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El voto que hizo un empresario se convirtió en Voto nacional: la basílica del Sagrado Corazón

 

Un laico, empresario y hombre de caridad, ante la Comuna de París y los desastres que amenazaban al Papa y a la Iglesia, decide hacer un voto: a fin de implorar a Dios misericordia, su decisión solemne es edificar un santuario sobre la colina de Montmartre. Fabrizio Cannone cuenta en Il Timone cómo nació la basílica del Sagrado Corazón:

Legentil y el Voto nacional de Francia

Poco saben que detrás de la edificación de la Basílica del Sagrado Corazón de París (conocida incluso por los no francófonos como el Sacré Coeur) hay un voto. Es decir, una promesa formal hecha a Dios por algunos laicos devotos con el objetivo de obtener un renacimiento y una renovación de fe y espiritualidad, en el contexto de la Francia secularizada, después de la Revolución de 1789 y la Comuna de París de 1870.

Y del mismo modo que la Sagrada Familia de Barcelona tuvo un defensor en la carismática figura de Antonio Gaudi, así el Sagrado Corazón tuvo como principal iniciador a un hombre de negocios, menos conocido que el artista catalán, cuyo nombre es Alexandre Legentil.

Un empresario católico

Alexandre Legentil (1821-1889) es el clásico representante de la buena burguesía francesa de la segunda mitad del siglo XIX, la cual, si en parte ya estaba más bien laicizada, de vez en cuando permanecía ligada a los ideales tradicionales de la Francia católica, «hija primogénita de la Iglesia».

Alexandre Legentil tuvo conciencia de la ofensa a Dios que estaba llevando a cabo Francia con sus revoluciones anticristianas.

Nacido en un contexto de acomodados propietarios y comerciantes de ropa, Legentil fue además conocido en su tiempo por la cadena de tiendas Au Petit Saint Thomas, una especie de Galeries Lafayette en ciernes, en las que puso en marcha una serie de innovaciones y de mejoras que le dieron celebridad, ganándose el aprecio de la gente. También fue un precursor en la gestión social de la empresa: salarios justos a los empleados, bajos precios para los clientes, respeto por el comprador, implicación de los niños (también con juegos y burros de carne y hueso).

Legentil, junto con su mujer Marie Marcotte d’Argenteuil, unió en una síntesis perfecta la gestión de una empresa comercial modelo con una intensa vida cristiana. Hecha no solo de devociones y pías lecturas, sino también de acciones concretas y significativas. Así, monsieur Legentil se convirtió en presidente de la Sociedad de San Vicente de Paúl, la asociación fundada por el beato Federico Ozanam en 1833 y dedicada a la caridad, a la beneficencia y al sustento de los estratos más humildes de la población. Para los voluntarios de San Vincente compró terrenos e hizo edificar sedes y centros operativos para que la solidaridad se llevara a cabo con criterio. Fue también vicepresidente de la Sociedad Filantrópica, secretario de la Exposición Universal del 1855 y una gran ayuda para su mujer, Marie, en la fundación de la Sociedad para la Enseñanza Profesional de las Mujeres (1862), que se ocupaba sobre todo de sostener los estudios técnicos de la mujeres más desfavorecidas.

Marie Marcotte d’Arguenteil formó junto con su esposos un tándem al servicio de los más necesitados.

En 1866, Alexandre Legentil colaboró con la Sociedad para el Desarrollo Industrial del país. Pero uniendo siempre la vida social y profesional al celo por las obras de caridad, donó el castillo de Saint Ouen a la recién nacida Congregación de los Oblatos de San Francisco de Sales (1873). Seguidamente trasladó su residencia al campo, a Larbroye, donde vivió los últimos años de su vida en compañía de su mujer (no tuvieron hijos) estudiando, escribiendo textos tanto de economía como de espiritualidad, y traduciendo de algunos clásicos de la Teología, como Tomás de Aquino y Alfonso María de Ligorio.

La idea de un Voto

El contexto histórico en el cual nace el voto de Legentil fue el siguiente.  La guerra franco-prusiana, combatida en el corazón de Europa desde julio de 1870 a mayo de 1871, tuvo como consecuencias la pérdida por parte de Francia de Alsacia y Lorena, el fin del imperio de Napoleón III y el inicio de la Tercera República, proclamada en París el 4 de septiembre de 1870. La elección del presidente Adolphe Thiers, sostenida por un «cártel conservador», y la firma de la rendición, anunciada el 1 de marzo (y rubricada después en mayo), desencadenó lo que conocemos como Comuna.

