Una periodista de BBC News en Belén ha acudido a uno de los lugares más especiales de la ciudad donde María dio a luz al Dios hecho Niño: la Gruta de la Leche. Lo ha encontrado casi vacío por el coronavirus y las restricciones. En esta época extraña sólo abre unas horas por la mañana y los que acuden a rezar son casi todos habitantes de Belén o de los alrededores, sin turistas. Pero el lugar sigue palpitando de agradecimiento a la Virgen y de expectación por su mirada maternal.
Según la tradición, en esta gruta donde hoy hay una iglesia, la Sagrada Familia se escondió cuando supo que soldados de Herodes acudían para matarles. Allí, María protegió al bebé y le alimentó. Hoy es un lugar de espiritualidad maternal, femenina, también infantil. Eso siempre implica desafío al poder: una familia que protege a su bebé es un desafío para el poder político, sus reyes violentos, sus soldados con espadas. La vida sale adelante y desafía a la muerte.
Naomi Zimmerman, una monja franciscana que trabaja muy cerca, dice que le inspira que aún se dan milagros allí. «Aquí hay milagros de vida, de niños, de salud de las mujeres… es uno de mis lugares preferidos«, asegura.
La tradición es beber un poco de polvo de la piedra de la cueva, blanda y blanca, rezando alguna oración a la Virgen. Se hace sobre todo para pedir su intercesión frente a problemas de infertilidad o de salud maternal o prenatal.
Suad Sfeir, una guía turística bien conocida en la ciudad, conoce dos casos de personas «que conozco bien». «Una amiga mía de EEUU se llevó un poco de polvo para su prima que llevaba 25 años casada y no conseguía tener hijos. Cuando volvió un año después, me trajo la foto de su bebé», explica.
En una oficinita junto a la iglesia guardan cientos de cartas emocionadas, de personas de todo el mundo agradeciendo la acción de Dios y la Virgen sobre ellos. Dan gracias, por ejemplo, por haber tenido un bebé después de varios abortos naturales. Una mujer escribe en francés que lloró en la gruta, que sus lágrimas fueron sus oraciones… y dos meses después quedó embarazada. Una brasileña a la que habían declarado infértil conoció la Gruta por televisión, pidió el polvo, rezó y dio a luz a una niña llamada Gabriela.
Una religiosa en la capilla monta guardia a todas horas y reza por la paz. Es una de las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, cuyo monasterio se conecta con la Gruta de la Leche. Este santuario, junto con otros 11, forma parte de la red “Doce estrellas en la corona de la Virgen María Reina de la Paz”, que son doce espacios de oración en los lugares del mundo donde hay conflictos, con capillas en Kazajistán, Bosnia Herzegovina, Costa de Marfil, Corea del Sur, Filipinas y otros países.
Al santuario acuden no sólo cristianos, sino también mujeres musulmanas. Son sobre todo mujeres las que acuden a María en este santuario, ante un gran icono de la Virgen.
A veces hay personas que escriben desde cualquier país pidiendo favores a la Virgen, y los frailes presentan estas intenciones y rezan a Dios por ellas. Un fraile llamado Butros (Pedro, en árabe) explica que «María es nuestra madre, nos escucha y entra en nuestros corazones».
Aquí, una visión de la Gruta de la Leche en 360 grados
En este vídeo de hace dos años se explica cómo surgió la capilla para orar por la paz de forma perpetua en la Gruta de la Leche ante la imagen de María