miércoles, 30 de octubre de 2024

María y el Antiguo Testamento

PREFIGURACIÓN DE MARÍA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

DIOS es el Autor que inspiró los libros de ambos Testamentos, de modo que el Antiguo encubriera el Nuevo, y el Nuevo descubriera el Antiguo (….) Así los libros íntegros del AT, incorporados a la predicación evangélica, alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el NT, y a su vez lo iluminan y explican” ( Cf. CVII, Const.dogm. Dei Verbum,n 16).

Dios envió a su Hijo, pero para formarle un cuerpo, quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Isarel, una joven judía de Nazaret de Galilea, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la Virgen era María (cf. Lc 1,26-27).

A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf.Gn 3,15) y la de ser Madre de todos los vivientes. En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18,10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil para mostrar la fidelidad de su promesa: Ana, la madre de Samuel, Débora, Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres, sobresalen entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de Él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, la Hija de Sión, después de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo, se inaugura el nuevo plan de salvación (LG 55). Números 488 y 499 CAT.
Destacaremos a continuación varios libros del Antiguo Testamento en los que se establece la prefiguración de María:El protoevangelio o primer evangelio Gen.3,15

“ Pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza,
cuando tú la hieras en el talón.»

Pongo, establezco: Dios es el que establece la enemistad, Dios es el que habla.


Hostilidad, enemistad:
en el vocablo hebreo implica separación total, que no termina hasta la victoria de uno de los contendientes: Dios vence al DemonioEntre ti(la serpiente) y la mujer (Eva): en el AT y en el NT, el demonio es representado por una serpiente y el sustantivo mujer va acompañado de un artículo determinado, se trata de aquella mujer que había caído en la tentación y que indujo a pecar a Adán.Es habitual en la Sagrada Escritura, que además del plano superficial hay otro más profundo, y así ocurre en este caso que la mujer, se refiere también a otra mujer futura (María).El Concilio Vaticano II dice: “Ella misma María es insinuada proféticamente en la promesa dada a nuestros primeros padres caídos en el pecado” (Const.dogm Lumen Gentium, n.55).Tu descendencia y su descendencia: se utilizan en sentido colectivo pero con dos acepciones diversas; la descendencia del demonio es en sentido moral, mientras que la de la mujer, es en sentido físico.

Esta te aplastará la cabeza y tú la hieras en el talón: se refiere de nuevo a la enemistad y lucha de modo individual, en contraste con la anterior, colectiva.

Esta hace referencia a la descendencia de la mujer, en sentido individual, un individuo concreto contra un contrincante también individual, y descritos con rasgos individualizados: un pie se dirige contra la cabeza (de la serpiente) y la aplasta, mientras su cabeza hace un movimiento de defensa, aunque inútil, contra el talón de ese pie.

Conclusiones:

Tres rasgos fundamentales de María:

  1. Su Maternidad, como Madre del descendiente que aplastará la cabeza de la serpiente. Elección de Maríadesde antes de su concepción, para ser la Madre de Jesús.
  2. Su Santidad, que excluye todo pecado (enemistad, separación total del demonio, del pecado) y su asociación, que esta en conexión con Cristo: María es la Nueva Eva.
  3. Su asociación en la obra de la Redención, que el protoevangelio nos revela como la Nueva Eva, mediante la cual se nos dará el Redentor y la Redención.

(Cf. Ruiz, Juan Gustavo, Comentarios a la orbra de P. Cándido Pozo, «María en la Escritura y en la fe de la Iglesia», ed. Católica).

La profecía de Isaías: Isaías 7,14
 
“ Pues el Señor por su cuenta, os dará un signo.
Mirad: la virgen está en cinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel»
Es conveniente situar la profecía en su contexto histórico.

El segundo libro de los Reyes (cap.15 y 16) y el segundo libro de las Crónicas (capítulo 28) nos explican las circunstancias históricas de las profecías de Isaías.Alrededor de año 730 a.c TiglatPiléster III, encabeza el imperio asirio que decide invadir el reino de Siria, Israel y Judea, para alcanzar luego a Egipto.

Siria (rey Razín) pretende hacerse aliados a Israel (Pecaj) y Judea (Ajaz), está última colindante de Egipto, potencia que se espera les protegiera de Asiria.

Pero Ajaz, rey de Judea, dice que no, y entonces ambos deciden atacar Jerusalén (Judea) exterminando la familia de Ajaz. Pretendían imponer como rey de Judea a Tabeel, hombre no judío e idólatra. Ajaz se llena de temor y era consciente de estar en peligro la supervivencia de la dinastía dadívica, de la que habría que nacer el Mesías.

Dios manda entonces al profeta Isaías a reprender a Ajaz por su falta de fe y de desconfianza en su promesa, que habría que salir de su descendencia, el Mesías. Pero Ajaz sigue confiando más en los medios humanos y acude en auxilio al propio rey asirio TiglatPiléster III, entregando los tesoros del templo y exponiendo la religión al vasallaje de los asirios.

