Katia, modista de La Candelaria en Cartagena: tres décadas recibiendo y observando numerosas gracias

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Katia lleva más de tres décadas cosiendo vestidos para la Virgen de la Candelaria

En la bella ciudad colombiana de Cartagena de Indias existe desde la llegada de los españoles una profunda devoción a la Virgen de la Candelaria, una festividad que se ha celebrado recientemente, y cuyo amor se extiende por todo el territorio colombiano.

Dominando la bahía de Cartagena desde el cerro de La Popa, la Virgen protege esta ciudad y desde hace siglos éstos acuden a pedir y agradecer a María las numerosas gracias concedidas. Es el caso de Katia Klelers de Ahumada, que desde hace tres décadas es modista de la Virgen

Ella relata al periódico El Universal cómo ha actuado en su vida y en mucha otra gente. Por ejemplo, cuando la propia Katia estaba embarazada de ochos cuando experimentó uno de los momentos más angustiosos de su vida. En la década de los 80, en la subida de La Popa, un taxi atropelló a su tercera hija. Impresionada, Katia cayó desmayada sobre un bordillo sin saber que su pequeña de apenas cuatro años resultó ilesa de aquel accidente. Su niña estaba bien, a su lado, pero a ella el golpe provocó un daño interno que obligaba a los médicos a practicarle una cesárea de inmediato.

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Más que por ella, Katia temía por la vida del bebé. “En todo ese tiempo sentí que tenía a alguien agarrado y como soy muy devota de la Virgen de La Candelaria, le pedí que me acompañara en este trance tan delicado. Y sentí que quien estaba ahí conmigo era ella. Yo le pedía: ‘Mi negra hermosa, no me vayas a desamparar, que todo salga bien, pero más que todo protege a mi hijo, que no le vaya a pasar nada”’, relata la mujer, que ahora tiene 61 años.

Agradecida a la Virgen

Al final su hijo nació sano, pesó 5 kilos al nacer y midió 56 centímetros. Además, ella se recuperó sin problemas. En agradecimiento Katia prometió confeccionar el vestido de la imagen venerada en el convento de La Popa cada vez que le fuera posible, con sus propias manos y con el arte que aprendió desde muy joven: la modistería y el diseño de bordados.

De eso hace ya más de tres décadas. Pero fue en 1987, después de la venida del papa Juan Pablo II a Cartagena, cuando Katia se integró al grupo de creyentes que colaboraba en la celebración religiosa, organizada desde el santuario, para cumplir fielmente con la ofrenda. “El primer vestido que le hice a la Virgen fue de los modelos que se le hacían antes, que tenían una pechera, un manto y las mangas, que se cosían a mano cuando ya se estaba vistiendo, y el ‘vestidito’ del niño. Después lo transformé, haciendo el vestido completo, el manto y vestido del niño”, explica Katia.

Numeroso testimonios de personas agradecidas

En todos estos años ha sido testigo de numerosos testimonios de creyentes que donan las telas y los materiales para que ella elabore los vestidos. “Hay testimonios muy bonitos. En el 2001 o 2002, una señora vino de Ecuador y contó que soñó con la Virgen vestida de verde esmeralda y trajo las telas. Ese vestido fue divino, hecho en un shantung y un chantilly francés, con unos chorreados de chantilly y piedras”, agrega.

Entre otros testimonios, Katia narró uno reciente, como el de una mujer humilde, Elena Triana, con varios problemas de salud. Aseguró que en un sueño la Virgen de la Candelaria apareció con un vestido en crochet, el cual ella misma tejió, con 40 rosas rojas en el volante, que indican los 40 días de purificación ante la presentación del Niño Jesús, y un manto a manera de atarraya, que simboliza la protección de la Virgen, que cubre con ese manto a todos los cartageneros.

“Son muchos testimonios y anécdotas. Hubo un año que la luz se fue varias veces y se me dañó la máquina. Ya era 1 de febrero y había que ponerle el vestido a la Virgen al día siguiente. Me faltaba una parte por bordar. Eran las 9 de la noche y yo estaba nerviosa porque la máquina no me funcionaba, se iba la luz, busqué como tres técnicos, me la arreglaban y volvía y se dañaba. Hubo un momento en que se descuadró toda la máquina y los técnicos no dieron con el daño. Yo empecé a orar y a decirle a la virgencita que no me podía dejar quedar mal, que Lucy García le había ofrecido ese vestido con tanto amor de parte de su hijo enfermo y no se iba a poder cumplir ese deseo. Así empecé a soltar la máquina, la armé nuevamente, la encendí y funcionó. Terminé el vestido a las 3:30 de la mañana, justo a tiempo para llevarlo”, agregó.

Además, Katia afirma que ha sentido la compañía de María en todo momento y que nunca ha dejado de encomendarse a Ella.“Hace como siete años, me fracturé las dos piernas el mismo día y le recordaba: ‘Negra hermosa, estoy contigo’. En el 2001 también estuve muy mal. Tuve una infección renal, líquido en los pulmones y estuve en cuidados intensivos. Hubo una noche que los médicos decían que no me salvaba, porque se me bajó el azúcar, todo se me fue abajo, la bilirrubina, todo, y yo sé que ella me estuvo acompañando ahí. Me salvé”.

María, Puerta del Cielo, ruega por nosotros

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