Ana y Javier son un matrimonio que vive en Talavera de la Reina (Toledo). El 10 y 11 de febrero participaron con otros mil peregrinos españoles en la 26ª Peregrinación nacional de Reino de Cristo al santuario de Fátima, en Portugal. Reino de Cristo (www.reinodecristo.es) es una agrupación de movimientos nacidos del Apostolado de la Oración que enfatiza la devoción al Corazón de Cristo, a la Virgen como Reina y Madre y la adhesión «de todo corazón» al Magisterio.
Pero hace unos años, Ana y Javier no estaban muy interesados en las cosas de Dios. Fue por la invitación de una amiga, y en Fátima, donde su corazón cambió.
Primer hijo: con parálisis cerebral
Un año después casarse, llegó el primer hijo de Ana y Javier, Lucas, un niño enfermo, con parálisis cerebral.
La sucesión de tratamientos médicos fue larga y costosa. Lo que más les afectó fue el tener que trasladarse a Galicia. Ana estaba allí con el pequeño Lucas, mientras Javier quedaba atado en casa por motivos laborales. ¡Había que sacar la familia adelante!
«Este distanciamiento fue lo que hizo que la relación de pareja se enfriara, y empezaran las discusiones continuas», comenta Javier.
Entonces decidieron tener otro hijo. «Javier pensaba que así se normalizaría todo. Pero nada más lejos de la realidad. Todo fue aún peor», apunta Ana.
¿Y si el nuevo bebé nace también enfermo? Las dudas, los miedos, las discusiones… todo se agudizó.
Pero la pequeña Carmen nació sana y preciosa. «Fue un gran regalo del cielo».
Algo nuevo: deseo de hablar con Dios
«Ana empezó a tener unos deseos que antes no había tenido. Sentía la necesidad de hablar con Dios y con la Virgen. Pero no se atrevía. Y no quiso contarme por miedo a que yo la tratase de loca», explica Javier.
Providencialmente, Ana coincidió en esos días, en su trabajo, con una amiga de la infancia. Se sinceró con ella. La amiga les dio un consejo que les cambió la vida: «¡Venid a la peregrinación a Fátima!». Era el año 2014.
Dicho y hecho, allí fueron. Y verdaderamente les cambió la vida.
«Fue un auténtico flechazo», describen vibrantes. «Cuando volvíamos a casa, la cara de los dos era para haberla grabado. Veníamos entusiasmados».
A partir de ese día, ya todo sería distinto. La Virgen les había cambiado el corazón. Les había regalado un nuevo amor matrimonial. Desde entonces, cada año participan en esta peregrinación al santuario mariano de Fátima (www.fatima.pt/es).
Este año, al grupo de mil peregrinos, además de Ana, Javier, Lucas y Carmen se ha sumado el nuevo retoño, Manuel, que apenas ha cumplido tres meses.Todos disfrutan, cada cual a su manera, dicen. «Es una maravilla», afirman gozosos.
Niños, jóvenes y adultos, ante la Virgen
A muchos peregrinos les impresiona ver unos 800 jóvenes juntos, a los pies de la Virgen. Rezan, cantan, bailan, aprenden, se confiesan, peregrinan, conviven, comparten… Acuden también unos 140 matrimonios de Reino de Cristo, con unos 300 niños que revolotean a su alrededor.
«Cargamos pilas. Venimos renovados», aseguran. Muchos se conocen, de repetir cada año, y hay ambiente de familia.
La Peregrinación cuenta con una web que la detalla y recoge testimonios de peregrinos: peregrinacionfatimajrc.es . Dura cuatro días: de sábado a martes. La recepción de peregrinos se hace ya en la tarde del viernes . El calendario es el que marca las fechas: siempre tiene lugar en el puente largo de Carnaval. Con ellos van más de treinta sacerdotes, e incluso algún obispo. Este año acudieron José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián y Francisco Cerro, obispo de Coria- Cáceres. Jóvenes y familias coinciden en muchos de los actos. Algunos son específicos para cada etapa y edad.
Vigilia mariana
Uno de los momentos fuertes de la Peregrinación es la Vigilia Mariana del domingo por la noche. Enfundados en sus sacos de dormir – en febrero hace mucho frío a esas horas en la Capelinha, la pequeña capillita con techo pero al aire libre –, miles de ojos miran a María en medio de la noche. Buscan luz. Hay mucho silencio: escuchan. Más de dos horas acompañando a la Virgen, con la ilusión de consolar Su Corazón y reparar los pecados del mundo. Es un contraste con las fechas de carnaval que celebran muchos en esos días. Los peregrinos, aseguran, sienten que su corazón late fuerte en esos momentos, rebosante de amor y gratitud.
(Testimonio original redactado por Pilar Magaña)