«Soy un mexicano de adopción de origen japonés. De formación budista pasé a ser católico y devoto de la Virgen de Guadalupe». Este podría ser el currículum vitae del siguiente personaje: el luchador Shigeo Okumura. El portal Desde la fe, por medio de Jorge Reyes, le hizo una entrevista donde cuenta el motivo por el que empezó a buscar a Dios.
Hace 20 años «el Tifón de Osaka», Shigeo Okumura, llegó a tierras mexicanas para dominar la lucha libre y cumplir con su sueño más grande, formar parte de los mejores gladiadores del mundo y ser un referente para los aficionados. El integrante de la llamada «Ola Amarilla» es, además, un ferviente católico, que se rinde ante la Virgen de Guadalupe.
Una vida de superación
Sin embargo, hasta el más rudo de los luchadores puede sentirse un día inútil debido a una lesión, y más cuando esta no solo pone en riesgo su carrera, sino que puede provocar que pase el resto de su vida postrado en una silla de ruedas. Es lo que le ocurrió a Okumur cuando sufrió una grave lesión cervical. Tras la que, milagrosamente, no solo se mantuvo en activo, sino que incluso provocó su conversión al catolicismo.
«Tenía dos sueños: ser beisbolista o luchador profesional. ¡Gracias a Dios pude ser luchador!», recuerda Shigeo Okumura. El luchador relata que, cuando era pequeño, el deporte que practicaba en su Japón natal era el béisbol, en donde se desempeñaba como pitcher, pero a los ocho años, sufrió el desgaste en el brazo por los constantes lanzamientos y una fuerte lesión le obligó a tener que abandonar esta disciplina.
Dejar su vida como beisbolista le causó una gran tristeza, pero pronto encontró consuelo en la lucha libre, primero como espectador, viéndola en la televisión, cuando sus padres le dejaban, sobre todo a los luchadores mexicanos, y, después, practicándola, en Ikeda, una ciudad situada en la Prefectura de Osaka, Japón.
Estuvo ocho años como aficionado de la lucha libre japonesa, y, a los 17 años, empezó su formación como luchador, bajo la dirección del gran luchador japonés Masanobu Kurisu. Tras prepararse durante cinco años, debutó el 31 de diciembre de 1994 como luchador independiente en Japón. Después de 10 años de pelear, llegó a México en 2004 para integrarse por un año en el Consejo Mundial de Lucha Libre y enfrentarse a los mexicanos, con el objetivo de aprender el estilo e incorporarlo a su técnica.
«La lucha es mi vida hasta hoy, llevo 29 años de carrera como profesional, este fin de año voy a cumplir 30 años desde que debuté. Era un sueño. Después de convertirme en luchador profesional tampoco imaginaba seguir viviendo de la lucha, dedicarme a ella como mi profesión. Nunca lo pensé…, todo estaba fuera de mis planes, pero es mi vida», comenta.
El paso de Okumura por la lucha libre ha estado lleno de éxitos. Sin embargo, los peores golpes anímicos se los han provocado las diversas lesiones. «He tenido lesiones cervicales; me operaron tres veces del ojo derecho, que me movía el músculo de tanto golpe; mis dos hombros se han fracturado; el ligamento de mi rodilla derecha estaba roto; me operaron de apendicitis», detalla el Tifón de Osaka.
Habituado a duros combates, Shigeo Okumura tuvo su lucha más difícil fuera del ring: durante un entrenamiento que realizaba en la llamada Catedral de la Lucha Libre, la Arena México, en el año 2017, sufrió una grave lesión cervical que, de acuerdo con las opiniones de los doctores y especialistas, difícilmente le permitirían seguir su carrera como luchador, corría el riegos de quedar postrado.
«Tuve una lesión en 2017 y me fracturé las cervicales 6 y 7. Fue un accidente, fue un entrenamiento en la Arena México. Fue muy difícil y, en ese momento, tres especialistas que me evaluaron, todos me decían: ‘Jamás podrás volver a luchar y olvídate de la lucha libre, si vuelves a luchar tendrás la posibilidad de vivir en una silla de ruedas‘», recuerda.
Recuperación milagrosa
Shigeo Okumura no se quedó quieto y buscó una nueva opinión y decidió viajar a Japón. «La lucha libre es mi vida y yo no puedo decir ‘ok doctor, ok doctor, me voy de la lucha libre’. No puedo decir eso, es mi vida, por la lucha libre vine a México y no puedo decir ‘ok, ya me voy'», comenta.
El especialista japonés descubrió que estaba fracturado y roto un ligamento, ubicado entre la sexta y la séptima vértebra, y le propuso que podría realizar la intervención, pero también le advirtió de que la recuperación podría ser de hasta dos años, sin garantizar que pudiera retomar la lucha libre de inmediato. Con este panorama, el Tifón de Osaka fue operado el 18 de abril de 2017 y decidió volver a México.
Al regresar a la Ciudad de México, Okumura solo sabía que la operación había salido bien, pero todavía existía la incertidumbre sobre su regreso a la lucha libre, lo que le generaba un gran «sufrimiento». Al verlo en ese estado de tristeza, su entorno le plateó la posibilidad de visitar a la Virgen de Guadalupe, para pedirle su intercesión, para que su recuperación fuera total y le permitiera seguir practicando esta profesión.
Pese a su formación budista, Shigeo Okumura accedió con agrado: «En ese momento estaba sufriendo, y fui a la Basílica de Guadalupe a dar gracias«. La respuesta de la Virgen a las súplicas del luchador japonés no se hizo esperar y para mayo de 2017, un mes después de su intervención quirúrgica, el Tifón de Osaka sintió una mejoría y, aunque todavía llevaba un collarín, empezó a ir al gimnasio para correr y levantar pesas.
«Siempre pedía a Dios que me ayudara. Era el momento de acercarme a Él», cuenta. La recuperación del luchador nipón sorprendió a sus médicos, en especial al japonés que lo había operado, y más cuando a los nueve meses de haber sufrido la lesión reapareció en los cuadriláteros. «Es un milagro. El doctor que me operó me dijo que, normalmente, en caso de que pudiera regresar a la actividad, tardaría un año y medio o dos, pero yo a los nueve meses pude regresar, un milagro», explica con una sonrisa.
Shigeo Okumura no deja de reconocer que su milagrosa recuperación y su regreso al deporte fue una bendición de la Virgen de Guadalupe. Desde entonces, no deja de dar gracias a Dios por el favor recibido, y la mejor manera que tiene de demostrarlo es llevar a cabo su formación católica y asistir a misa lo más que pueda.
«Siempre dando gracias a Dios, no solo por la lucha, sino también por mi vida, y por la vida de todos. No he dejado de hablar con Dios. Por la mañana, cuando despierto, antes de dormir, y antes de subir al ring. Es muy importante, porque puedo subir al ring y no saber cómo voy a regresar», señala.
Sobre si lee o estudia la Biblia, comenta: «Sí, pero me falta muchísimo, pero sí, ahí voy, poco a poco. Desde que tuve el acercamiento, siempre pido a Dios que me ayude, como luchador y fuera de lucha, siempre hay que seguir pidiendo. Me falta muchísimo por estudiar, muchísimo, pero soy humano, voy paso por paso, poco a poco, voy a seguir estudiando». Y, sobre la Virgen de Guadalupe, asegura que allá donde va siempre le acompaña.