Saber más sobre los dogmas de fe marianos I

LOS DOGMAS MARIANOS

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA, proclamado por el Concilio de Éfeso, en el año 431 d.c.

La «Theotokos,» la Madre de Dios

Casi un siglo después de que el Edicto de Milán (año 313 d.c.), reconociera la religión cristiana como culto lícito, un concilio de obispos cristianos se reunió en Éfeso, en la Iglesia de Santa María, proclamaron solemnemente que era obligación vinculante a todos los creyentes reconocer a María como «Theotokos,» convirtiendo así en dogma oficial de la Iglesia lo que ya había afirmado la piedad de los creyentes ortodoxos, y rebatiendo la herejía nestoriana, de Nestorio, que se atrevió a decir que María no era la Madre de Dios.

Fue en honor a la definición del Concilio de Éfeso de María como «Theotokos», cuando el Papa Sixto III mandó edificar el santuario más importantes de los dedicados a la Virgen en Occidente, la basílica de Santa María la Mayor en Roma (años 432-440 d.c) : sus mosaicos de la anunciación y la epifanía del siglo V expresaron artísticamente el dogma definido en Éfeso.

Es una alegría para los españoles que, Su Santidad Benedicto XVI haya nombrado el día 21 de diciembre de 2011 arcipreste de Santa María la Mayor,al obispo y vicecamarlengo, Santos Abril. Se continúa así la relación de esta basílica con el Reino de España, que se remonta al siglo XVI, cuando Carlos V ofreció parte del primer oro traído de América para la construcción del artesonado de la Iglesia que guarda la reliquia del pesebre donde reposó Cristo recién nacido, según la Tradición y que ha sido venerada por San Carlos Borromeo, San Ignacio de Loyola o el Beato Juan Pablo II.

Pocos siglos después Juan Damasceno (teólogo sirio y doctor de la Iglesia, años 675-749 d.c) reunió los argumentos necesarios para esta afirmación:

“Es por tanto de justicia y verdad que invoquemos a la Santa Virgen como Theotokos, pues este título contiene todo el misterio de la dispensación divina …….El nombre (Theotokos) significa en verdad la única substancia (persona) y las dos naturalezas y los dos modos de generación de nuestro Señor Jesucristo.” ( La fe ortodoxa III, Juan Damasceno)

Esto es lo que ella era en los iconos: Theotokos, la sustitución ortodoxa y agradable a Dios del culto pagano a los demonios ( Discurso sobre las sagradas imágenes, Juan Damasceno).

Los defensores de los iconos insistían en que cuando rendimos culto a su imagen no la miramos de modo griego como una diosa, sino como la Madre de Dios ( Theotokos).

Fue el salto cuántico mayor de toda la historia del pensamiento y el lenguaje en torno a María. Y fue posible gracias a tres aspectos:

  1. La extensión del título Theotokos, utilizado por los cristianos orientales.
  2. La aparición de una observancia litúrgica llamada conmemoración de María, que se celebraba el domingo siguiente a Navidad.
  3. La percepción de que era necesario hallar una persona plenamente humana que fuera la corona de la creación.

John Henry Newman (presbítero anglicano convertido al catolicismo 1801-1890), afirmaba categóricamente en su obra «Desenvolvimiento del dogma», que el título Theotokos o Madre de Dios, fue familiar a los cristianos desde tiempos primitivos.

El título alcanzó extensa aceptación en la piedad de los fieles en Alejandría y su entorno, la ciudad de San Atanasio (obispo de Alejandría, 296-373 d.c.),quién suministro la debida justificación a su uso. Su obsesión fue insistir en que Cristo el Hijo de Dios, para ser el mediador entre el Creador y la criatura, tenía que ser Dios en el sentido pleno de la palabra. Fue siempre Dios y es el Hijo, siendo el Verbo, y tomó para nosotros carne de una virgen (María, la Theotokos) y se hizo hombre. (Discurso contra los arrianos, Atanasio).

Atanasio declaraba que no había justificación para una fiesta conmemorativa de la Virgen María, si ella no hubiera realizado una función esencial en la historia de la salvación.

El himno del que San Atanasio de Alejandría podría haber cogido el título Theotokos, era la oración griega original, traducida más tarde al latín, Sub tuum praesidium, que fue el primer ejemplo de esta alabanza.

El Beato Juan Pablo II en su Encíclica Redemptoris Mater (25/03/1987), en sus primeros párrafos hace alusión a la particular importancia que tuvo el Concilio de Éfeso y la proclamación del dogma de la maternidad divina de María, que supuso para la Iglesia como un sello del dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su persona la naturaleza humana sin anularla.

