El sacerdote Oliver Pastén Briceño es chileno y forma parte del clero de la Archidiócesis de La Serena. En este tiempo una imagen de la Virgen de Fátima llegada desde el santuario portugués ha ido recorriendo el país andino, momento favorable para relatar las gracias concedidas por María.
De este modo, el religioso relataba en el canal Tiempos de María, tal y como recoge Portaluz, un impactante testimonio que tiene a la Virgen como centro, pues son varios los milagros que la Madre de Cristo ha hecho en él.
Este es parte de su testimonio relatado por el mismo padre Pastén:
Llamado por Dios a la vida
“Soy hijo de una familia muy humilde, de un pueblo que se llama Algarrobito. Yo digo que es la puerta del Valle, porque es el primer pueblito que abre hacia el Valle del Elqui.
Mi mamá junto a sus otras tres hermanas y un hermano, junto con mis abuelos, vivían en la misma parroquia San José de Algarrobito, detrás de la iglesia. Fueron educadas por hermanas alemanas y el padre Juan Boac, sacerdote de Rumania. Mi abuelito trabajó muchos años en la parroquia, construyó también muchas capillas de la jurisdicción territorial de la parroquia.
Mi mamá, como buena hija, trabajaba como todas sus hermanas. Pero por esas cosas de la vida no podía tener hijos. Los médicos le habían diagnosticado que ella era estéril. Después de varios intentos no podía quedar embarazada. Tenía 25 años y no perdía la esperanza.
Mi papá tenía 19 años cuando ella lo conoció mientras él hacía su servicio militar, en un pueblo aledaño, Altovalsol. A mi mamá le costaba mucho leer y comprender un poco la ciencia. Por tanto, pensaban que mi mamá aparte de ser estéril era un poco limitada en los estudios. Entonces mientras todos trabajaban, ella ayudaba en la casa.
Bueno, un día mi mamá muy angustiada fue a la gruta del pueblo, donde está Nuestra Señora de Lourdes y llorando le dijo a la Virgen que lo único que ella le pedía era que le concediera la gracia de ser mamá. Y que sea lo que sea del hijo que Ella colocara en su vientre, ella lo iba a respetar hasta el día de su muerte.
Bueno, pasaron los días y mi mamá fue al médico porque empezó a sentir contracciones en su estómago. Pensaban que estaba enferma. Entonces, por estas cosas que solo Dios y la Virgen saben, pues ahora lo comprendemos, estaba embarazada. Y nací yo. Al nacer toda mi familia sabía que efectivamente algo (extraordinario) había ocurrido. Mis abuelitos y todos estaban muy contentos. Así comenzó todo.
En ese entonces mis padres se casaron y mi mamá salió de casa de mis abuelitos. En ese entonces mi papá trabajaba en una Hacienda cercana del pueblo y nos fuimos a vivir allá. Era un ambiente campestre… la casa, los animalitos, el río, el bosque, las gallinas, los huevitos de casa, temprano. Mi papá se compró una vaca, sacaba leche; mi mamá tenía un horno de barro donde hacía el pan amasado. Bueno, así fue casi toda mi infancia, era un niño de campo.
Mis padres me enseñaban la devoción a la Virgen, rezarle a ella. A los cinco años mi mamá me inculcó la devoción al Santo Rosario. Había un alto de libros de oración y de historias de santos. Mamá antes de irme a dormir me leía las historias de los santos y así fui conociendo. Cada vez que iban al Santuario de Andacollo me llevaban y volvía con un santito.
Mi abuelito me iba a buscar y me llevaba a la Iglesia. Tenía siete años y rezaba el rosario junto a las señoras de la Legión de María. Desde los diez años en adelante soy miembro auxiliar de la Legión de María y me comprometí a rezar el rosario todos los días. Y hasta ahora conservo la devoción a la Virgen.
Después yo quería un hermanito, porque solo es muy fome. Más cuando vivía solo. Pero ya mi mamá no podía. Si ya había tenido uno, superando lo dicho por la ciencia, siendo algo extraordinario. Pero mi mamá decía que para Dios no había imposible. Un día se lo pedí mucho al Señor y a la Virgen Santísima. Como Dios siempre escucha la oración de sus hijos y de los niños, bueno, mi mamá quedó embarazada. Hoy somos dos hermanos.
Esto lo comparto para que tengan certeza de que Dios sí existe y que la Virgen existe.
Cuando mi mama quedó embarazada de mi hermano, todo muy bien, todos felices. Cuando mi mama fue a tenerlo, mi hermano al nacer no lloró, había un problema a los pulmones; por tanto, quedó hospitalizado y entubado. Fue tan así que el doctor le comentó a mi mamá que el niño se moría en una semana. Al llegar a casa mi mamá venía sin el niño, sin mi hermano y como yo era chico, me dejaron en la pieza mientras los adultos conversaban en el comedor lo que estaba ocurriendo.
Yo lo único que escuchaba era que había llanto. Pero me acordé de tantas historias de santos, ¡había que pedirles! Si el Señor dijo: «pedid y os daré, porque todo el que pide recibe y todo el que busca encuentra. Llamen y se les abrirá» Y si él lo prometió, pues pidámoslo. Y así fue. Me acuerdo que tenía a la Virgen de Guadalupe. Le prendí una vela y arrodillado le pedí algo al Señor. Le pedí una cosa que a lo mejor uno no debería pedirla, pero tenía nueve años y le dije: «Señor, te entrego mi vida, pero que nazca mi hermano. Llévate mi vida y deja a mi hermano». Eso le pedí. Luego, en un libro chiquitito donde yo escribía cosas, en ese papel escribí: «Señor, te ofrezco mi vida, por la vida de mi hermano Marcelo, concédeme la gracia de ser sacerdote». Y lo guardé debajo de la almohada.
Cuando mi mamá al otro día fue al hospital, no pudo ver al niño porque ya estaba muy mal. Pero dice que fue a la Iglesia… del Hospital de La Serena, donde está la Virgen de los Rayos y llorando le pidió que le diera una señal. Al regresar al hospital se encontró con una religiosa. La religiosa habló con ella y le dijo que tuviera calma, que no se preocupara de lo que estaba ocurriendo. Le dejó una estampita de Catalina Labouré y se fue. Hasta hoy no sabemos quién era esa religiosa. Al otro día, cuando mi mamá regresó a la casa, la llamaron por teléfono y le dijeron que el niño estaba de alta y sorprendentemente se había sanado.
Hoy mi hermano es un niño sano y nos llevamos nueve años de diferencia. Ahí comenzó todo, todo lo de la Virgen”.
María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros