El Papa Francisco dedicó su catequesis en la audiencia general, la número cien desde el inicio de su pontificado, a reflexionar sobre la oración en familia e invitó a leer diariamente alguna frase del Evangelio y a meditarlo juntos rezando unos por otros, en particular durante el rezo en familia del Santo Rosario.
“¡Qué bello cuando las madres enseñan a sus hijos a tirarle un beso a la Virgen y a Jesús!”, exclamó ante la multitud de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro: «¡Cuánta ternura hay en eso! En aquel momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración. Y es un don del Espíritu Santo».
«Este don del Espíritu», agregó, «es en familia donde se aprende a pedirlo y a apreciarlo. Si lo aprendes con la misma espontaneidad con la que aprendes a decir papá y mamá, lo has aprendido para siempre. Cuando esto sucede, el tiempo de toda la vida familiar viene envuelto en el vientre del amor de Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración«.
El pontífice recordó que “la oración se alimenta del afecto por Dios. Un corazón lleno de amor a Dios sabe transformar en oración un pensamiento sin palabras, una invocación delante de una imagen sagrada, o un beso hacia la Iglesia”.
Luego bromeó: «Quien tiene una familia aprende pronto a resolver una ecuación que ni siquiera los grandes matemáticos saben resolver: ¡dentro de las veinticuatro horas consigue que haya el doble! ¡Existen mamás y papás que podrían ganar el Nobel por esto! ¡De 24 horas hacen 48!«.
“A pesar de lo complicado que es el tiempo en la familia, siempre ocupado, con mil cosas que hacer, la oración nos permite encontrar la paz para las cosas necesarias, y descubrir el gozo de los dones inesperados del Señor, la belleza de la fiesta y la serenidad del trabajo”, aseguró y agregó: “La oración brota de la escucha de Jesús, de la lectura y familiaridad con la Palabra de Dios”.
El Papa dijo que “nos hará bien preguntarnos: ¿Tenemos en casa el Evangelio? ¿Encontramos un momento para leerlo juntos? ¿O solos? ¿Lo meditamos recitando el Rosario?”
“El Evangelio leído y reflexionado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos. Y por la mañana y por la tarde, cuando nos sentemos a la mesa, digamos juntos una oración con sencillez”, concluyó.