Ni el padre Ignacio María Doñoro ni el Hogar Nazaret que ha creado en el Amazonas peruano para rescatar a los “niños crucificados” se podrían entender sin la obra de la Virgen María. Así lo asegura este mismo sacerdote vasco, capellán de la Guardia Civil y ahora misionero donde acoge a más de 300 niños en sus casas.
Este ardor por la Virgen le viene de cuna. Él mismo cuenta el origen de su nombre. Ignacio significa “hombre que nació del fuego” e Ignacio María, “nacido del fuego de María”. Así creció desde muy niño este amor, y se fue forjando primero en su vocación religiosa y también a la patria y más tarde en esta obra de amor mayúsculo que supone el Hogar Nazaret.
Es llamativo como este espíritu mariano del padre Doñoro lo ha transmitido a todos los niños del hogar. Así lo cuenta, entre otras muchas cosas, en su libro El fuego de María (Nueva Eva). Lo que hace en el Hogar no es una obra social ni caritativa, sino que va más allá incluso de la evangelización. Los educa para ser verdaderos cristianos adultos y coherentes.
“Mis niños saben que forman parte del Ejército de María para reparar y consolar al Corazón de Jesús”, afirma este sacerdote. Por ello, todos los días rezan juntos el Rosario. Con sus propias palabras, que expresa en esta entrevista para Cari Filii, afirma que quiere «enseñarles que no se arrodillen ante nadie que no sea Dios y que solamente le adoren a Él. Quiero que aprendan a no dejarse seducir por el mundo, aunque vivan en el mundo”:
– Usted mismo dice que la obra del Hogar Nazaret, desde el nombre hasta las propias construcciones y rutinas con los niños, es “extremadamente mariana”. ¿Qué significa eso?
– El Hogar Nazaret es una obra de Dios de la que la Virgen María es coautora. Ellos son los dos grandes pilares sobre los que se sustenta el Hogar, que existe para servir a los últimos, a los humillados, a los que lloran, a los que sufren, a los que tienen hambre y sed de justicia. Existe por amor y para amar. En última instancia, existe porque así lo ha querido Dios, que es quien escribe su historia. Él es quien ha querido compartir con los niños de la Amazonía, en Perú, el hogar donde Él vivió, en Nazaret, con la Virgen María y san José, donde recibió amor, ternura y hasta su propia humanidad. Ahora es la Virgen, nuestra Madre, la que cuida de sus hijos del Hogar Nazaret de un modo inigualable.
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– Ya en su infancia cuenta en el libro que amaba a la Virgen María. ¿Cómo fue evolucionando y qué hitos concretos son los que ha marcado María en su vida?
– La Virgen me ha acompañado desde muy niño, manteniéndome siempre bajo su protección. Cuando era niño, mis padres me animaban a escribir cartas a mis amigos. Mi madre me enseñó a poner en la parte superior de cada carta una cruz y «JHS». Después me enteré de que JHS era también el emblema que utilizaban los jesuitas y pensé que tenía que inventar el mío propio. Se me ocurrió poner una cruz y una «M» de María debajo de la cruz, porque Ella era la que me llevaba a Jesús. Luego supe que ese era el escudo del Papa Juan Pablo II. Es posible que lo hubiera visto en algún sitio y que inconscientemente lo hubiera copiado, no lo sé…
En cualquier caso, a mí me ayuda a recordar que, al lado de todas nuestras cruces y nuestras dificultades, contamos siempre con la presencia de la Virgen. Todos los momentos de nuestra vida están envueltos en el misterio de María. Cuando me ordené sacerdote, en la estampa del día de la ordenación figuraban la cruz y la M, al igual que en la casulla que llevé ese día. Las monjas estuvieron varios meses trabajando en un bordado de Nuestra Señora del Sagrado Corazón para la parte anterior y una cruz y una M rodeada de rosas para la parte posterior. Ese fue mi emblema, que es muy parecido al del Hogar Nazaret.
Durante los años que estuve en Inchaurrondo, la Virgen estuvo conmigo al lado de la cruz, y también en El Salvador y en Colombia. Cuando llegué a Perú y había que registrar el nombre, la forma jurídica y el sello del Hogar Nazaret, tuve claro que la cruz y la M tenían que formar parte de esta historia de amor a los últimos. Después añadí las doce estrellas, símbolo del triunfo del Corazón Inmaculado de María, porque las nuestras son historias de superación y victoria. La Virgen intercede continuamente por nosotros, de modo que el demonio y el pecado no pueden vencer, por más que molesten.
– A lo largo de su vida ha vivido momentos de gran peligro: en los años duros de ETA en el País Vasco, en misiones internacionales e incluso cuando le dieron una paliza donde le dejaron moribundo. ¿Sintió entonces la presencia de la Virgen?
