El ‘páter’ Ignacio María Doñoro de los Ríos es un sacerdote peculiar de un carisma arrollador y sobre todo enamorado de Jesucristo y de su madre la Virgen María. Esto le ha hecho apostar por una vida de total radicalidad evangélica. O todo o nada. Y él decidió entregarse por completo a los últimos, a los olvidados o como él mismo los llama, a los “niños crucificados”, que recoge cada vez en mayor número en su Hogar Nazaret en el Amazonas peruano.
A través de este carisma tan particular siempre ha ido en búsqueda del más débil, de los indefensos. Y por ello siendo sacerdote castrense se enfrentó a ETA en el País Vasco y se ofreció para ir a las misiones internacionales donde la muerte y el sufrimiento estaban a la orden del día.
Pero entonces, el padre Doñoro sintió la llamada a dejarlo todo y partir a América para rescatar a niños abandonados, esclavizados en minas, abusados sexualmente, niños totalmente “crucificados”.
Su labor no gustó a las mafias e intentaron asesinarlo. Hoy está vivo debido a que los asaltantes que fueron a por él a su casa le dieron ya por muerto tras la brutal paliza que le llevó un tiempo al hospital.
Pero guiado por la Providencia gracias a esa confianza ciega en la Virgen, auténtica responsable del Hogar Nazaret, decidió lanzarse al vacío y seguir rescatando a estos niños. Su obra es ejemplar y los frutos son enormes.
Primero en El Fuego de María y ahora en su último libro El secreto de Jesús, ambos editados por la editorial Nueva Eva, el padre Doñoro relata testimonios y anécdotas de su vida y de su día a día con los niños que muestran muy a las claras cuándo Dios está en el centro de una obra y de una persona.
Esta radicalidad a la hora de vivir el Evangelio es una sacudida para la fe acomodada de Occidente, de ahí la importancia de El secreto de Jesús, pues puede espolear a los cristianos a vivir una vida plena mirando más allá de uno mismo.
A continuación ofrecemos un pequeño pasaje de este último libro del misionero español en el que explica la importancia del Rosario en toda la obra que está realizando en el Hogar Nazaret. Sin esta oración mariana nunca hubiera podido salir adelante:
¿Por qué es tan importante rezar el rosario?
“Cuando me adentré en la aventura de la creación del Hogar Nazaret, que claramente no era un deseo mío, sino de Dios –es más, suelo decir que hubo muchas resistencias por mi parte-, consulté con varios obispos pidiendo su opinión y ayuda y todos me animaron a seguir adelante con el proyecto. Varios teólogos especialistas en espiritualidad me dijeron que la obra del Hogar Nazaret estaba directamente relacionada con Fátima. Como yo todavía estaba en España, durante aquel año hice varios viajes a Fátima para profundizar en su mensaje y espiritualidad.
Me encontré con la sorpresa de que el mensaje de Fátima no es novedoso, sino que guarda paralelismos con otras apariciones de la Virgen. En Fátima, la Virgen se manifestó a tres niños que eran pastores, como había hecho en Lourdes con Santa Bernardita, o como haría luego en Garabandal. En todas esas ocasiones da un mensaje con urgencia al mundo para que se convierta e insiste en el rezo del rosario. También habla de paz: una paz exterior, para el mundo, y una interior, para el alma, que llegarán gracias al acercamiento a Dios mediante los sacramentos y el rezo del rosario.
La Virgen se manifiesta a los humildes y a los ignorantes para que se vea el poder de Dios. Cuando vas a Lourdes y conoces el testimonio de Bernardette Soubirous, o vas a Fátima y profundizas en el testimonio de Francisco, Jacinta y Lucía, llama la atención ver que la Virgen se sirve de los más pequeños. María tiene una especial predilección por los últimos, y eso se ve claramente en el testimonio de Bernardette, que vivía tan pobremente en el ‘cachot’ y sufría, porque, como no sabía ni leer ni escribir, no le dejaban hacer la primera comunión. Su familia era la más pobre del pueblo: ‘si hubiera habido otra más pobre, la Virgen se habría aparecido a ella’, contaba Bernardette.
El rosario es la oración de los más pequeños, de los más humildes, de los más necesitados, de los mendigos. Cuando lo rezamos, meditamos los misterios de Jesús y María y vemos el amor y predilección de Dios por cada uno de nosotros en la historia de la salvación, hasta tal punto que meditando el rosario estamos meditando nuestra propia historia. El rosario es, como el arte, espejo y ventana. Ventana porque nos abre a un mundo –la historia de la salvación de toda la humanidad-, y espejo, porque en esa historia nos vemos reflejados nosotros.
El rosario bien rezado nos hace familia, nos ayuda a aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas, nos une especialmente con el Santo Padre y con la Iglesia, y nos fortalece en la lucha contra el demonio. En el rosario no se pierde nada, ni una sola avemaría.
El rezo del rosario nos lleva a sentir emociones interiores, borra las tristezas del alma y rompe aquellas ataduras que por nosotros mismos no podríamos destruir. Cuando lo rezamos, le pedimos a Jesús que nos conceda tener hacia Él los mismos sentimientos que tenía nuestra Madre, y a María le pedimos que podamos ver con sus ojos a Jesús”.