Este martes 14 de junio la Congregación para la Doctrina de la Fe ha presentado un nuevo documento, la carta Iuvenescit Ecclesia (La Iglesia rejuvenece) sobre la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos en la Iglesia.
El gran objetivo del texto es insistir en la dimensión misionera de los movimientos y congregaciones de la Iglesia y en el reconocimiento recíproco entre estas comunidades y la jerarquía eclesial.
El Papa Francisco aprobó el texto el 14 de marzo de 2016. La fecha final es del 15 de mayo de 2016, Solemnidad de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo, dador de dones y carismas. Está firmado por el cardenal Gerhard Müller y del Arzobispo Luis Ladaria, que son respectivamente el Prefecto y el Secretario de Doctrina de la Fe.
Este texto dedica todo su último apartado a la Virgen María, como modelo de evangelizadora, intercesora y receptora de los dones del Espíritu. Por su interés, recogemos íntegramente ese apartado.
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María, como intercesora en la evangelización
La efusión del Espíritu Santo sobre los primeros discípulos el día de Pentecostés los encontró concordes y asiduos a la oración, junto con María, la madre de Jesús (cf.Hch1, 14).
Ella era perfecta en la acogida y en el hacer fructificar las gracias singulares de las cuales fue enriquecida en manera sobreabundante por la Santísima Trinidad; en primer lugar, la gracia de ser la Madre de Dios.
Todos los hijos de la Iglesia pueden admirar su plena docilidad a la acción del Espíritu Santo; docilidad en la fe sin fisuras y en la límpida humildad. María da testimonio plenamente de la obediente y fiel aceptación de cualquier don del Espíritu.
Además, como enseña el Concilio Vaticano II, la Virgen María «con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz».
Debido a que «ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad», que «hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores».
Por esta razón, María es conocida como la Madre de la Iglesia y recurrimos a Ella llenos de confianza en que, con su ayuda eficaz y con su poderosa intercesión, los carismas distribuidos abundantemente por el Espíritu Santo entre los fieles sean dócilmente acogidos por ellos y den frutos para la vida y misión de la Iglesia y para el bien del mundo.