Rita Klaus vivió en primera persona un increíble caso de curación. Tenía esclerosis múltiple, una enfermedad con la que tuvo que lidiar durante 25 años, algo que para ella “era difícil de aceptar”. Pero desde 1986 da testimonio de su asombrosa curación, que atribuye a la intercesión de la Virgen de Medjugorje, aunque ella no había estado en Bosnia: sólo había leído un libro sobre las apariciones.
La historia completa de la curación de Rita, residente en el condado de Butler (Pennsylvania), está recopilada en su libro Rita’s Story, publicado por Paraclete Press.
La enfermedad llegó cargada de sufrimiento
La vida que Rita había soñado pronto comenzó a resquebrajarse, hasta acabar hecha pedazos. Lo único que quería era seguir la voluntad que Dios le había encomendado.
En su juventud había sido monja, pero la esclerosis provocó que tuviera que abandonar esa vida. Se le concedió la dispensa de votos y regresó a vivir con sus padres en Iowa (EEUU).
Pronto se dio cuenta de que no podía continuar allí porque ellos tenían que cuidar a cinco hijos más.
Tampoco podía conseguir seguro médico ni de salud a causa de la enfermedad. “Me sentí terriblemente desgraciada. Lo que más había deseado siempre es ser monja y servir al prójimo. Ahora eso se me había negado”.
Se mudó a su actual hogar en Pennsylvania, donde le ofrecieron un trabajo como profesora de educación especial en el condado de Butler, en una pequeña escuela de Mars (Iowa).
Tras el nacimiento de su tercera hija, la enfermedad comenzó a empeorar, así que ya no pudo ocultarlo más. “No podía levantar los brazos por encima de mi cabeza, tropezaba con mucha frecuencia y me caía”.
Una enfermedad sin solución
En el año 1982 no podía valerse por mí misma. “Tenía tanto miedo y estaba tan molesta que comencé a hacerle a Dios promesas interesadas: Dios mío por favor, no permitas que esto empeore. Haré cualquier cosa con tal de que mis manos y mis brazos no se vean también afectados".
“Cuando la enfermedad llegó a los brazos y perdí la sensibilidad en los dedos otra vez le supliqué: ¡Por favor, Dios, no permitas que esto suba por encima del cuello!”.
Durante los últimos años pasó de las muletas a la silla de ruedas. Era víctima de una enfermedad que le estaba destruyendo a ella y a sus seres queridos.
“Un día me llamó una amiga para decirme que se iba a celebrar una misa de curación de la Renovación Carismática en San Fernando, para invitarme a ir con ella. Yo no pertenecía a ningún movimiento católico y no tenía ganas de asistir. Pero mi amiga no aceptó un no por respuesta. Finalmente fue mi marido quien me convenció para que asistiera”.
“El servicio comenzó con el rezo de un rosario, por lo que al final no era tan malo. Estaba sentada en un banco en la parte trasera de la iglesia, y cuando la procesión de sacerdotes empezó, sentí que alguien me agarra por detrás. Al principio estaba totalmente avergonzada, porque yo ya me había hecho a la idea de que no iba a ser voluntaria para que me hicieran oraciones especiales ni nada”.
Entonces sucedió algo extraño, cuenta Rita. “Me pareció que una maravillosa paz se apoderó de mí. Era como si toda la infelicidad de los años de sufrimiento por esta enfermedad, desapareciese de repente”.
Al volver a casa esa noche, se prometió a sí misma mejorar mi vida espiritual pues hasta ese momento, estaba alejada de la Iglesia Católica. Aunque había seguido asistiendo a misa, quería compensar lo que sintió durante aquella misa. “Le dije a mi pastor lo que había sucedido y le pedí que orase para que pudiese seguir teniendo esa paz”.
A finales de ese año, la parálisis se extendió hasta las piernas y los brazos, lo que supone una traba para su trabajo como maestra y para su vida familiar. Poco a poco sus piernas se deformaron considerablemente, y los huesos comenzaron a inclinarse.
Y sucedió el milagro
Un día leyó en Selecciones del Readers Digest un artículo sobre las apariciones de la Virgen de Medjugorje, Yugoslavia.
Impresionada, decidió comprar un libro sobre las apariciones, que curiosamente recibió por correo antes del plazo de entrega previsto. “Me conmovió mucho, tanto que comencé a seguir los ayunos que ella pidió a los niños, tomando sólo pan y agua los lunes y los miércoles.
Una noche, un 18 de junio de 1986, acabó de rezar el rosario cuando oyó una voz que le decía, ¿por qué no pides? “No sabía qué estaba sucediendo porque nunca me había ocurrido algo así antes de ser sanada”.
“Le pedí a María con todo mi corazón para que mediante su intercesión preguntase a su Hijo si podía curarme. Por favor, ayúdame a mejorar mi fe, donde no esté demasiado fuerte”.
“Al terminar percibí una curiosa sensación de calor en todo mi cuerpo. Me quedé dormida y ya no recordé nada más”, cuenta Rita.
Comenzó a llevar una vida normal
A la mañana siguiente, dando clases en su escuela, empezó a experimentar una sensación de calor en los pies y en las piernas. Además sentía un picor intenso. Pero no había manera de que esto pudiera estar ocurriendo, ya que no tenía sensibilidad en los pies desde hace varios años.
“Entonces miré a mis pies. ¡Mis dedos estaban moviéndose! Me quedé completamente impresionada.”
Una vez en casa Rita se percató del milagro que estaba sucediendo. “¡Mi pierna derecha estaba completamente recta!” Había sido operada en dos ocasiones para tratar de enderezarla, pero sin éxito y en ese momento sus piernas estaban perfectamente rectas.
“Me repetía constantemente: "¡Gracias Madre!, ¡Gracias Jesús! Levanté en mis piernas, sin ayuda, por primera vez en años. Finalmente me di cuenta de que algo maravilloso había sucedido”.
“Caminé por el pasillo…, con mis muletas bajo el brazo. Cuando llegué a la base de la escalera, pensé: bueno, si realmente estoy sanada, podré subirlas. Así que dejé las muletas y lo hice. No hacía nada más gritar "¡gracias!" Una y otra vez, estaba en shock.
Rita recuperó su confianza en Dios
Rita define el momento en que comunicó a su familia la noticia: “era. . . una escena indescriptible. Mi hija mayor estaba llorando, la mediana se quedó con la boca abierta”. Su propio director espiritual, el Padre Bergman estaba sorprendido por lo ocurrido y muy feliz.
“Después de un tiempo, todos nos calmamos y decidimos llamar a mi médico. Atónito nos remitió al hospital. Explicamos allí lo que había sucedido, y nadie se lo explicaba”.
Tras una batería exhaustiva de pruebas, lo único que pudo hacer el médico de cabecera fue abrazarla.
Ahora Rita es ejemplo de fe para otros pacientes con esclerosis múltiple y comparte su testimonio y su experiencia. “Rezo mucho a Dios y a su Santa Madre. Yo sólo pido que oren para que todo lo que yo haga, lo haga bien”.