Un año después de que comenzaran las obras de restauración, el Santuario de las Apariciones de Pontevedra abrió sus puertas el pasado sábado. Un momento largamente esperado que no significa la finalización de los trabajos, aunque sí un paso adelante muy significativo, que además ha venido acompañado por la incorporación al monumento de la obra del escultor Salvador Fernández-Oliva. Un reclamo más para este punto de peregrinación que aún necesita una importante ayuda económica para escapar de la ruina y convertirse en digno custodio de la parte del mensaje de Fátima que en él recibió Sor Lucia.
La aportación de un gran escultor
Salvador Fernández-Oliva, madrileño nacido en 1960, ingeniero por el ICAI y pintor y escultor autodidacta, es célebre por sus representaciones de caballos, pues es un enamorado del mundo ecuestre. Su vida está vinculada desde pequeño a las carreras de caballos, y hoy estatuas suyas ornamentan la entrada del Hipódromo de La Zarzuela. Sus figuras ecuestres encuentran clientes en países de todo el mundo, tanto entre coleccionistas privados como en instituciones oficiales. Una talla suya, por ejemplo, se utiliza cada año como trofeo en el torneo de polo de Sotogrande.
Aunque educado religiosamente, Salvador pasó periodos de su vida alejado de Dios, hasta que un intenso proceso de conversión le ha llevado a esculpir un impresionante Cristo Crucificado, con el gesto moribundo pero aún vivo, que se instaló en la Capilla de las Apariciones. Representa los momentos previos a la muerte, cuando entrega a la Santísima Virgen a toda la humanidad en la persona de San Juan («Ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu Madre», Jn 19, 26-27). Y atesora una doble historia.
En primer lugar, por la madera en la que está clavado el cuerpo de Jesús. Se trata de una viga situada en la celda de Sor Lucia, que por motivos técnicos no se pudo conservar como parte de la estructura, pero ha tenido así un destino más noble.
Porque no puede olvidarse la extraordinaria importancia mariana de este lugar: en Pontevedra tuvo lugar la penúltima aparición que forma parte del mensaje oficial de Fátima, y allí fue trasladado también el altar del convento de Tuy donde la mayor de los videntes tuvo la última aparición. En Pontevedra fue donde el Niño Jesús acompañó a la Virgen para transmitirle a la vidente, el 10 de diciembre de 1925, la devoción de los cinco primeros sábados de mes.
Tras un Retiro de Emaús
Además de esta excepcionalidad de la madera, la obra recoge una muy intensa vivencia personal del artista.
Como él mismo ha contado a Cari Filii (ver abajo el reportaje), no hace mucho hizo un retiro de Emaús del que salieron los dos elementos fundamentales de la escultura: el rostro de Cristo y la guía para las manos que lo labraron. Salvador había sabido del estado lamentable del Santuario de las Apariciones gracias a un recordatorio del sacerdote mexicano José de Jesús Aguilar Valdés, y decidió que su contribución a la reforma de un lugar tan emblemático sería a través de su trabajo.
Ya en su infancia y primera juventud, Fernández-Oliva había llevado a cabo algunos trabajos de arte sacro y conserva en su estudio decenas de bocetos que nunca llegaba a culminar: «Y creo que fue por no hacer lo que hay que hacer, que es tomárselo como una oración. El artista sacro tiene que ser orante y rezar antes y durante y dar gracias después».
Pero esta vez, tras el retiro de Emaús, fue diferente, porque allí se encontró con el Espíritu Santo: «¿Es muy temerario decir que gracias al Espíritu Santo me salen ahora cosas que antes no me salían? Pues yo no sé si será temerario, pero es así… Es algo que me movió tanto como para necesitar trabajar el rostro de Jesús», añade, «y al tener el rostro de Jesús mirándote te dan ganas de arrodillarte. Y lo he hecho«.
«Después de hacer Emaús lo tenía todo claro», y la imagen que quería plasmar estaba en la punta de sus dedos como cuando se tiene algo en la punta de la lengua: «Te levantas un día y dices: hoy sé cómo es el rostro de Jesús. No sé si se me va a ir, pero hoy lo sé». Tenía clara la figura entera al tamaño a la que la ha fabricado, y salió en unos plazos que no consigue explicarse: «Creemos que guiamos nuestra barca, pero somos un mero instrumento«.
Cuando supo además que el Cristo iría en la viga de la celda de Sor Lucia, le resultó «complicado de asumir» el «componente místico» que eso implica: «¡Que Cristo elija mis manos para realizar esta obra…! Tú pones tus manos y poco más, pero hay una fuerza interior que no es tuya».
Una ayuda que sigue siendo necesaria
No será la única pieza salida de las manos de Salvador que decore la Capilla de las Apariciones. Durante el tiempo que va a permanecer abierta, hasta diez obras pictóricas de Fernández-Oliva se expondrán en el santuario para excitar la devoción de los peregrinos. Él las entrega gratuitamente como su grano de arena a una obra que necesita del concurso de todos. Dentro de unos meses se reanudarán las obras y queda mucho para completar los 898.000,00 euros de presupuesto inicial.
Pincha aquí para hacer tu contribución, grande o pequeña, a la reconstrucción del Santuario de las Apariciones de Pontevedra, y que pueda convertirse en un gran centro mundial de peregrinación y de difusión del gran mensaje no cumplido de Fátima: la devoción a los Cinco Primeros Sábados de Mes.