Como cristianos, estamos llamados a conocer la vida de Jesús, con el fin de vivir, sentir, amar, soñar y sonreír como Él (cf. Padre Zezinho en Amar como Jesús amó). Pero en este proceso de conocimiento sobre la persona de Jesús, necesariamente debemos pasar por su historia, con el propósito de entender los hechos y las personas que le han marcado. Pues específicamente sobre una persona que marcó la historia de Jesús habla uno de los más importantes tratados de la Teología, que trata de la persona de María.
Al estudiar la figura de María en relación a Jesús, estamos estudiando el papel de la Madre de Dios dentro de la obra de la Revelación –para usar un vocabulario más técnico-. La Teología llama a este estudio Mariología. “La Mariología es una parte de la ciencia teológica que trata, en virtud de los principios revelados, de la madre de Dios-Redentor en cuanto tal y de todas las demás gracias concernientes a ella” (Merkelbach, Benito Enrique. Mariología: Tratado de la Santísima Virgen María Madre de Dios y mediadora entre Dios y los hombres. Traducción de Pedro Arenillas. Bilbao: Desclée de Brower, 1954, p. 29).
La Teología está dividida en tres grandes bloques: la primera, la Teología Fundamental, que antiguamente era llamada Apologética, cuyo fin era responder a las preguntas de la razón humana frente a la realidad de la fe, mostrando que es posible creer y razonar al mismo tiempo. “Estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta de su esperanza” (1 Pe 3,15).
La segunda parte es conocida como Teología Moral, que se ocupa de las acciones humanas en relación a los principios cristianos; aquí está presente aquello que conviene o no hacer como cristiano, los temas de bioética, el tratado de las virtudes y vicios humanos, entre otras cuestiones.
Y, por fin, el tercer bloque teológico se llama Teología Sistemática, también conocida como Dogmática. Aquí es donde comienza la teología propiamente dicha, porque se ocupa con la reflexión de la fe, armonizándola con la realidad del hombre moderno y sus cuestionamientos. Dentro de esta parte se encuentra el estudio sobre la Madre de Dios, es decir, la Mariología. Pero, ¿es correcto estudiar a una criatura humana dentro de una disciplina que trata sobre Dios?
“Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer … para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos” (Gál 4,4-5). Por la palabras de San Pablo entendemos cuál es la razón de un estudio mariano dentro de la Teología, a pesar de que algunos cuestionen esta materia, ya que la palabra Teología viene del griego theos (Dios, divinidad) y logos (estudio), esto es, estudio sobre Dios y no sobre la criatura humana.
Clasificar la Mariología como una disciplina teológica no significa que estemos afirmando que María “es diosa o más que diosa” (cf. Padre Zezinho), pero por ser la Theotokos (Madre de Dios) –conforme a la carta a los Gálatas que se nos recuerda arriba – es también parte constituyente de la Revelación cristiana. Por esta razón, la Mariología debe ser tratada por la ciencia teológica “que pertenece con toda certeza a la tercera parte de la Teología, esto es, a la doctrina del Verbo Encarnado y Redentor, con la cual está íntimamente unida, y a la parte orgánica de la Dogmática” (Merkelbach, 1954, p.29).
Además de eso, podemos afirmar con toda certeza que María es una criatura teológica, básicamente porque es el único ser humano que posee una característica peculiar, es decir, es la Madre de Dios. Este atributo que ella recibió, por gracia, la coloca en relación directa con Dios. Esta característica está impresa de una manera profunda en la identidad de la Virgen, esto es lo que ella es.
Las gracias que la jovencita de Nazaret recibió estaban íntimamente unidas a su misión de ser Madre de Dios, Redentor del mundo. Por lo tanto, todo aquello que Dios le confió, como gracias y privilegios sobrenaturales, llegaron como ayuda a la Obra de la Salvación. Así, María participa íntimamente de la Obra Redentora. En este sentido entendemos el monograma de María presente en el reverso de la Medalla Milagrosa, donde un único altar consume, al mismo tiempo, dos grandes sacrificios, uno el cuerpo de Jesús y el otro, el Corazón de María (cf. San Juan Crisóstomo).
Al rezar la letanía de Nuestra Señora entendemos una serie de títulos que son atribuidos a ella. Todos ellos tienen alguna vinculación con la Obra de la Salvación iniciada por Dios desde el Antiguo Testamento y, además de eso, todos están unidos a su misión de ser la Madre de Dios.
Entendemos, de este modo, que “la Mariología es un complemento necesario de la doctrina de los misterios de la Encarnación y de la Redención” y, además, “es necesaria para comprender la obra de la creación, de la predestinación, y del gobierno, por ser la Santísima Virgen la primera criatura elevada por encima de las demás” (Merkelbach, 1954, p.31).
[Artículo tomado de Aleteia.]