La Comuna fue el intento efímero, por parte de grupos socialistas, radicales y de extrema izquierda, de poner en pie un gobierno totalmente laico, anticlerical, republicano, que retomase las glorias -y la crueldad- de la Revolución francesa en la cual se inspiraba.
No solo los católicos y los conservadores dieron en ese momento un juicio severo sobre los partidarios de la Comuna, sino que también lo hicieron muchos observadores desencantados e imparciales los cuales, como Hippolyte Taine, definieron a los rebeldes como «ladrones» y «fanáticos».

Fue precisamente a causa de esta intensificación laicista de la política francesa y europea (el 20 de septiembre de 1870 habían sido incluso invadidos los Estados Pontificios) por lo que nació en Alexandre Legentil, y en su cuñado, el barón Hubert Rohault de Fleury, la idea del «Voto nacional».

Hubert Rohault de Fleury fue el gran apoyo de Legentil para llevar a la práctica el Voto. La imagen es un cuadro de Ingres.

El Voto, en su aspecto más práctico, era una especie de asociación patriótica y católica, que tenía como objetivo favorecer la construcción de una nueva iglesia, de un nuevo templo, en el corazón de París, que tenía que ser el símbolo del renacimiento religioso de la nación. Y también un recordatorio para los ciudadanos, para que no se volviese nunca más a los tiempos oscuros de la revolución, del terror y del anticlericalismo de Estado.

La colina sagrada

Hay que tener presente que según la historia de Montmartre, la colina donde se construyó el Sacré Coeur, este siempre fue un lugar religioso. Primero fue un lugar druida; después, los romanos erigieron un templo dedicado a Marte y Mercurio y, más tarde, se edificaron numerosos edificios cristianos. Es más, el mismo nombre de Montmartre deriva de «Monte de los martirios».

En 1559, un incendio destruyó una abadía benedictina situada en la cima de la colina parisina, pero la presencia religiosa permaneció. Y en 1794, la última abadesa, la madre Marie-Louise Montmoreney-Laval, subió valientemente las escaleras de la guillotina. El vínculo, por consiguiente, entre expiación, Voto nacional y Monte de los martirios estaba claro.

Y así, a fin de ofrecer una penitencia pública, de expiar los pecados históricos de Francia y de contrarrestar la apostasía inminente, el gran deseo de Alexandre Legentil y Hubert Rahault  fue la construcción de un templo sobre la colina, para que iluminara París y actuara como punto de referencia para los ciudadanos distraídos e indiferentes de la metrópolis del siglo XIX.

La Iglesia y la política aceptan el Voto nacional

A pesar de las fuertes oposiciones que el Voto encontró entre los políticos y en la prensa laica, este obtuvo la aprobación oficial del Parlamento el 24 de julio de 1873.

El Voto nacional tenía que ser, según uno de sus mayores defensores, el cardenal Louis-Edouard Pie (1815-1880), una especie de reconsagración de Francia a Dios después de los excesos vinculados a la Comuna y, más en general, en respuesta a la rápida secularización que se iba difundiendo por la nación, con una preocupante disminución de la práctica religiosa.

En 1872 el obispo de París, Joseph Hippolyte Guilbert, aceptó la idea y destinó la realización del templo a la zona de Montmartre. En 1874 hubo un concurso público para escoger el proyecto de construcción de la basílica. El 16 de junio de 1875 se puso la primera piedra y solo en 1891, cuando su mayor promotor había muerto, tuvo lugar la inauguración con una celebración solemne presidida por el cardenal Richard.

En 1885 se inició la Adoración Eucarística, que desde entonces no se ha interrumpido, ni siquiera durante la invasión alemana y la Segunda Guerra Mundial. La verdadera consagración de la basílica tuvo lugar en 1919, después del final de la Primera Guerra Mundial, con la presencia de un representante del Papa Benedicto XV, el mismo pontífice que un año más tarde, en 1920, canonizará a Juana de Arco.

El Voto nacional, origen de todo, decía, de manera resumida, lo siguiente: «Ante la presencia de catástrofes que están asolando Francia y de las más grandes que la amenazan; ante la presencia de los actos sacrílegos cometidos en Roma contra los derechos de la Iglesia y de la Santa Sede, y contra la persona sagrada del Vicario de Cristo, nos humillamos ante Dios y reuniendo en nuestro amor a la Iglesia y a la patria, nos reconocemos culpables y justamente castigados«. Pero la petición de perdón por los pecados -que era la causa y el objetivo del Voto- estaba expresada en términos claros. Haciendo un llamamiento a la «infinita misericordia del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo», se prometía «la construcción de un santuario» en París. Y la promesa se mantuvo.

Traducción de Elena Faccia Serrano.

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