El día 7 de diciembre, a las 9 de la noche, tendrá lugar la tradicional Gran Vigilia de la Inmaculada en todas las diócesis de España y diversos países de Latinoamérica.
Estas celebraciones fueron instauradas en España en 1947 por el padre Tomás Morales, S.J., actualmente en proceso de canonización en Roma, y desde entonces se vienen celebrando ininterrumpidamente. Siempre se han caracterizado por la gran afluencia de fieles, destacando la juventud y la familia.
En esta ocasión el lema será «María es la madre de la esperanza», que es la afirmación que hizo el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Vida Contemplativa del año pasado.
Según han informado en un comunicado, «con estas Vigilias los organizadores pretenden hacer una súplica a la Virgen, para que, por su intercesión, los corazones despierten a la esperanza, recuperen la fe y se encuentren con Jesucristo y su Divina Misericordia».
Se espera que el Santo Padre envíe su tradicional mensaje y bendición apostólica a los asistentes y organizadores, que ya han solicitado las oraciones y sacrificios de cerca de 700 conventos de almas contemplativas de toda España para que se consiga el mejor resultado de estas vigilias.
En lo que se refiere a Madrid, se celebrarán tres vigilias diocesanas: en la Catedral de la Almudena, presidida por el arzobispo Carlos Osoro; en la Basílica de la Merced, por Mons. Juan Antonio Martínez Camino; y en el Santuario de María Auxiliadora, por Mons. Fidel Herráez.
Los carteles de la Vigilia de la Inmaculada llenan
Madrid en estos días de inicio de diciembre cada año:
es la mayor campaña de evangelización con publicidad
anual y sostenida durante décadas, siempre con carteles
protagonizados por la Virgen
Una larga historia de devoción
El 8 de diciembre de 1854 el papa Pio IX manifestaba solemnemente en la basílica vaticana de San Pedro de Roma mediante la bula Ineffabilis Deus: «Declaramos y definimos que es doctrina revelada por Dios, la que sostiene que la Beatísima Virgen María en el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente y en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada e inmune de todo pecado original».
Tres años después, el 8 de diciembre en 1857, visitaba la embajada de España, en Roma, y pronunciaba el siguiente discurso: «Señor embajador, vengo con íntima satisfacción a visitar esta embajada española, y a bendecir el monumento de la Virgen Inmaculada en esta plaza de España, y declaro que vuestra gloriosa nación tiene hoy muy merecido derecho a esta distinción, porque fue España, la nación, que por sus reyes y por sus teólogos, trabajó más que nadie para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Concepción Inmaculada de María».
La Historia de España relata que sus reyes, teólogos, artistas, literatos, ejércitos y pueblo creyeron, esperaron y amaron la Inmaculada Concepción de María.
El rey visigodo Ervigio declara su fiesta como ley de Estado.
El rey Fernando III, el Santo, llevaba pintada su imagen en su estandarte.
Los reyes Jaime I el Conquistador, y Juan I de Aragón ordenaron celebrar su fiesta en todos sus reinos.
Los Reyes Católicos enviaron nueve embajadas a Roma rogando al Papa definiese la Concepción Inmaculada de María como dogma de fe católica.
El rey Felipe II mandó grabar su imagen en su escudo real.
Las viejas universidades de Salamanca, Alcalá de Henares, Granada, Zaragoza, Valladolid y Valencia, los teólogos y santos españoles defendieron y festejaron la Concepción Inmaculada de María como dogma de fe cristiana.
Concretamente, el sabio y celoso gallego Rodrigo de Padrón, arzobispo de Santiago de Compostela, a principios del siglo XIV, ordenaba que el cabildo de la iglesia basílica catedral del apóstol Santiago celebre solemnemente la fiesta de la Purísima Concepción de María en el día 8 de diciembre, y recen la Salve después de las completas durante todos los días del año, a excepción de las fiestas mitradas y de los días de Semana Santa y Pascua.
La creencia y amor de los ciudadanos españoles a la Inmaculada Concepción de María está manifestada en su culto y en su gran veneración popular, que aparece bellamente expresada y representada en las ocho pinturas de Murillo, en las de Rivera, de Juan de Juanes, en tantas y tantas tallas y pinturas artísticas bellísimos que hay en catedrales, parroquias, templos, conventos, santuarios y ermitas de España, y así como en la poesía y literatura españolas de sus poetas y literatos, desde Gonzalo de Berceo, a Zorrilla y a Gabriel y Galán.