La Virgen María y el Rosario: las dos armas con las que padre Mourad sobrevivió al cautiverio de Estado Islámico

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Jacques Mourad nunca pensó en poder renegar de su fe

El sacerdote sirio Jacques Mourad, de rito siro católico, ha conocido muy de cerca a Estado Islámico. Durante casi cinco meses estuvo secuestrado por los yihadistas de este grupo cuando atacaron el monasterio de Mar Elian, del que él era el prior.

Sufrió vejaciones, insultos, agresiones e incluso le sometieron a una ejecución fingida como parte del maltrato psicológico. Pero podría haber sido liberado rápidamente: sólo tenía que apostatar y renegar de Cristo. Pero él no lo hizo, prefirió arriesgarse a la muerte y ser fiel a su fe. Así, hasta que un día logró escapar.

La fuerza del Rosario

En una entrevista en Aciprensa, el padre Mourad confiesa que durante esos largos cinco meses la oración fue lo que le sostuvo vivo, especialmente el rezo del Rosario, donde sintió la cercanía de la Virgen María en los momentos de mayor soledad y terror.

El 21 de marzo de 2015, los yihadistas le metieron junto a un postulante de su congregación en el maletero de un coche, con los ojos vendados y atados de pies y manos.

“Desde el primer momento, cuando me encontraba en el maletero y no sabía que iba a suceder me dirigí a la Virgen María, como un niño que necesita del cuidado de su madre, recé el Rosario y sentí especialmente su presencia y su cuidado. Entonces me invadió una gran paz, comprendí que la Virgen estaba presente a mi lado”, cuenta este religioso sirio.

Mourad es un sacerdote de rito siro católico

Según recuerda, estuvo cuatro días en el maletero antes de que le encerraran en un cuarto de baño, lugar en el que pasó gran parte de su cautiverio. En varias ocasiones, un encapuchado entraba con un gran cuchillo y le amenazaba.

«La oración fue lo único que me mantuvo con vida»

Afirma que “el tiempo de cautiverio fue terrible, las torturas psicológicas eran incluso peores que las físicas, pero esos meses me sirvieron para hacer un camino espiritual, de oración y meditación sobre la violencia, el sufrimiento. La oración fue lo único que me mantuvo con vida, en esos meses comprendí un poco, solo un poco, de lo que Jesucristo vivió”.

Durante aquel periodo la oración personal y en especial el Rosario mantuvo con fuerza a este religioso, que comprendió que el sentido de la vida “es estar a solas con Dios orando”.

De este modo, explica que “la oración fue clave durante ese tiempo en dos dimensiones. Mi oración personal en la que rezaba por mi comunidad, por mi familia, por toda la Iglesia, por la paz, por Siria. Pero también sentí muy fuerte la oración de todo el mundo hacia mí. La oración me salvó, de otro modo habría muerto, porque todos los días pensaba que era mi último día de vida. Tomé ese tiempo como un camino de purificación, como un retiro espiritual”.

La libertad, gracias a la protección de la Virgen

Al padre Mourad le cambiaron en varias ocasiones de lugar hasta que finalmente llegó a la ciudad de Qaryatayn, en Siria. “En esa ciudad estuve durante 39 días, pero el día número 40 decidí escapar con la ayuda de un joven musulmán”, explica.

Era el 10 de octubre de 2015 cuando atravesó el desierto en una motocicleta, huyendo de sus captores “con la compañía y la protección de la Virgen. Así fui libre”, recuerda.

A pesar de estar durante 5 meses constantemente amenazado y del dolor y el sufrimiento que el Estado Islámico causa en Oriente Medio, el P. Mourad asegura que no guarda ningún tipo de rencor a sus captores porque “para los cristianos el perdón forma parte de nuestra fe. El perdón es un don de Dios no por ningún mérito nuestro”.

Por eso, insiste en que para acabar con las guerras y la violencia es necesario mirar al enemigo “sin deseo de venganza o revancha”, sino “descubriendo el hombre que hay detrás” y “tener el valor de dialogar con él”.

Según explica, “Dios ha creado al hombre con un buen corazón. Solo basta buscar ese buen corazón en el otro y no juzgar, ése es el único modo de construir una sociedad en paz”.

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