos testimoniaron haber sido muy tocados en este momento por el Señor.
Toma de conciencia de nuestra responsabilidad.ante la crisis del sacerdocio y de fe de la Iglesia
«Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas».
El Domingo, después de nuestro ofrecimiento del día al Corazón de Jesús y a nuestra
Madre y de rezar la oración de la mañana de la Iglesia, los Laudes, tuvimos otra charla
dedicada a la crisis de fe de la Iglesia y de los sacerdotes, revelada con enorme dolor por la Virgen en Garabandal, y a nuestra responsabilidad como hijos de la Iglesia de convertirnos, de santificarnos, de amar mucho a los pastores de la Iglesia, y de orar y sacrificarnos por ellos y su santificación.
Concluimos la mañana con la celebración de la Misa dominical. La transfiguración de
Jesús ante sus apóstoles en el monte Tambor era la imagen más elocuente de lo que habíamos vivido en apenas día y medio en aquel recóndito pueblo de la montaña cántabra, San Sebastián de Garabandal.
«Catarata Imparable»
Tras comer, emprendimos el viaje de vuelta a Madrid. Durante el camino vimos la película «Catarata imparable», que presenta la actualidad rabiosa del mensaje de nuestra Madre en Garabandal a la luz de todo lo que estaba sucediendo en ese momento en la Iglesia y en el mundo (y que tristemente continúa sucediendo aún hoy), y la falta de rigor de la comisiones que se abrieron para investigar los hechos acaecidos en Garabandal. En este documental miembros de las comisiones que se hicieron por parte de la Iglesia de Santander y otros expertos, teólogos, historiadores, antropólogos…, testimonian en primera persona la falta de garantías y de rigor en el proceso de la investigación y la presión a la que fueron sometidos tanto los mismos miembros de la comisión como otros testigos entrevistados, hechos que invalidan sus conclusiones, y por tanto el juicio final del Obispado.
Compartiendo la experiencia de la peregrinación
Después del interesantísimo documental, los peregrinos han compartido uno por uno lo que el Señor y nuestra Madre han hecho en sus corazones este fin de semana de peregrinación. El testimonio fundamental ha sido que se han encontrado con el vivo amor de sus Corazones, con el deseo de corresponder a él con una vida santa, y de ser sus apóstoles con su testimonio, con su oración, con el trabajo que cada uno realiza y con su vida ofrecida.
Sus testimonios pueden ser resumidos en una palabra: «maravilla». Garabandal los ha dejado maravillados. Aunque reconocían que el juicio definitivo está en manos de la
Iglesia, y que hay que esperar a que ésta en el momento oportuno lo estudie con rigor y dé su autorizado parecer, han dado testimonio de que durante todo el fin de semana han experimentado la presencia sobrenatural del Señor y de la Virgen con mucha intensidad y que vuelven renovados a casa y con grandes deseos de vivir todo lo escuchado y vivido allí.
Les resultaba increíble pensar lo silenciado que está Garabandal, al tiempo que se sentían llamados a compartir la experiencia inolvidable de su peregrinación con sus familiares y amigos.
Además, una mujer que sufría dolores fuertes en la rodilla testimonió en el autobús que mientras recibía la imposición de manos durante la oración de sanación sintió un calor muy intenso en la rodilla y que cuando subió por la noche a su habitación ya no le dolía la rodilla. El domingo, muy de mañana, subió a los Pinos a rezar el rosario por el camino más empinado. El dolor de su rodilla había desaparecido. Otro peregrino compartió que había venido con dolores musculares y que durante la imposición de manos sintió también mucho calor y que al terminar la celebración habían desaparecido sus molestias. Otros testimoniaron que durante la oración sintieron una paz profunda, como si todo el peso que llevaban se hubiera ido.
Derroche de gracias:
una catarata imparable de amor y de gracias
La peregrinación ha sido un derroche de gracia para nuestros cuerpos y para nuestras almas. Aprovechando el título de la película que vimos a la vuelta, ha sido de verdad para todos «una catarata imparable» de amor y de gracias.
Don y responsabilidad:
gratitud y compromiso
Todos hemos vuelto enormemente felices, con la conciencia de haber tenido un precioso encuentro con nuestro Señor de la mano de nuestra Madre, de haber recibido un don muy grande y de nuestra responsabilidad de corresponder a ese don, entregándonos más a ellos y compartiendo lo vivido en nuestra peregrinación con nuestros amigos, para que otros muchos puedan descubrir que Garabandal está vivo, que nuestra Madre les está invitando a acercarse a ella y a escuchar su mensaje, guardarlo en el corazón y hacerlo vida para así poder llevar la esperanza y la alegría que puede transformar a la Iglesia primero y después al mundo.
Una crónica del sacerdote Álvaro Cárdenas.