Isaías repite la promesa absoluta de la profecía de Natán “Esto no ocurrirá ni se cumplirá”.

Isaías ofrece un milagro a Ajaz que le ayude en su fe vacilante, pero Ajaz lo rechaza. Isaías indignado le reprende de nuevo su hipocresía. Entonces Dios mismo asegura que va a dar un signo:

“ Pues el Señor por su cuenta, os dará un signo.
Mirad: la virgen está en cinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel»

La señal, que es doble: de salvación del pueblo judío de una invasión inminente, y señal del poder de Dios, que anuncia la concepción virginal del Mesías, obra milagrosa solo hecha por Dios.

La Virgen, es en hebreo “álmáh”( frente a “náarráh”, muchacha pero no virgen y “betuláh”, que significa solamente virgen) que según la traducción de los LXX, significa virgen pero con las cualidades de muchacha joven edad de contraer matrimonio, vocablo utilizado por Dios sabiamente para mostrarnos su poderío: la concepción virginal en la álmáh y su parto virginal. Pues solo así sería una verdadera señal para todos, pues lo normal es concebir y dar a luz un hijo. Esta señal vendrá confirmada en el anuncio del ángel a María (cf. Lc 1,27-34).He aquí (eccé), vocablo que se utiliza cuando Dios anuncia otros milagros: el nacimiento de Sansón (cf. Jue 13,3-7) y de Juan Bautista (cf. Lc 1,26-60).Y será llamado. Será el Arcángel Gabriel que recordando esta profecía a la Virgen, nos dice algo sobre el nombre que se pondrá al Mesías, que era habitual que lo impusiera el padre del niño, de acuerdo con la tradición hebrea. Pero aquí se lo podrá su Madre, pues ciertamente no hay padre humano. José es padre legal. Dios es el padre de ese Hijo y le da el poder a su Madre de imponerle el nombre, aunque legalmente se lo impusiera José, y pasa a ser por vía legal, de la descendencia de David.(Ibid.)En la mariología católica hay un estudio de cómo la misión de María se prefiguró en determinados pasajes del Antiguo Testamento basándose en el principio de que, al igual que Dios preparó el camino para su Hijo en la historia de Israel, también preparó el camino para su Madre ( Cf. Mary in the New Testament, Fortress Press and Paulist Press,1978).

También toda la patrística oriental y occidental llevaron a cabo estudios de la prefiguración de María en el Antiguo Testamento.

Los datos bíblicos son interesantes a la luz de cómo fueron utilizados por la tradición posterior.

En la frase “ También José, por ser de la casa y familia de David..» (cf. Lc 2 ,4), el Evangelio se refiere a José y no María, de la que no se explica su linaje en las genealogías de Mateo y Lucas. Pero fueron estos dos evangelios los que resaltaron la concepción virginal de Jesús.

La frase Hijo de David, es una manera de afirmar la continuidad de Jesucristo con Israel y sus antepasados, por lo que al ser concebido de una Virgen, su descendencia de David ha de ser a través de su único progenitor humano, María, que también tendría que provenir de la estirpe y familia de David.

Este sencillo razonamiento ha justificado ir más halla del Nuevo Testamento, buscando en el Antiguo Testamento, profecías, paralelismos, tópicos y tipologías que enriquecieran los pocos detalles que hay sobre María en el Nuevo Testamento:

Así Eva, la primera mujer
María, la hermana de Moisés,
La Sabiduría, capítulo VIII del Libro de los Proverbios,
La Novia, en el Cantar de los Cantares (“soy morena y hermosa”, según la traducción de Marvin Pope) como las madonas negras de Czestochowa y Guadalupe, haciéndose María, la embajadora de una gran mayoría de población no blanca.

Nos permiten afirmar que María era de la estirpe de David, es decir, era judía, y representa el eslabón irrompible entre la historia del pueblo judío y la historia del pueblo cristiana.

María fue también vista como la respuesta divina a la pregunta del capítulo final del libro de los Proverbios, que la Vulgata tradujo «¿Una mujer fuerte, quién la hallará?» (Prov 31,10).

María como Mulier Fortis era una extensión y expansión de María como la Segunda Eva, que por ser fuerte había vencido al demonio y así se convirtió en la patrona de la Victoria. Y así todos los ejércitos pedían su bendición antes del combate, apareciendo su imagen en los estandartes y en las corazas de los guerreros.

Es ilustrativo leer en la obra de Tolstoi, «Guerra y Paz,» como la princesa María Bolkonskaya, implora el favor de la Santísima Madre.

Esta imagen de María fuerte y valiente, pasó al medievo suministrando a las mujeres de aquella época lo que podrían ser,si elegían el camino de Dios. Ahí tenemos el ejemplo de Santa Juana de Arco, virgen y mártir (1412-1431).

