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El joven beato Carlo Acutis y la Virgen: una relación de amor recíproca, marcada por las gracias concedidas por María

Carlo Acutis, en Fátima, uno de los lugares más especiales para él

El pasado 10 de octubre se declaró beato al adolescente Carlo Acutis convirtiéndose en una de las beatificaciones más mediáticas y con mayor repercusión en años, y más si se tiene en cuenta que hasta su muerte fue un anónimo adolescente, aunque eso sí, muy enamorado de la Eucaristía y de la Virgen María.

Este chico italiano de 15 años y que falleció en 2006 se ha convertido en un ejemplo para millones de jóvenes. Era un experto en informática, le gustaban los videojuegos y estar con sus amigos. Era un joven de su tiempo, pero con la mirada fija en Dios.

Pero además de su amor a Dios y a la Eucaristía, que plasmó en su impresionante exposición sobre milagros eucarísticos, el postulador de su causa de beatificación, Nicola Gori, ha profundizado en más aspectos de su vida en el libro Carlo Acutis, un genio de  la informática en el cielo (Ciudad Nueva). Uno de los más destacados es su profundo amor a la Virgen María, y que manifestó a lo largo de su corta pero intensa vida.

Nicola Gori cuenta que la Virgen era el otro pilar de su espiritualidad y como ejemplo queda lo que dijo a sus padres: “¡La Virgen es la única mujer de mi vida!”. Además, jamás faltaba a su cita diaria con el Rosario, pues decía que confiaba en María como madre y maestra. Incluso varias veces renovó su consagración al Inmaculado Corazón de María.

Este amor por la Virgen era recíproco pues Ella le concedió gracias concretas. “Un día –cuenta Nicola Gori- frente a la imagen de la Virgen de Pompeya, rezó por la conversión de una mujer, madre de un queridísimo amigo de la familia, que no se acercaba a los sacramentos desde hacía treinta años. Tiempo más tarde, esta mujer se confesó, comulgó y volvió a la práctica cristiana. Carlo atribuía aquella conversión a la intercesión de la Virgen, y estaba convencido de que al recurrir a María se obtenían grandes gracias”.

Pero la Virgen de Pompeya no era su única gran devoción mariana, pues Lourdes y Fátima ocupaban también lugares muy importantes en su corazón. El ejemplo de la pequeña Bernadette le hizo reflexionar sobre la predilección que Dios manifiesta por los humildes y sencillos.

Incluso a los seis años contó a sus padres que había escuchado una voz interior que decía: “el amor propio no, pero la gloria de Dios, sí”.

Sobre Fátima, Carlo Acutis estaba muy impresionado con las apariciones y los mensajes de la Virgen a los tres pastorcitos, y leyendo un día junto a sus padres los diarios de Sor Lucía quedó impactado sobre la pregunta de los niños si irían al cielo.

“Si Francisco, que era tan bueno, tan noble y simple, tuvo que recitar tantos Rosarios para ir al Paraíso, ¿cómo podré merecerlo también yo, que soy tan poco santo en comparación con él?”, dijo a sus padres el ahora beato.

Por ello, intensificó el rezo del Rosario, no sólo por él, sino para ofrecerlo por las almas. De hecho, afirmaba que “el Rosario es la escalera más corta para subir al cielo” y que “muchas almas van al infierno porque no hay nadie que rece ni se sacrifique por ellas”.

Nicola Gori también relata detalles de las apariciones de Fátima que a Carlo le gustaba interpretar de un modo que dejaba sorprendidos a quienes le escuchaban. Se trataba del sentido con el que explicaba el tercer secreto, pues creía que se podía interpretar a la luz de la Eucaristía:

“La cruz sobre el monte puede representar también el sacrificio de Cristo que se ofrece por la salvación de los hombres, que se celebra en cada misa; la sangre que los ángeles bajo los brazos de la cruz vierten sobre los creyentes que suben al monte, cansados, es la sangre que el Señor vierte sobre la humanidad junto a la de los mártires durante la celebración eucarística, que lava y purifica los corazones de los hombres de los pecados cometidos. Las flechas que golpean a los fieles que suben al monte podrían ser el símbolo de todas las dificultades que la humanidad enfrenta para merecer el Paraíso. La figura del obispo vestido de blanco, que la Iglesia ha asociado con Juan Pablo II, que siempre insistía sobre la importancia de la Eucaristía y que ha sido en cierta forma un ‘mártir’, clarifica todavía más el sentido eucarístico de la visión”.

También de Fátima adoptó la práctica de los primeros cinco sábados de mes, que la Virgen reveló a sor Lucía en 1925. Entonces la Virgen invitó a consolar y reparar los ultrajes cometidos contra su Corazón Inmaculado prometiendo que “a todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la santa Comunión, reciten el Rosario y me hagan compañía por quince minutos meditando los Misterios, con la intención de ofrecerme reparaciones, prometo asistirlos a la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación”.

Carlo Acutis quedó muy marcado por el mensaje que en Fátima la Virgen dio a los pastorcitos sobre rezar y hacer sacrificios por los pecadores y el Papa. Y lo tuvo presente hasta el día de su muerte. Durante la enfermedad que acabó con su vida, este adolescente quiso ofrecer todos sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia. Y como vivió, murió, siempre unido a la Virgen.

María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros

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