– En el año 1997 participé en mi primera misión internacional de paz con el ejército español en Bosnia. El cuartel general español estaba en Medjugorje, pero nuestro destacamento, compuesto por unos trescientos soldados, estaba a 120 kilómetros, en Trebinje, que entonces pertenecía entonces a Bosnia y que ahora está en territorio serbio. Allí organicé unas catequesis para los soldados a las que se apuntaron prácticamente todos. Les expliqué que los que estaban sin bautizar iban a poder recibir el bautismo, que los que no habían hecho la comunión iban a poder prepararse para hacerla, y que a los que no estaban confirmados los prepararíamos para que pudieran recibir el sacramento de la confirmación. Incluso me comprometí a casar a algunos. En una semana se creó un ambientazo tremendo.
Fue pasando el tiempo y, cuando faltaba un mes para que recibieran los sacramentos, casi ninguno de los soldados se había confesado todavía. Para remediarlo, me empecé a levantar a las cinco de la mañana. Me ponía a confesar durante todo el día, hasta las dos de la madrugada. Al principio pensé que no iba a poder resistir aquello. Fue un milagro. No tengo otra forma de llamarlo, porque estuve durmiendo tres horas al día durante un mes entero. Aguanté primero una semana, después otra, y luego una tercera y una cuarta. A base de café, estuve un mes confesando sin parar. Muchos corazones se abrieron a la gracia de Dios y lo vi como un regalo de la Virgen, porque yo se lo había pedido a Ella: que me diera fuerzas para poder confesar, para poder atenderlos a todos, de modo que cada uno pudiera sentirse único.
Tres días antes de las confirmaciones, que iban a tener lugar en Medjugorje, nos fuimos allí y los pasamos a los pies de la Virgen. Yo había oído hablar de las apariciones, pero en aquel momento todavía no eran tan conocidas como ahora. Lo que sí creo es que la Virgen intervino de una manera muy especial. Bosnia fue un punto de inflexión. Fue muy bonito el encuentro personal de Dios con cada uno. Había muchas vidas rotas y mucho que recomponer, y había que salvarlos a todos.
La Virgen María siempre ha estado y está conmigo, con nosotros, con todos y cada uno. En una ocasión me atacaron y me dieron por muerto las mafias de Puerto Maldonado, que se enteraron de que detrás del rescate de los niños estaba yo. Un día llegaron al Hogar Nazaret unos individuos que iban armados con tres pistolas e intentaron matarme. Me dieron una paliza espantosa. En medio de los golpes, me puse a rezar: «Señor, que muera con una sonrisa. Que muera con gozo. Que muera perdonando. Que muera amando. Que muera dándote gracias por haberme permitido servirte. Perdona mis pecados, mis miedos, mis errores y mi ingratitud. Perdóname por lo poco que te he amado, porque tenía que haberte querido mucho más». De esa manera, me puse en manos de Dios y se lo pedí a san Juan Pablo II: «Juan Pablo II, Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Juan Pablo II, ruega por nosotros», y así lo repetí hasta que perdí el conocimiento, lo volví a recuperar, me dieron otra patada, me volví a desmayar. Inexplicablemente, no me remataron. No me dispararon. Estoy convencido de que san Juan Pablo II y la Virgen María tuvieron mucho que ver.
– Volviendo a su Hogar Nazaret, la vida mariana está muy presente en el día de los niños. Rezan el Rosario diariamente como una de las actividades centrales. ¿Por qué es tan importante que estos pequeños lo recen diariamente cuando hay gente que podría pensar que lo prioritario sería recuperar física y psicológicamente a estos “niños crucificados”?
– La primera vez que hablé de mis “niños crucificados” llamó mucho la atención. Sé que suena muy fuerte, pero creo que la pasión de Cristo continúa en ellos y en todos los que sufren. Si nos ponemos a los pies de la cruz y cuidamos de los más necesitados, podemos consolar a Cristo y sanar el daño causado por los pecados que esos pequeños no cometieron, cumpliendo lo que nos dijo Jesús: «Lo que hicisteis con uno de estos, mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis». Los rostros de los niños abandonados y el rostro de Cristo se confunden. ¡No podemos mirar para otro lado! El Amor de nuestros amores está en el enfermo, en el que tiene hambre, en el que pasa frío, en el que está abandonado y olvidado de todos… Al mismo tiempo, mis niños saben que forman parte del ejército de María para reparar y consolar al Corazón de Jesús; el suyo es un ejército de entrega y de sinceridad, porque cuando un niño te dice que sí, te lo dice de verdad, con toda el alma… Y ese ejército de pequeños hermanos rezan todos los días juntos el rosario.
