«Fátima ofrece una Madre, incluso para quienes están alejados de la fe, y sabemos bien hasta qué punto una madre, en nuestra cultura, es una presencia y una referencia. En Fátima tenemos la certeza de la existencia de esa madre».
Así expresa la joven Marta Couto una de las razones por las que Fátima atrae a tantos jóvenes, como los que ella misma moviliza hacia el lugar de las apariciones: «Los jóvenes necesitan esa certeza, la certeza de que son amados y acogidos y de que la Iglesia, que tiene a María como modelo, también quiere acogerlos».
De Fátima a Lisboa
Marta forma parte de la Asociación Silenciosos Operarios de la Cruz, que da apoyo a los Centros Voluntarios del Sufrimiento fundados en los años cuarenta por el Beato Luigi Novarese (1914-1984). Acogen a personas enfermas o con discapacidad en casas donde pueden realizar ejercicios espirituales que de otra forma, sin ayuda, no podrían practicar.
Una de esas fundaciones está en Fátima, en el Centro de Espiritualidad Francisco y Jacinta Marto. Esta joven es una de las responsables de traer al santuario a padres e hijos con discapacidad y organizar su visita.
Marta está convencida de que el apostolado «de tú a tú» con los jóvenes es eficaz: «A los jóvenes les atrae Fátima, aunque no sean partidarios de la Iglesia, y por eso Fátima es una oportunidad para su integración y conversión, porque ellos quieren mucho Fátima y la llevan a los demás».
Trece de estos chicos que hicieron la experiencia de Fátima van a hacer ahora otra, al acudir a la JMJ de Lisboa junto con Marta y otra veintena de voluntarios: «Viendo que estos jóvenes viven su fe de forma tan intensa, ¿cómo no proporcionarles esta experiencia de participación?»
Todos, los 13 jóvenes con discapacidad y los 22 voluntarios, harán una «muy intensa preparación espiritual» para obtener de esos días todo su fruto, explicó Marta en el podcast del santuario, que recoge su portal: «Los jóvenes con discapacidad necesitan integrarse, ser contemplados como personas, y cuando sienten que las consideramos importantes y que valoramos la forma en la que se relacionan con Dios, se sienten integrados».
El dolor y la conversión
Pertenecer a una asociación que tiene tan presente el sufrimiento le ha dado a Marta una perspectiva de Fátima desde el dolor: «Fátima es esencial en la vida de una persona que sufre. Concreta mucho la fragilidad vivida en el amor, como evidencian los pastorcillos. No se trata de experimentar el sacrificio por el sacrificio, sino de comprenderlo a la luz de un amor mayor«.
La Virgen les dijo a los tres niños que debían «hacer sacrificios y ofrecerlos por la conversión de los pecadores, y ellos nos dicen lo que eso significa en la práctica. Jacinta, cuando ve el infierno, pregunta a Lucia si las personas que van allí se quedan para siempre en él, y cuando Lucia le dice que el infierno es eterno, Jacinta dice que seguirá rezando por esos pecadores… Esto es un acto de amor que excede todo y que sorprende al propio Dios», dice Marta: «Y ése es el amor que sienten las personas con discapacidad».
Y concluye: «Cuando un joven es capaz de tocar la fragilidad del otro y vive su propia fragilidad a la luz de la fe, está ofreciendo el sufrimiento vivido en el amor».