Pero quizás el prototipo más claro de María en todo el Antiguo Testamento, será el de María, la hermana de Moisés y Aarón, de quién la Virgen tomó el nombre, y la devoción mariana posterior aplicó el título de Hija de Síon a María, la hermana de Moisés y a María, la Madre de Dios.

San Agustín de Hipona, siguiendo la interpretación mariológica del Antiguo Testamento, acudió a la historia de la victoria de Israel sobre los ejércitos del mar rojo, descrita en el Éxodo (cf. Ex15, 20-21). El poderoso impacto de esta escena fue recogido por Haendel (músico alemán barroco 1685-1759), en Israel en Egipto, donde María aparecía como guia del coro.

Es en el Cantar de los Cantares donde se encuentra el fundamento bíblico para llamar a María siempre Virgen.

Fue San Jerónimo quién tomando el sepulcro nuevo, perteneciente a José de Arimatea, donde fue enterrado Jesús, afirmó que no hubo otra persona nacida de la Virgen, pues ni las cartas de San Pablo ni el primer evangelio, el de Marcos, contenían referencia alguna al parto virginal. Sí lo hacía la traducción griega preparada por los judíos de Alejandría en el siglo I a II, antes de la expansión del cristianismo, la llamada de los SETENTA.De esta fuente pasó a los evangelios de Mateo y Lucas, el parto virginal de Jesús.

Tres de los evangelios Mateo, Marcos y Juan, pero no Lucas, hablaron de los hermanos de Cristo. Pero los primitivos exegetas cristianos, llegaron a llamara a María la Siempre Virgen, a pesar de esa alusión a otros hermanos de Cristo, y fue gracias a estas línea del Cantar de los Cantares: “Eres huerto cerrado, hermana mía, esposa; manantial cerrado, fuente sellada» (Cant 4,12) * El hebreo tiene más fuerza que la traducción castellana: cerrado por dentro y acerrojado por fuera.

En el lenguaje del Antiguo Testamento, la palabra rostro era un término técnico para “persona”.

El Dios de Israel, a diferencia de los ídolos paganos, no tenía cara para brillar sobre nadie y la atribución de un rostro a Dios, solo se podía referir a la especial relación entre Dios y su pueblo cimentada en la alianza.

Es de destacar también el pasaje bíblico de Miqueas 5,1-4:

Esperanza mesiánica:* » Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar a Isarel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales. Por eso, los entregará hasta que dé a luz la que debe dar a luz, el resto de sus hermanos volverá junto con los hijos de Isarel. Se mantendrá firme, pastoreará con la fuerza del Señor, con el dominio del nombre del Señor, su Dios; se instalarán, ya que el Señor se hará grande hasta el confín de la tierra. Él mismo será la paz, y cuando Asiria invada nuestro país, cuando ande por nuestros palacios, alzaremos contra él siete pastores, alzaremos ocho guerreros».

*5,1-4 Texto famoso, aunque no por ello de composición clara. La lectura actual muestra su complicada historia y composición. 5,2 parece querere unir este oráculo en que se anuncia un futuro rey con el anterior. Otros elementos menores y 5,4s son ciertamente de otra mano. El texto hubiera pasado inadvertido sino constituyera un elemento esencial del relato del os Magos y Herodes en Mt 2,1-12.
*5,1 Siguiendo a los LXX, Mateo lee Belén de Efratá.

El profeta Miqueas coloca el evento en la región de Belén. Es probable que Miqueas, contemporáneo de Isaías, se hace eco del texto de Isaías 7,14. El punto culminante de la profecía de Miqueas, es un parto doble y misterioso: el de la hija de Sión (Miq 4,10), y la madre del Mesías (5,1-3), que misteriosamente comienza a delinearse (cf. Maria, Madre de Dio, due millenni di riflessioni cristiane, de René Laurentin, collezzione sacra, ed. FMR).

El libro de Sofonías, en su capítulo 3, 14-15:

«Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel*, recocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén.El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo.El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno».

*3,14 La fuerza de la esperanza que respira el final de Sofonías (3,11-20) impresiona. Es difícil dar cuenta de la riqueza del vocabulario de la alegría, que inspira de algún modo el saludo del ángel a María en la anunciación (Lc 1,28).

(*notas a pie de página Sagrada Biblia, versión oficial de la Conferencia Episcopal Española, 2011).

El Nuevo Testamento buscó afirmar esta continuidad de esta alianza más halla del pueblo de Israel: “Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la Gloria de Dios refejada en el rostro de Cristo» ( 2 Cor 4,6). El rostro de Cristo era la respuesta al Salmista: «Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor» (Sal 27,8). Por ello Bernardo de Claraval (monje cisterciense francés,1090-1153) y más tarde Dante Aligheri (poeta italiano1265-1321), consideraron lícito extender este concepto para decir que el rostro de María permitía ver el rostro de Jesucristo y a su vez hacer visible el rostro de Dios. Consecuencia de ello fue la atribución del título de mediadora de María (cf. Yaroslav Pelikan, María a través de los Siglos, Yale Univerity, 1997).