Yo siempre les repito que el día que dejemos de rezar el rosario, ese día la casa se hunde. Y es muy gracioso, porque digo la primera parte: “El día que dejemos de rezar el rosario…”, y todos corean: «¡esta casa se hunde!”. Nos reímos todos, como queriendo significar que ni de broma vamos a dejar de rezar el rosario. El rosario es el distintivo del Hogar Nazaret y lo que nos da vida. En el rosario se unen los hijos con su Madre para rezar a Dios Padre. Ellos saben muy bien que la Virgen María no solo intercede por ellos en el cielo, sino que también les cuida mientras están en la tierra, y por eso la tienen muy presente a lo largo del día. Rezan muchas avemarías en diferentes momentos de la jornada: al empezar y al terminar de comer, cuando van camino del colegio, en el momento de irse a la cama, durante el rezo del rosario, etc., sabiendo que caminan siempre de la mano de su Madre.
-Siguiendo con esta senda mariana… Dos de los patronos del Hogar Nazaret son san Francisco y santa Jacinta Marto, de los que tenéis reliquias allí y que además son el modelo para los niños. ¿Por qué ellos?
– Yo quiero que mis niños sean santos al igual que esos niños, que supieron comprender perfectamente lo importante que es Dios. Quiero enseñarles que no se arrodillen ante nadie que no sea Dios y que solamente le adoren a Él. Quiero que aprendan a no dejarse seducir por el mundo, aunque vivan en el mundo. Quiero que permitan que Cristo reine en sus vidas y que su corazón esté tan lleno de Cristo que cristifiquen su vida entera. ¡Son mis hijos y los adoro! Dios los ha elegido para que sean santos y tiene preparado un lugar para cada uno de ellos en el cielo.
Tenemos la inmensa suerte de contar con reliquias de primera clase de san Francisco y santa Jacinta Marto, dos de los pastorcitos de Fátima. Los niños del Hogar Nazaret los tienen como modelos a imitar con oraciones, mortificaciones y sacrificios al Señor en reparación por los pecados de los hombres.
Las reliquias de los pastorcitos de Fátima llegaron de una forma providencial al Hogar Nazaret, de la mano de un sacerdote español. Coincidiendo con el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima tuvimos la inmensa gracia de que nos dejaran durante unos días unas reliquias de Francisco y Jacinta. Aprovechamos para hacer procesiones y turnos de oración en diferentes parroquias de la región, pero después las reliquias, lógicamente, tuvieron que retornar a su dueño. Intenté dilatar un poco el tiempo, haciendo una restauración del relicario y dándole un baño de plata. De ahí surgió la idea de que, si los niños del Hogar Nazaret estaban imitando a Francisco y a Jacinta, era muy importante tener reliquias de primera clase de los dos, pero lo veía totalmente imposible. Estuve incluso barajando la posibilidad de escribir al obispo de Leiria y pedírselas, explicándole la necesidad que teníamos, aunque fuéramos una institución sin ninguna importancia perdida en la selva del Amazonas. Durante esos días vino un sacerdote español de visita al Hogar Nazaret.
Después de celebrar misa con los niños, quedó muy conmovido. Me explicó cómo habían llegado a sus manos, sin que él supiera muy bien por qué, unas reliquias de Francisco y de Jacinta. En su momento no entendió por qué se las habían regalado a él, pero ahora comprendía que aquellas reliquias tenían que estar en el Hogar Nazaret. Me quedé muy impresionado al comprobar, de una manera tan evidente, que la Virgen María está siempre pendiente de todos los detalles… aparte de llevarme una inmensa alegría por tener por fin las reliquias para los niños. Recordé el pasaje de las bodas de Caná, cuando la Virgen le dice a Jesús: «No tienen vino». A nosotros nos faltaban las reliquias, y hasta ese pequeño capricho Jesús nos lo concedió.
– En su hogar hay varias casas que llevan nombres de la Virgen y están diseñados como santuarios españoles. En el del Rocío está el centro para la dignidad de la mujer y de los niños sin nacer. ¿Es premeditado que estas casas estén bajo la protección de la Virgen?
-¡Claro! Como decía, la Virgen es uno de los pilares del Hogar Nazaret. Los niños y niñas se consagran a Ella con una oración muy bella que está basada en el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, de san Luis María Grignion de Montfort. En 2017, centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, consagramos a la Virgen María el terreno donde se iba a edificar la casa de las niñas, el Rocío, cuya construcción no había comenzado todavía. Queríamos que todo, hasta la última piedrecita, fuese de María. En una cajita metimos un rosario, la oración de consagración y una cinta de la Virgen del Pilar. Por la tarde, consagramos el Hogar Nazaret al Corazón Inmaculado de María, y por la noche hicimos una inmensa procesión a la Virgen.
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