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4 pasajes navideños que llevaron a los Padres de la Iglesia a reflexionar fuerte sobre María

Reflexionar sobre los hechos navideños es meditar sobre el asombroso, único, papel de la Virgen María en los designios de Dios. Así lo entendieron distintos Padres de la Iglesia y sabios del primer milenio. Varias de sus reflexiones quedan recogidas en la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino (siglo XIII). El santo filósofo es amplísimo en su revisión (cita en su Cadena completa a 57 Padres Griegos y 22 Padres Latinos) pero no cita en esta Cadena «todo» lo que escribieron los Padres antiguos sobre estos versículos (tampoco él tenía acceso a muchos autores, por ejemplo, del Oriente cristiano). Pero es más que suficiente para ver la capacidad evocativa de estos pasajes respecto a la figura de María.

Nosotros seleccionamos aquí 4 pasajes bíblicos navideños que suscitan 18 reflexiones de diversos Padres de la Iglesia sobre María. Reflexionan sobre cómo María fue testigo y ponderó lo que veía pasar, sobre el misterio de su virginidad, antes, durante y después del parto, sobre la decisión de Dios de tomar por madre a una mujer pobre y tener un nacimiento pobre y sobre el simbolismo de la luz que asombró a los pastores.

1. Y Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. (Evangelio según san Mateo, 1, v.16)

Beda el Venerable (siglos VII-VIII)
Así como el Hijo de Dios, viniendo en carne mortal, nace de una Virgen, dando a entender cuánto le agrada la virtud de la virginidad, así también viniendo al mundo en tiempo de paz enseña a buscarla, dignándose visitar a los que la aman.

Genadio de Marsella (siglo V, de ecclesiasticis dogmatibus, 10,2)
El Hijo de Dios nació del hombre -es decir, de María-, pero no por hombre -esto es, por obra de varón-, como Ebión afirma. Por eso el evangelista añade con marcada intención: «De la que nació Jesús».

San Agustín (siglo IV-V, de haeresibus, 2)
Esto es contrario a la afirmación de Valentino, quien dijo que Cristo no había asumido nada de la Virgen, sino que había pasado por ella como por un arroyo o un canal.

San Agustín, contra Faustum, 26,7
Por qué quiso Dios tomar carne en el vientre de una mujer, queda en sus sublimes designios: tal vez para dignificar de este modo los dos sexos, asumiendo la forma de varón y naciendo de mujer, o por otra causa que no me atrevería a decir.

Ambrosiaster, (siglo IV, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 49)
Lo que por el don sagrado concedía Dios a los que eran ungidos para ser reyes y sacerdotes, lo ha realizado el Espíritu Santo en el Hombre Cristo añadiendo una purificación, pues el Espíritu Santo purificó lo que de la Virgen María se formara para ser cuerpo del Salvador. Esta es la unción del cuerpo del Salvador, por esto se ha llamado Cristo.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,1
No era lícito, sin embargo, que José creyese que debía separarse por eso de la compañía de María, porque Ella no dio a luz a Jesucristo por haber cohabitado con él, sino permaneciendo siempre Virgen. Este ejemplo dice con gran elocuencia a los casados, que aun cuando por común consentimiento guarden continencia, puede permanecer el vínculo del matrimonio, no por la mezcla corporal de los sexos, sino por la unión de los corazones, tanto más cuanto que a José y a María pudo nacerles un hijo sin relación carnal.

San Jerónimo (siglo IV-V)
Pero preguntará el lector diligente: No siendo José padre del Salvador, ¿qué puede interesar la genealogía continuada hasta José? Responderé a este reparo, que no es costumbre de la Escritura insertar la sucesión de las mujeres en las genealogías. Además, José y María fueron de la misma tribu, por lo que según la ley estaba obligado a tomarla como parienta, y ambos son empadronados juntos en Belén, como descendientes que eran de una misma estirpe.

San Agustín, de nuptiis et concupiscentia, 1,11
La genealogía tuvo que ser continuada hasta José para que en aquel singular matrimonio no quedase rebajada la preeminencia de su sexo, sin perjudicar por eso a la verdad, puesto que tanto José como María eran de la estirpe de David.

San Agustín, contra Faustum, 13,9
Nosotros, pues, creemos que también María fue de la estirpe de David, porque creemos a las Escrituras, que dicen que Cristo es del linaje de David según la carne ( Rom 1,3), así como que María que fue su Madre, no por cohabitación con varón, sino permaneciendo siempre virgen ( Mt 1,18; Lc 1,34-35).

