Acoger a María en la propia vida no es algo opcional, es un mandamiento del Señor. Lo dice el padre Sergio Gaspari, nacido en Venarotta (Ascoli Piceno) en 1945, religioso montfortiano desde 1964 y sacerdote desde 1972.
Es una voz muy conocida para los oyentes de Radio María en Italia, donde presenta, desde 1995, el programa bimensual Encuentros marianos. Es profesor de liturgia y cultos marianos en la Pontificia Universidad Urbaniana, el seminario de Anagni, la Congregación de los Misioneros de la Fe y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Matera.
Le ha entrevistado Luisella Scrosati en el dossier especial sobre la «Opción María» publicado en el número de mayo del mensual de apologética Il Timone.
-Padre Gaspari, desde el punto de vista histórico ¿cuándo se empieza a hablar de consagración a la Santísima Virgen María?
-El primero que habló de consagrarse completamente, alma, mente, cuerpo y sentidos a la Virgen fue Juan Damasceno, en el siglo VIII. Fue él quien expresó este término explícitamente en la primera homilía sobre la Dormición. Pero ya antes tenemos numerosos signos de esta consagración como, por ejemplo, Ildefonso de Toledo (+ 667), que declaraba: «Estoy preparado para ser adscrito al servicio de la Virgen Madre, quiero dedicarme completamente a su servicio». Es la primera certificación escrita de lo que podemos llamar la «esclavitud de amor«.
-¿Qué es esta idea de la esclavitud?
-El término latino es mancipium, que a su vez deriva de la locución latina manu capere, «aferrar con la mano» e indica la acción de un hombre que toma posesión de una persona, que se convierte en su propiedad, esclavo de quien «lo ha aferrado con la mano».
»Así, la Virgen con su consagración nos aferra con la mano y nosotros, perteneciendo a Ella voluntariamente, nos convertimos en propiedad suya. Es una idea fundamental que, en el siglo XVII, expresará San Luis María Grignion de Montfort y, más tarde, a inicios del siglo XX, el padre Maximiliano Kolbe; sin embargo, ya en el siglo XVI se había llevado a cabo en un voto de esclavitud en los franciscanos de Alcalá de Henares, en el ambiente universitario español. Esta esclavitud expresa la radicalidad de la ofrenda voluntaria de uno mismo y de la propia libertad a la Santísima Virgen María.
-¿También el famoso lema de Montfort tiene raíces monásticas?
-Sí. Entre el 1000 y el 1100 los cartujos invocaban a la Virgen: «Totus tuus sum ego et tu, tota mea… omnia tua sunt», es decir: «Soy todo tuyo, y tú toda mía… y todas mis cosas son tuyas». San Odilón de Cluny (+1049) proclamaba: «Me entrego a ti, como tu esclavo y tu propiedad» («Meipsum tanquam proprium servum tuo mancipatui trado«). Y les pedía a los monjes el juramento de fidelidad y de servicio a la Madre del Señor. La formulación anticipa literalmente la de Montfort.
-Esto nos lleva a los pies de la cruz. Según el Evangelio de Juan, es Jesús el que instituye la consagración mariana, este don recíproco.
-Aquí tocamos un punto que tiene una importancia fundamental. Recibir a María, Madre de Jesús, forma parte de la Revelación. Es un dato de fe. Es la razón por la que ya San Ambrosio y San Agustín escribían que recibir a la Madre del Señor en la propia vida es un deber porque responde a un mandamiento del Señor, a su testamento. Esta acogida de María en la propia vida no es algo opcional, no es una devoción facultativa, sino que es una respuesta a un mandamiento concreto del Señor. Es la Palabra del Señor. Es esto lo que algunos protestantes han vuelto a descubrir.
-¿Es decir…?
-Hay personas procedentes del anglicanismo y del protestantismo que habían rechazado la devoción a la Virgen, consideraban que no estaba incluida en las Escrituras. Pero después se dieron cuenta de que es precisamente el Evangelio el que muestra que la acogida de María forma parte del patrimonio de la fe. Por consiguiente, la devoción mariana no es optativa, marginal. Quien rechaza a María no acoge plenamente la Palabra de Dios.
-¿Alguna otra referencia bíblica?
-La presentación de Jesús en el Templo, donde la Virgen consagra a su Hijo. Pero consagra a todo su Hijo, cabeza y miembros. Por tanto, en Jesús, nuestra cabeza, también somos consagrados nosotros, sus miembros. Nuestra consagración a María, como explicaba Juan Pablo II, no es más que la respuesta de amor a la Madre que nos ha consagrado al Hijo. Es importante recordar esto: la Virgen consagra la totalidad de Cristo: Él y nosotros.
