Francisco envió esta semana un mensaje al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura y del Consejo de Coordinación entre las Academias Pontificias, con ocasión de la XIX Sesión Pública de las Academias Pontificias, dedicada al tema: María, icono de la infinita belleza de Dios. La Marialis cultus y el magisterio mariano del beato Pablo VI, promovida por la Pontificia Academia Mariana Internacional.
El magisterio de Pablo VI
En su mensaje, el Papa habla del gran amor que el beato Pablo VI tenía a la Virgen María y que se encuentra reflejado en muchos momentos de su pontificado y en numerosos documentos, como sus dos encíclicas, la Mense Maio y la Christi Matri, dedicadas a la Madre de Dios y al culto dirigido a Ella también como Mater Ecclesiae, y sus tres Exhortaciones Apostólicas: Signum Magnum, Recurrens Mensis October y la Marialis Cultus que celebra el cuarenta aniversario de su publicación.
«En la víspera del quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, establecido por Pablo VI, no por casualidad, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 1965), es un detalle muy bonito -dice el Papa- que deseéis hacer escuchar de nuevo su voz mediante la grabación de la homilía en la que confió a María el destino de la Iglesia, profundamente renovada en la asamblea conciliar. En esa solemne e histórica ocasión, el beato Pablo VI quiso encomendar a María toda la Iglesia como Madre de Dios y Madre espiritual nuestra».
«Ella nos conduce a la fuente original»
De la misma manera, Francisco recuerda cómo en los momentos cruciales y difíciles para la Iglesia y para la humanidad, Pablo VI se dirigía siempre a María, exhortando al pueblo de Dios a pedir su intercesión y protección, y cómo invocaba el don de la paz.
«Después del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium -añade-, también yo he confiado el camino de la Iglesia a la materna y premurosa intercesión de María, recordando a todos los creyentes que hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes».
Francisco les pide que no se cansen de aprender de María, «de admirar y contemplar su belleza, de dejarse guiar por Ella, que nos conduce siempre a la fuente original y a la auténtica plenitud, infinita belleza, la de Dios, que se nos revela en Cristo, Hijo del Padre e Hijo de María».