El número 495 del CAT dice textualmente que la llamada en los evangelios “la Madre de Jesús”, María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo. En efecto aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda esposa de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Made de Dios (Theotokos)

(Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación Editores del Catecismo, Madrid, 1992, I parte, 490-495)
(Cf. Redmptoris Mater, Beato Juan Pablo II)


LA PERPERTUA VIRGINIDAD DE MARÍA
, proclamado por el Papa Martín I, en el año 649 d.c.

La“Aeiparthenos», La Semper Virgo

Ni en los escritos del apóstol Pablo, ni el Evangelio de Marcos, el primero, contenían referencia alguna al parto virginal. Pero sí lo hacía la misma fuente bíblica e histórica de la Escritura judía, en la traducción griega preparada por los judíos de Alejandría en el siglo I o II, la de los SETENTA, antes de la expansión de la cristiandad. De esta fuente pasó a los evangelios de Mateo y Lucas.

San Mateo citaba la traducción de la profecía de Isaías de la Biblia de los Setenta: “Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondra por nombre Enmanuel» (Is 7,14; Mt 1,22-23).

La palabra griega pártenos era la traducción de una palabra hebrea que significaba “mujer joven”, no específicamente virgen y la palabra se citaba así en el Nuevo Testamento griego.

María preguntó al ángel en la anunciación: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1,34).

Tres de los evangelios, Mateo, Marcos y Juan, pero no Lucas, hablaron en capítulos posteriores de los “hermanos de Cristo” y también lo hizo el apóstol Pablo. La conclusión lógica sería pensar que después de la concepción milagrosa de Jesús por medio del Espíritu Santo, María y José tuvieran sus propios hijos. Pero no fue ésta la conclusión a la que llegaron los primeros exegetas (intérpretes) cristianos. Todo lo contrario. Llegaron a llamarla a María la siempre Virgen. Para poder hacerlo frente a la afirmación “hermanos” de Cristo, tuvieron que recurrir a elaborados argumentos bíblicos. Y estos fundamentos se encuentran no en el Nuevo Testamento, sino en el Cantar de los Cantares:

Eres huerto cerrado,* hermana mía, esposa, manantial cerrado, fuente sellada” (Cant 4,12).
**El hebreo tiene más fuerza que la traducción castellana: cerrado por dentro y acerrojado por fuera.

San Jerónimo, el mejor intérprete de la Biblia de la Iglesia occidental, llegó a este verso, que tomó como una referencia a la Madre de Nuestro Señor, que fue madre y Virgen. Además se apoyó en los versículos de Mt 27,60; Lc 23,53; Jn 19,41, que decían de la tumba de Jesús que era un sepulcro nuevo, perteneciente a José de Arimatea, en el que nadie había sido enterrado antes.
Los evangelios no dicen nada sobre este sepulcro después de la resurrección de Jesús de igual manera, que no dicen nada con posterioridad sobre el seno de María.

San Jerónimo haciendo hincapié en el hortus conclusus (huerto cerrado) del Cantar de los Cantares, vio justificado afirmar que nunca hubo nadie enterrado en aquel sepulcro y que nunca hubo otra persona nacida de la Virgen.

Cuando los evangelios dicen «¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y  Judas?»(Mt 13,55) son los hijos de una María discípula de Cristo que se designa de manera significativa como la otra María (Mt 28,1). Se trata de parientes próximos a Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento.

Así Jesús es el Hijo único de María.

Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres a los cuales Él vino a salvar.
Jesús es el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos adoptados en el Espíritu Santo por la fe. La participación de la vida divina no nace de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino de Dios (cf. Jn 1.13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu.

María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe,no adulterada por duda alguna y de su entrega total a la voluntad de Dios.

Decía San Agustín que más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe, que al concebir en su seno la carne de Cristo.

María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia.

La Iglesia se convierte en Madre por la palabra acogida con fe, ya que por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También la Iglesia es Virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo.

El número 496 del CAT dice textualmente que desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido sin elemento humano (Cc. Letrán año 649) , por obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra.

Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas (ver números 497 y siguientes C.A.T.). La Liturgia de la Iglesia celebra a María como la “Aeiparthenos”, la “siempre-virgen”

“Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”, dice el ángel a José a propósito de María, su desposada.

La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías:

Mirad: La virgen está en cinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel » (Is 7-14).
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a  luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa » Dios-con-nosotros» (Mt 1,23).

(Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del Catecimo, Madrid, 1992, I parte, 496-507)
(Cf. Yaroslav Pelikan, María a través de los Siglos, Yale Univesity, 1997)