En diversos países de Europa está bastante difundida la tradición de rezar mil avemarías en los días previos a Navidad, como devoción de Adviento.
Se suele empezar el 29 de noviembre, haciendo 40 avemarías cada día, y así en 25 días se llega a las mil el 23 de diciembre, pero siempre es posible organizarlas de otras maneras. Es una forma de prepararse para la Navidad y el misterio de la Encarnación. También sirve de forma parecida a una novena, para pedir al Niño Dios una gracia especial por su cumpleaños.
Una aparición de la Virgen con el Niño
Esta devoción nació a raíz de una aparición de la Virgen María y el Niño a Santa Catalina de Bolonia en 1445, la noche del 25 de diciembre. La religiosa clarisa, de 32 años entonces, oraba reflexionando sobre el misterio de la Navidad cuando vio a la Virgen con el Niño, y de hecho asegura que la Virgen le permitió sostener al Niño Jesús en sus brazos durante «la quinta parte de una hora». El Niño Jesús le dio un beso en la frente y le dejó una marca.
En memoria de esa aparición, las religiosas de ese monasterio, el de Corpus Domini en Ferrara, cada año hasta el día de hoy en la noche santa repiten 1.000 Avemarías. Y esa devoción se fue difundiendo. Por ejemplo, se sabe que la practicaba Santa Faustina Kowalska. En los monasterios se concentran las mil avemarías en un solo día o noche, pero entre los laicos lo común es repartir la recitación en los días previos.
Sobre Santa Catalina de Bolonia
Catalina Vigri, conocida como santa Catalina de Bolonia (1413-1463) nació en esa ciudad italiana. Recibió una buena educación entre la nobleza, pero las diversiones mundanas no le atraían. Primero se unió a una comunidad de damas devotas, terciarias de inspiración agustiniana, que después pasaron a ser un monasterio de clarisas, el de Corpus Domini, en Ferrara (donde están las tumbas de nobles de la casa de Este, incluyendo a la famosa Lucrecia Borgia).
Catalina pronunció sus votos en 1432 con 19 años, y moriría a los 40 años. En otra de sus visiones vio a San Francisco de Asís, quien le mostró sus estigmas.
Poco antes de morir dejó a sus hermanas un tratado de vida espiritual que se haría clásico en la vida religiosa, titulado Las siete armas espirituales, que compara la vida del religioso con la guerra y las batallas: «Al principio y al final de esta batalla se ha de pasar por el mar tempestuoso, es decir, por muchas y angustiantes tentaciones y acérrimas batallas». Y para ayudarnos a vencer en esta lucha, añade: «Os presentaré inicialmente algunas armas para que podáis combatir con eficacia la astucia de nuestros enemigos. Pero es necesario que quienquiera que desee librar esta batalla no deponga las armas, ya que los enemigos no duermen nunca»».
Fue canonizada en 1712 por el Papa Clemente XI y su fiesta fijada el 9 de marzo. Muchos visitan sus restos incorruptos (aunque muy oscurecidos, momificados).
Es habitual intercalar las 1000 Avemarías con unas meditaciones. Proponemos estas (el texto considera que se rezan 4 decenas al día, pero pueden ser muchas más si es necesario para llegar a las mil).
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Texto y meditaciones de las 1000 Avemarías
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
A imitación de Santa Catalina de Bolonia, alabaremos a la gran Madre de Dios por su sagrado nacimiento, con estos cuarenta saludos angélicos para obtener de ella protección en la vida y asistencia en la muerte, para que desde esta tierra de peregrinaje lleguemos a los lugares eternos de Paraíso.
Primera decena: En primer lugar, rezando diez Avemarías y otras tantas bendiciones, consideraremos el misterio inefable de la Encarnación del Verbo, y la gran dignidad de la Virgen en haber sido elegida Madre del Altísimo.
Ave María…
Segunda decena: En segundo lugar, con el rezo de diez Avemarías y otras tantas bendiciones, meditaremos en la humildad del rey de los cielos, que eligió un humilde hogar para su Navidad, y en la alegría que tuvo María al ver nacer de ella en el pesebre al único hijo del Padre.
Ave María…
Tercera decena: En tercer lugar, con el rezo de diez Avemarías y otras tantas bendiciones, recordaremos atentamente la perfecta diligencia de la Virgen María, cuando cumplió los oficios de Marta y Magdalena al contemplar a su hijo el Redentor y asistirlo como a un tierno niño.
Ave María…
Cuarta decena: En cuarto lugar, rezando diez Avemarías, y otras tantas bendiciones, consideraremos la gran reverencia con que María, más en el corazón que en el pecho, la abrazó, estrechó, besó y adoró a ella y a nuestro Dios, hecho hombre por nuestro amor.
Ave María…
Último rezo, 23 de diciembre
Alabado sea Dios por siempre, porque a imitación de nuestro Santo, hemos cumplido este devoto ejercicio: y roguemos a la Reina de los Ángeles que, como fruto particular, Ella, la Madre de Jesús y Madre nuestra, se digne obtener para nosotros, en vida, un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados, y la salvación eterna del alma, en nuestra muerte. Oh Dios, concédenos a tus fieles ser sostenidos por la intercesión de Santa Catalina, por cuyas virtudes somos atraídos a tus misterios. Por Cristo nuestro Señor.
Se rezan las últimas decenas de Avemarías.