El rector del santuario de Lourdes, Michel Daubanes, visitó recientemente el santuario de Torreciudad (Huesca), que le planteó diversas cuestiones sobre el papel de estos lugares de encuentro marianos en la transmisión de la fe.
«Los santuarios marianos tienen hoy un lugar verdaderamente muy importante en la vida de la Iglesia», afirmó, porque ofrecen a los peregrinos una ocasión para «volver a la Virgen María» y la oportunidad de «alimentar su alegría de creer, su alegría de ser cristianos, su alegría de vivir».
Tres puntos fuertes de los santuarios
Daubanes señaló, en concreto, la oportunidad que suponen lugares como Lourdes, Fátima o Torreciudad para experimentar tres cosas:
-el perdón de Dios, por la posibilidad de confesarse, más presente y abierta en dichos santuarios que en otros templos: «En nuestras sociedades hay quizá una tendencia cada vez mayor a no vivir el sacramento de la confesión, del perdón, de la reconciliación, y es una gran lástima porque sin el sacramento uno puede estar abrumado, aturdido en su vida de fe»;
-la belleza de la liturgia, que se suele cuidar mucho en estos enclaves: «Si la liturgia es más bella, si la oración es más bella, los peregrinos retoman con más fuerza la fe en la vida cotidiana». No solo por el sacramento de la eucaristía, sino porque también es relevante «todo lo que se desprende de la piedad popular (por ejemplo, la procesión nocturna de las antorchas en Lourdes), en la cual el santuario le permite al peregrino vivir y comprender verdaderamente su fe»;
-y la fraternidad: «La solidaridad, la caridad, la fraternidad que se vive en el seno del santuario, que impacta y moviliza a cada uno más allá de su estancia durante unas horas… Este esfuerzo logra que todo el mundo salga del santuario con una gran sonrisa en el rostro».
Lo que todo santuario debe cuidar
El rector de Lourdes insiste en tres aspectos que debe cuidar todo santuario:
-primero, «es absolutamente central para un santuario poder proponer el sacramento del perdón y de la reconciliación. Hay personas, peregrinos, que lo viven regularmente en sus parroquias, pero hay también peregrinos que no lo han vivido desde hace tiempo, por diversas razones: no han tenido la posibilidad, creen quizá que su pecado es tan grande que piensan que no puede ser perdonado; y también hay personas que nunca se han confesado»;
-y segundo, «debemos ser particularmente generosos en lo que concierne a la bendición: al final de la Misa, al final de la oración de todo un grupo, de una comunidad, y también después en la sacristía de manera individual»;
-y tercero, la «escucha real, atenta y personal«, tanto por parte de los sacerdotes como por parte de «laicos con responsabilidad», para que los peregrinos puedan compartir «preguntas, penas, sufrimientos, alegrías».
¿Qué hacer cuando un hijo pierde la fe?
También le preguntaron a Daubanes por los problemas de las familias hoy y las dificultades de la educación de los hijos en la fe.
Quiso transmitir confianza a los padres, recordándoles que «el mensaje de la fe les queda grabado a partir de su bautismo y su confirmación», y eso tiene un valor aunque luego se alejen de ella: «Si un hijo abandona la fe, incluso deja el ambiente familiar y entra en una vida que no es la correcta, conviene siempre estar presente para acompañarlo, no abandonarlo nunca, aunque el hijo rompa la relación. Conviene no olvidar que es el Espíritu el que actúa en el corazón, y con la oración y el ejemplo, el Espíritu del Señor será quien podrá traerle de vuelta».