-A veces se manifiesta una objeción al término consagración por el hecho de que nos consagramos a Dios y no a la Virgen.
-Ante todo debemos tomar constancia de que la expresión «consagración» dirigida a María se ha impuesto en el pueblo de Dios y ha sido utilizada por santos y pontífices. El punto principal de Montfort está en haber mostrado el vínculo entre la consagración bautismal y la consagración mariana: se recomienda la consagración a la Virgen precisamente para vivir plenamente el bautismo, porque María es la poderosa Mediadora de gracia y la garante de la recta fe.
-Hasta ahora hemos hablado de la consagración personal. Sin embargo, con las apariciones de Fátima ha surgido de nuevo la petición de consagrar las naciones, sobre todo Rusia, a la Virgen.
-Las naciones se consagran desde hace siglos. Países, ciudades, reinos. Esto significa confiar el destino de la propia patria a la Virgen, que se convierte en su propietaria y custodia. Ahí tenemos, por ejemplo, el uso, muy difundido, de entregar las llaves de la ciudad a la Virgen por parte del regente o del alcalde. La Virgen recibe también el nombre de Oikònoma, es decir, la que «administra por cuenta del Señor» a la Iglesia, la comunidad de los pueblos: es en este sentido por lo que se le consagran las ciudades y las naciones.
»Recuerdo, por ejemplo, la pequeña República de Lucca, que confió la libertad civil a la Virgen del Stellario, que fue proclamada por el Senado patrona de la ciudad el 22 de agosto de 1687 e invocada con esta expresión: «Vere libera, serva nos liberos«, es decir: «Tú que eres verdaderamente libre, mantennos libres». A principios del siglo XI, San Esteban ya había consagrado Hungría, a la que definió «Reino y Dominio de María». Y así otras naciones.
-¿E Italia?
-Italia no fue consagrada a la Virgen hasta 1959, en Catania, por el representante pontificio, el cardenal Marcello Mimmi, en nombre del episcopado italiano.
-¿Qué tiene que decir sobre la consagración de la Iglesia a María?
-Recuerdo la entrevista que el cardenal Joseph Ratzinger le concedió a Vittorio Messori. En ella encontramos la idea de que María es el remedio a la crisis de la Iglesia y debe ser especialmente invocada para que reafirme la divinidad de Cristo y la Iglesia sacramento universal de salvación. Hay que recurrir a Ella en estos tiempos de gran crisis, porque Ella, la Madre de la Iglesia, es el remedio más eficaz de todos.
-¿Por qué en diversos ámbitos «teológicos» hay tanta oposición a la idea de la consagración a la Santísima Virgen María?
-Creo que existe el mismo problema que nos ha llevado a frenar la proclamación de Montfort como Doctor de la Iglesia. En práctica, se ha considerado a Montfort, erróneamente, en un contexto solo devocional. Es verdad que venimos de algunos siglos en los que la devoción mariana se ha centrado sobre todo en prácticas externas.
»Por eso, incluso después del Vaticano II, no fueron pocos los cardenales y obispos que relativizaron, o llegaron a pronunciarse contra, estos actos externos de devoción, como la consagración a la Virgen; básicamente esto fue así porque no se entendía la centralidad insustituible de María en la fe cristiana. No supieron captar que la consagración no es tanto un acto de devoción como un gesto altamente teológico, porque se introduce en la consagración fundamental y primaria que es el bautismo. Le pongo otro ejemplo.
-Sí, por favor.
-A veces nos reprochan que el Viernes Santo, después de la adoración de la Cruz, hayamos pedido hacer memoria de los Dolores de la Santísima Virgen María, añadiendo así un acto devocional a un acto litúrgico. Yo respondo: no, no es así. En la proclamación de la Pasión del Señor según Juan se habla de la Virgen a los pies de la cruz de Jesús, que nos confía a su Madre. Este hecho, narrado en la Liturgia de la Palabra, debe recuperarse en el momento ritual, como respuesta a la Palabra del Señor.
»Por consiguiente, la presencia en el rito de los Dolores de María es perfectamente conforme al principio litúrgico y subraya, no una devoción, sino un acontecimiento salvífico. Es aquí que hay que confirmar que el culto de Cristo no está completo si no se hace memoria de la Virgen. Ante todo, porque se celebra a María con los santos: es la primera de los santos, como indica el Canon romano, porque es Madre del Señor de los santos y no solo una mujer, como dicen algunos. Es más. Maria es venerada junto a Cristo. En este sentido, como indica la exhortación apostólica Marialis Cultus, el culto a Cristo incluye al mismo tiempo la memoria de la Madre porque, salvíficamente, el Hijo actúa con la Madre.
Traducido por Verbum Caro.