Durante siglos los teólogos se han asombrado al meditar el papel de María en la historia de la salvación que empieza con los relatos navideños

2. Y sucedió que, hallándose allí, le llegó la hora del parto, y parió a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el hostal. (Lucas 2, 6-7)

San Gregorio de Nisa (siglo IV, in diem nat. Christi)
Apareciendo como hombre, no se somete en todo a las leyes de la naturaleza humana. El nacer de la mujer demuestra la naturaleza humana. Pero la virginidad, que había servido para aquel nacimiento, manifiesta que es superior al hombre. Su Madre lo lleva con alegría, su origen es inmaculado, fácil el parto, su nacimiento sin mancha y sin dolores. Porque convenía que, así como fue condenada a alumbrar con dolores la que por su culpa introdujo la muerte en nuestra naturaleza, alumbrase por el contrario con alegría la Madre de la vida. Viene a la vida de los mortales por la pureza virginal en el momento en que empiezan a disiparse las tinieblas y aquella oscuridad nocturna e inmensa desaparece por la fuerza del rayo vivificador. Porque la muerte era el fin de la gravedad del pecado y ahora va a ser destruida ante la presencia de la verdadera luz, que habrá de iluminar a todo el mundo por medio de los rayos evangélicos.

San Jerónimo, contra Helvidium
Allí no hubo quien recibiera al Niño, ni intervino la solicitud de las mujeres. La Madre envuelve al Niño en los pañales, y sirve a la vez de madre y de matrona, por lo cual dice: «Y lo envolvió en pañales».

San Juan Crisóstomo (siglo IV, homilia in diem Christi natal)
Además, si hubiera querido, pudo venir estremeciendo al cielo, agitando la tierra y lanzando rayos. Pero no vino así porque no quería perdernos, sino salvarnos, y quería también desde el primer momento de su vida abatir la soberbia humana. Por esto, no solamente se hace hombre, sino hombre pobre, y eligió una Madre pobre, que carecía incluso de cuna en donde poder reclinar al recién nacido. Y continúa: «Y recostóle en un pesebre».

3. «Vinieron los pastores a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al Niño reclinado en el pesebre. Y viéndole, se certificaron de cuanto les había dicho de este Niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron igualmente de lo que los pastores les habían contado. María empero conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lucas, 2, 16-19)

San Ambrosio de Milán (siglo IV-V)
No son, por lo sencillas, despreciables las palabras de los pastores, puesto que María les prestaba fe, según se ve por lo que sigue: «María, empero, conservaba todas estas cosas dentro de sí, recogiéndolas en su corazón». Aprendamos la castidad en todas las cosas de la Santa Virgen, la cual reunía en su corazón las pruebas de la fe con no menos modestia en sus palabras que en su cuerpo.

Beda, in hom in nativ. Dom
Guardando, pues, las leyes del decoro virginal, no quería decir a nadie los misterios de Cristo que conocía, pero comparaba lo que ella había leído que debía suceder con lo que veía que venía sucediendo, no explicándolo con palabras, sino conservándolo encerrado en su corazón.

Griego
Todo lo que le había dicho el ángel, y todo lo que había oído a Zacarías, Isabel y los pastores, todo lo conservaba en su corazón. Y comparando unas cosas con otras, esta Madre de la Sabiduría veía que en todas ellas se probaba que era verdaderamente Dios quien había nacido de ella.

4. Cumplido asimismo el tiempo de la purificación de la Madre, según la ley de Moisés, llevaron al Niño a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que nazca el primero será consagrado al Señor: y para presentar la ofrenda de un par de tórtolas o dos palominos, como está también ordenado en la ley del Señor. (Lucas 2, 22-24)

San Gregorio de Nisa, in homilia de occursu Domini
Esta prescripción de la ley parece cumplirse de una manera singular y diferente de las otras en el Dios encarnado. En efecto, sólo El, concebido inefablemente y nacido de una manera incomprensible, abrió el seno virginal, no abierto antes por la unión conyugal, y se conservó milagrosamente después del parto la señal de la castidad.

San Ambrosio, in Lucam, 1, 2
Porque no fue hombre el que abrió el seno virginal, sino que el Espíritu Santo infundió germen inmaculado en aquel seno inviolable. Aquel, pues, que santificó las entrañas de otra para que naciese el profeta, es el mismo que abrió las entrañas de su Madre para nacer inmaculado.

Beda
Las palabras: «Que abriere matriz», se refieren al modo con que se verifica el nacimiento. Pero no se ha de creer que el Señor destruyera por su nacimiento la virginidad del seno sagrado que había santificado aposentándose en él.

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