En Madrid se mantienen tres Vigilias de lnmaculada, mientras toda España se prepara para la fiesta

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La Vigilia de la Inmaculada empezó a celebrarse en 1947, cuando un sacerdote jesuita, el padre Tomás Morales, actualmente en proceso de beatificación, con un grupo de trescientas personas, decidió solemnizar la gran fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María con una vigilia que movilizara a los laicos en una nueva evangelización, invitando a sus compañeros y amigos para que, a través de la Virgen, se acercaran a los sacramentos y se encontraran con Dios Padre de Misericordia.

El padre Morales comprendió la capacidad que tenía la Madre de Dios para llevar a los hombres a Jesús, y por eso durante varias décadas las Vigilias fueron convocatorias puramente masculinas, en el contexto del apostolado laboral y universitario que llevaba a cabo la Milicia de Santa María fundada por él.

Y era y es además una ocasión para regresar a los sacramentos, en particular la confesión: «La Vigilia de la Inmaculada es impresionante. Durante cuarenta años los militantes han llevado a miles de compañeros a los pies de la Virgen. ¡Cuántos hombres han vuelto a los sacramentos después de diez, quince, treinta años de ausencia!», afirma el mismo padre Morales en su libro Forja de Hombres.

Hoy muchas parroquias celebran su propia vigilia de la Inmaculada, en toda España pero con especial repercusión en Madrid. Las herederas de las que inició el padre Morales son tres Vigilias, simultáneas, que han sido asumidas por la diócesis, y que se celebran en los templos más grandes de Madrid: la catedral de la Almudena, presidida habitualmente por el arzobispo de Madrid; la de la Basílica de la Merced (General Moscardó, 23); y la del Santuario de María Auxiliadora (Ronda de Atocha, 25). Estas dos últimas suelen ser presididas por un obispo auxiliar de Madrid.

Una devoción nacional
El Beato Pio IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María el 7 de diciembre de 1854, y tres años después mandó construir en la plaza de España de Roma el monumento a la Inmaculada, adonde acude cada 8 de diciembre el Papa a rendirle homenaje justo enfrente de la embajada española.

Es un reconocimiento a la especial vinculación de España con esta fiesta. El Rey Carlos III solicitó al Papa Clemente XIII el 25 de diciembre de 1760 que proclamara como patrona de España a la Inmaculada Concepción, algo que era ya de facto porque prácticamente todos los pueblos y ciudades e instituciones religiosas y civiles (con las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares a la cabeza) habían hecho voto de defender la concepción sin mancha de María Santísima, en particular en el Reino de Aragón, que es donde tienen lugar las primeras consagraciones públicas, como la de Onteniente en 1392, una de las primeras de España.

El testimonio de San Andrés de Creta
La vocación española de que se reconociese como dogma de fe que María había sido concebida sin pecado original no hacía sino confirmar la fe de todos los cristianos de todos los siglos.

Una de las principales fuentes que corroboran esa universalidad es la obra de San Andrés de Creta, monje nacido en Damasco en torno al año 660 y fallecido en torno al 740, autor de himnos sagrados y de veintidós homilías de las cuales las referidas a la Virgen tienen gran importancia para el dogma de la Inmaculada, porque muestran que se creía en todas partes lo que se había creído siempre, y que él mismo expresa así:

«La degeneración causada por el pecado había oscurecido la belleza y la gracia de nuestra nobleza original. Pero cuando nace la madre de la belleza suprema, nuestra naturaleza recobra su pureza y queda restaurada según el modelo perfecto y digno de Dios. Todos nosotros habíamos preferido el mundo de abajo al de arriba. No quedaba esperanza alguna de salvación. El estado de nuestra naturaleza clamaba auxilio al cielo. Por fin, según su beneplácito, el divino artesano del universo decidió crear un mundo nuevo, un mundo distinto- todo hecho de armonía y de juventud. ¿No era necesario que una virgen purísima y sin mancha se pusiera al servicio de este plan misterioso?…Y esta virgen ¿dónde encontrarla sino en esta mujer única entre todas, elegida por el creador del universo antes de todas las generaciones? Sí, ésta es la Madre de Dios, María, cuyas entrañas dieron a luz al Dios encarnado… Así, pues, el designio del Redentor de nuestra raza consistía en un nacimiento y una creación nuevos para reemplazar lo caducado. También, del mismo modo que en el paraíso había cogida de la tierra virgen, sin mancha, un poco de barro para formar al primer Adán, en el momento de realizar su propia encarnación, se sirvió de otra tierra, es decir, de esta Virgen pura e inmaculada, elegida entre todas las criaturas. En ella nos restauró a partir de nuestra misma sustancia y creó al nuevo Adán, él el creador de Adán, para que el primer Adán fuese salvado por el segundo y eterno».

En la Iglesia oriental la solemnidad emergió de las comunidades monásticas, y tuvo fiesta en el calendario de Basilio II, que el Papa Sixto IV extendió a toda la Iglesia el 28 de febrero de 1476.

Los reyes de la Corona de Aragón fueron firmes defensores de la Concepción de María sin pecado original, y así el Rey Jaume II de Aragón ordenó en Valencia que se observara como festivo el día de la Concepción de María Santísima.

Cuando todos los reinos de España quedaron unidos, la proclamación del dogma se convirtió en permanente bandera de sus monarcas.

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