El arzobispo de Madrid, el cardenal Carlos Osoro, ha impartido durante este curso una serie de catequesis sobre el tema “María, la mujer y la catequesis” que concluyó el pasado 16 de mayo con la ponencia “María y la mujer en la fe y la vida de la Iglesia que peregrina en Madrid”.
En su intervención, el purpurado afirmó que “en la Virgen María encontramos las características más esenciales para evangelizar y transmitir la fe como catequista” ya que en “María se expresa la belleza verdadera del ser humano”.
Evangelizar con «el corazón a cuestas»
Según explicó el cardenal Osoro, en los momentos de crisis “necesitamos salir a este camino siendo catequistas del trato íntimo con Dios”. Una invitación a ser “artistas” al estilo de Jesús de Nazaret, pues “el artista del trato íntimo con Dios tiene que reformular su vida permanentemente”. Y, si no vienen, “hay que ir nosotros”. Y, si les cuesta venir, “hay que buscar fórmulas para que nosotros podamos ir a donde están ellos, como lo hizo la Virgen María”, subrayó.
Tal y como recoge el Arzobispado de Madrid, el prelado recordó que han de ser sal y luz. “Para eso, tenemos que estar en contacto con quien es la Luz verdadera que ha venido a este mundo, Jesucristo”.
Evangelizando sin descanso, con todo el corazón a cuestas… ”Un evangelizador no puede ser llorica; porque, entonces, no evangeliza, no saca fuerzas y capacidad creativa ante las situaciones nuevas que existen en este mundo”.
“Vosotros practicáis el derecho a la belleza”
Consciente de que desde la mirada de la mujer, transida por el amor infinito de Dios, encontramos la primera urgencia de la catequesis de hoy, el purpurado destacó que “necesitamos hombres y mujeres que, con su vida, anuncien explícitamente la misericordia y el amor de Dios». Siendo «hilos transmisores de la fe”, porque “todos los que estamos aquí la hemos recibido de nuestros padres”. Y aunque hoy “no es así”, ha aseverado que “algo tendremos que mover de nuestra vida para conseguirlo”.
Además, alentó a impartir una catequesis que muestre la ternura maternal de la Iglesia. Siendo como María, “ofreciendo y ofertando la vida sin poner condiciones”. Con entusiasmo, llevando la alegría y la reconciliación, viviendo en una actitud de ofrecimiento y viviendo en y desde la fe.
“Vosotros practicáis el derecho a la belleza”, aseveró. “El derecho que tiene todo ser humano a recibir la belleza máxima, que es Dios, y que Dios supo darle rostro”. Ella, reveló, “no se arredró porque no tuviese un lugar para dar la catequesis y para mostrar al Señor”.
De hecho, “dio a luz en un establo y no le importó; lo hizo y allí apareció la belleza, que iluminó el establo”. Por tanto, un catequista “quiere comunicar el rostro de Dios e implantar el derecho a la belleza”, que “es el derecho supremo de cualquier ser humano”, concluyó.
María, Puerta del Cielo, ruega por nosotros