Muchos la consideran la Capilla Sixtina de la Edad Media. El pasado 17 de marzo reabrió al público en el Foro Romano, en el corazón de la antigüedad imperial de Roma, la basílica Santa María Antigua, descubierta en 1900 en la pendiente del Palatino.
Sepultada por un terremoto en el año 847, fue salvada de un milenario olvido por las excavaciones realizadas por el arqueólogo Giacomo Boni hace 116 años. Ahora, después de una laboriosa y compleja restauración que ha durado treinta años, reabre definitivamente para mostrar sus maravillosos frescos realizados entre el VI y el VIII siglo.
Es un testimonio único de arte cristiano en la ciudad eterna y en el mundo, porque la casi totalidad del patrimonio artístico de esa época fue destruido durante la iconoclastia del siglo VIII, una corriente que negaba el culto a las imágenes sagradas, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. Desde hoy vuelven como por milagro a la luz, tras permanecer siglos en la oscuridad, los frescos que en las paredes de la basílica representan a santos y vírgenes, ángeles y mártires cristianos, emperadores y papas.
Este fresco en Santa María Antigua, de estilo bizantino
en la Roma del siglo VII, es uno de los más antiguos
iconos que se han conservado de la Virgen;
se destruyeron muchos durante la iconoclastia del
siglo VIII; María aparece como Madre del Rey,
ataviada como una emperatriz bizantina
Las imágenes que llenaban las paredes de la basílica no se encuentran en su totalidad, sino solamente algunas partes y fragmentos. Entre los magníficos frescos, destaca una maravillosa figura de la Virgen con el Niño: «Este icono es seguramente el más antiguo de Roma y del mundo cristiano que ha llegado hasta nosotros», manifiesta el arquitecto Francesco Prosperetti, superintendente de bienes arqueológicos de Roma.
Había sido salvada tras el terremoto y se conservaba en la iglesia de Santa María Nova.