Así es la Hora de la Madre, devoción de Sábado Santo, la Virgen que enseña esperanza

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Oración de las 7 Palabras en Santa María la Mayor en Roma, donde se celebra también la Hora de la Madre
Oración de las 7 Palabras en Santa María la Mayor en Roma, donde se celebra también la Hora de la Madre

El Sábado Santo es el día más extraño de la liturgia católica: no se celebra Eucaristía ni se distribuye la comunión (salvo en caso de viático, peligro de muerte). Tampoco se administran sacramentos (excepto la penitencia y la unción de los enfermos).

En parroquias y conventos hay Oficio de Lectura y Laudes: a menudo vienen laicos a orar Laudes con los sacerdotes o religiosos en la mañana, tras varios días de oficios y devociones muy intensas y agotadoras. En las iglesias se suele exponer la imagen de Cristo Crucificado o en el Sepulcro o descendiendo a los infiernos para veneración de los fieles.

Todos los sábados están dedicados a la Virgen pero en muchos lugares, el Sábado Santo es un día especialmente mariano, y se expone la imagen de la Virgen de los Dolores.

Es la Virgen que ha perdido a su hijo. Con ella especialmente rezan y meditan muchas madres que han perdido hijos (bebés antes de nacer, o hijos ya crecidos, en enfermedades o guerras o accidentes, a veces madres ancianas). También padres. Y, por supuesto, fieles en general.

La Iglesia, este día, suele animar a aprender de la paciencia esperanzada y misteriosa de María en Sábado Santo.

La Hora de la Madre, una devoción de Sábado Santo

En Roma, desde hace 35 años, se ha consolidado la tradición de rezar en la mañana del Sábado Santo la llamada «Hora de la Madre», en la Basílica de Santa María La Mayor. Se inspira en el rito bizantino y pretende revivir, con salmos, lecturas e himnos, el dolor y la gran fe de la Virgen María mientras espera la Resurrección de Jesús.

La suele presidir el arcipreste de Santa María La Mayor, que desde hace unos años es el cardenal Stanislaw Rylko, quien la presidió también este 2024. Ante un icono de la sepultura de Jesús, se recuerda con música los lamentos de María por su Hijo asesinado y su anhelo de verlo volver vivo de entre los muertos.

El Sábado Santo, se recuerda, es la culminación de duro camino de fe de María, que al pie de la Cruz acoge como hijos a todos los hombres redimidos por Cristo («madre, ahí tienes a tu hijo», le dice Cristo, entregándole a Juan, y con Él a toda la Iglesia).

El testimonio de la Virgen surgió ya cuando los discípulos, en la tarde del Viernes Santo, depositaron a Jesús en el sepulcro: su fe no decayó, como tampoco su unión indisoluble con su Hijo. En Ella, en esa Hora está la fe de toda la Iglesia, como explicó Juan Pablo II en la Audiencia General del 3 de abril de 1996: «El Sábado Santo la Iglesia, una vez más, se identifica con María: toda su fe se reúne en Ella, la primera creyente. En la oscuridad que envuelve la creación, sólo Ella permanece para mantener viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la resurrección».

El 2006 el mariólogo Ermanno Toniolo propuso una liturgia para esta hora especial dividida en cuatro momentos rituales:

– una parte introductoria, para revivir, en comunión con María, la espera de la resurrección;
– una escucha de la Palabra, memorial de la fidelidad del Hijo y de la Madre;
– otra lectura bíblica: los sentimientos de la Madre que se anticipa a la Pascua;
– ritos conclusivos, con María al encuentro con Cristo resucitado.

Muchas iglesias que celebran «la Hora de la Madre» siguen un esquema similar.

«En este ‘gran sábado’, la fe de toda la Iglesia, la esperanza de toda criatura está en el corazón de la Madre», reza la introducción que el guía lee a los fieles al comienzo de la celebración mariana, «es ella ‘Iglesia’ que cree contra toda evidencia, que espera contra toda esperanza».

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