Dios te salve, María,
llena eres de gracia;
el Señor es contigo.
Bendita Tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
El Ave María es junto al Padre Nuestro la oración más recitada por los católicos, pero no siempre esta plegaría dirigida a la Virgen ha estado así redactada. Hace siglos y debido a una epidemia con gran mortalidad como fue la peste negra la oración sufrió un añadido, concretamente una petición a María: “ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”.
En un primer momento, esta plegaria mariana se había compuesto mediante la unión de dos pasajes bíblicos como eran la Anunciación y la Visitación de María a su prima Isabel.
De este modo, la primera parte del Ave María está tomada de la Anunciación (Lucas 1, 28): “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo”. La segunda, de la Visitación (Lucas 1, 42): “Bendita entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”.
De hecho, en un primer momento esta oración, según recoge Aleteia, era conocida como el «Saludo de la Santísima Virgen», y consistía en la unión de estos dos versículos bíblicos. Pero fue el avance de una terrible peste negra la que llevó a los cristianos a alargar el Ave María para insertarle una segunda parte, que incluye una petición concreta a la Virgen.
Expertos en Historia de la Iglesia consideran que “este ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte” se añadió durante esta plaga para pedir la protección de María. Así lo consideraba también el conocido obispo Fulton Sheen, actualmente en proceso de beatificación.
En su libro El primer amor del mundo escribía:
“Dado que aprovecha los dos momentos decisivos de la vida: ‘ahora’ y ‘en la hora de nuestra muerte’, sugiere la protesta espontánea de las personas en una gran calamidad. La Peste Negra, que devastó toda Europa y acabó con un tercio de su población, llevó a los fieles a clamar a la Madre de Nuestro Señor para que los protegiera en un momento en que el tiempo presente y la muerte eran casi uno”.
Del mismo modo, el padre Donald H. Calloway, experto en devociones marianas, secunda esta conclusión en su libro Campeones del Rosario:
“Después de la Muerte Negra, la segunda mitad del Ave María comenzó a aparecer en los breviarios de las comunidades religiosas, especialmente las de los mercedarios, camaldulenses, y franciscanos… la gente del siglo XIV necesitaba enormemente la dimensión ‘llena de esperanza’ de la segunda mitad de la oración del Ave María“.
Tal y como recoge Luis Antequera en ReL, el “ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, habría aparecido por vez primera por escrito en un texto de la orden de los servitas, fundada por San Felipe Benicio y en un breviario romano.
Durante todo este tiempo, el Ave María tomó varias formas hasta que finalmente fue unificada por el Papa San Pio V en 1568, con ocasión de la reforma litúrgica e con los dictados del Concilio de Trento fijando así el texto tal cual se reza hoy día.