En el Angelus de la Asunción de la Virgen, Francisco recordó en la Plaza de San Pedro cómo en esta festividad el pueblo cristiano “expresa con alegría su veneración por la Virgen Madre “con mil diferentes formas de piedad”.
“La Asunción al cielo en alma y cuerpo y alma es un privilegio divino concedido a la Santa Madre de Dios por su particular unión con Jesús”, dijo el Papa: “Una unión corporal y espiritual iniciada con la Anunciación y madurada en toda la vida de María por su participación singular en el misterio del Hijo”, pues todas sus acciones cotidianas las hacía “en unión total con Jesús”, que alcanzó su cumbre en el Calvario.
“Por eso Dios le dio una participación plena también en la Resurrección de Jesús”, y así “el cuerpo de la Santa Madre de Dios fue preservado de la corrupción, como el del Hijo”.
En la festividad de la Asunción “la Iglesia nos invita hoy a contemplar este misterio”, el cual “nos muestra que Dios quiere salvar el hombre entero, esto es, salvar alma y cuerpo”.
Así, “Jesús resucitó con el cuerpo que había recibido de María, transfigurado, y la Asunción de María, criatura humana, nos confirma cuál será nuestro destino glorioso”.
Los sabios griegos, que habían vislumbrado el destino eterno del alma, “despreciaban el cuerpo, considerado prisión del alma, y no concebían que Dios hubiese dispuesto que también el cuerpo estuviese unido al alma en la felicidad celestial”. Por eso “la resurrección de la carne es un elemento propio de la Revelación cristiana, un pilar de nuestra fe”.
Y “la realidad estupenda de la Asunción de María confirma la unidad de la persona humana y nos recuerda que estamos llamados a servir y glorificar a Dios con todo nuestro ser, cuerpo y alma. Servir a Dios solo con el cuerpo sería una acción de esclavos, servirlo solo con el alma chocaría con nuestra naturaleza humana”.
Si, al llegar la hora de la muerte, “hemos vivido en el gozoso servicio a Dios que se expresa en un generoso servicio a los hermanos, nuestro destino el día de la resurrección será como el de nuestra madre celestial”, concluyó el Papa.