Este 15 de enero se cumplen 87 años de las apariciones reconocidas oficialmente por la Iglesia de la Virgen María a la pequeña Mariette Beco en el pequeño pueblo belga de Banneux. Hasta ocho veces la Virgen de los Pobres, como Ella misma se presentó, se encontró con esta niña de once años. Desde entonces este lugar, convertido en santuario, ha atraído a millones de peregrinos y se han producido allí numerosas gracias y curaciones.
Cada año cerca de 500.000 peregrinos acuden a venerar a la Virgen María en un país donde la práctica religiosa se ha desplomado en las últimas décadas. Pero es sobre todo en la fiesta de la Asunción cuando este santuario cerca de Lieja recibe un mayor número de visitantes, cerca de 20.000.
Uno de los aspectos más llamativos es que este lugar mariano situado en el corazón de Europa es un punto de unión entre distintas religiones y confesiones cristianas, unidos todos ellos por su amor a la Virgen de los Pobres. De este modo, es fácil encontrar entre los peregrinos además de a los fieles católicos, la gran mayoría, cristianos ortodoxos sirios, ortodoxos procedentes de la zona de los Balcanes e incluso musulmanes kosovares.
Otra aparición de la Virgen en el siglo XX
El 15 de enero de 1933 la pequeña Mariette Beco era una niña belga de 11 años, en una casa rural humilde que no practicaba la religión, con muchos hermanos, un padre que no iba a misa y una madre sin interés en la religión.
Mariette no era muy piadosa, aunque alguna vez rezaba con un rosario antes de dormir, y ya no la llevaban a catequesis. Pero ese día de invierno miró por la ventana de su cocina y vio, según dijo, «una luz y una hermosa Señora que tenía la cabeza muy iluminada, como si la luz irradiara de su propio cuerpo. Tuve miedo». La vidente murió en diciembre de 2011 tras una vida tranquila, a los 90 años.
Las apariciones a Mariette
Así se inicia una serie de 8 apariciones, la última el 2 de marzo de ese año de 1933, en las que la Señora se presentó como «la Virgen de los Pobres», señaló una fuente, pidió que se construyera una capilla y repitió que venía «a aliviar el dolor» y «a los enfermos».
La pequeña Mariette se transformó: volvió a ir a catequesis y dejó de ser la peor alumna para ser la mejor.
La abundancia de curaciones y conversiones que se produjeron entre quienes acudían al lugar y a la fuente enseguida fortalecieron la convicción de la Iglesia de que eran auténticas.
Una peculiaridad de Banneux es su cercanía a Beaureaing. También en Bélgica y también esos días, en la aldea de Beaureaing, del 29 de noviembre de 1932 al 3 de enero de 1933 la Virgen se había aparecido a cinco niños de dos familias distintas, y una de las familias era socialista, no cristiana, por lo que el Partido Socialista, la prensa afín y las autoridades locales y nacionales habían reaccionado con un fuerte debate, que se hizo más virulento cuando la familia socialista adoptó el catolicismo pese al entorno hostil.
En este ambiente, el párroco de Banneaux y su obispo titubearon un poco: no tenían ganas de enfrentarse a esa prensa hostil y movilizada. Pero llegó la Segunda Guerra Mundial y los nazis ocuparon el país. Los belgas y muchos franceses se volcaron en la oración en ambos santuarios. Así, en 1949, ambas apariciones fueron aprobadas por la Iglesia, y no solo por el obispo local, sino por la Santa Sede: Beauraing el 2 de Julio, y Banneux el 22 de agosto. Son las últimas apariciones en recibir aprobación formal desde la Santa Sede. Las posteriores que han recibido aprobación eclesial han contado sólo con la aprobación de su obispo local.
La niña vidente de Banneaux, Mariette, creció, se casó, tuvo hijos, envejeció. Tuvo una hija que murió siendo muy niña, y otra que murió ya mayor, con 61 años, en 2008. Mariette vivió sus últimos años muy unida a su hijo y a sus nietos. Cuando Juan Pablo II visitó Banneux, se entrevistó con Mariette.
En 2008, cuando se cumplían 75 años de las apariciones, difundió a través del rector del santuario, el padre Josseph Cassart, un sencillo mensaje: «Yo no fui nada más que un cartero que entregó una carta; una vez se ha hecho, el cartero ya no tiene importancia». Vivió su vida en discreción perfecta, y a veces visitaba el santuario desde el más sencillo anonimato.